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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Universidad 2000

La renovación de la enseñanza superior en España ya tiene su cuaderno de bitácora: el informe que la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE) encargó a Josep Maria Bricall, ex rector de la Universidad de Barcelona y que fue presidente de la Conferencia de Rectores Europeos. El informe, titulado "Universidad 2000", acaba de ser hecho público. Se trata de un texto con escasos precedentes en el panorama universitario español por su amplitud, por la profundidad de sus análisis y por el atrevimiento de algunas de sus propuestas, a contracorriente de ideas muy extendidas, dentro y fuera de la Universidad, pero no necesariamente correctas.Lo primero que debe reconocerse es el valor y la oportunidad del documento. En efecto, la sociedad cambia más rápidamente que las instituciones y las mentalidades y las universidades, desde siempre, han intentado transformarse para mejor responder al espíritu y las demandas de la sociedad de su tiempo; de ahí que no haya habido época en que no se hablara de la crisis de la Universidad. Pero las resistencias al cambio, y la tendencia natural a ver sólo sus consecuencias negativas, generan un conservadurismo que se traduce en la oposición a toda transformación posible, aunque sea en nombre de transformaciones hipotéticas más radicales.

Tampoco los afanes del día a día permiten elevar la mirada, así que es necesario que, de vez en cuando, se piense en problemas y soluciones que difícilmente saldrían de la práctica cotidiana. De ahí su valor. Pero es también un documento oportuno porque, en el mundo de nuestros días, lo más importante para el bienestar material y moral de la sociedad es el conocimiento: la educación a todos los niveles, la investigación, la formación profesional, la formación continua, el conocimiento encapsulado en la organización social, política o empresarial, y hasta los hábitos culturales de la población. La Universidad, y la escuela en general, no son los únicos agentes en este campo, pero sí ocupan un lugar esencial, por lo que su futuro se convierte en un asunto de interés estratégico. Por si esto fuera poco, en España la Universidad ha crecido con rapidez al ritmo de la demanda de educación en una sociedad en pleno desarrollo, lo que ha tenido consecuencias de gran calado y ha absorbido todas las energías disponibles.

Ahora es tiempo de reflexión una vez que la tasa de crecimiento parece que va a moderarse en los próximos años. "Universidad 2000" no es un recetario ni un texto normativo; es más bien un instrumento para el debate y la toma de decisiones. Más que situarse a favor o en contra, lo que resulta materialmente imposible dado lo complejo y diverso de su contenido, es preciso ahora argumentar sus propuestas y depurarlas. Un primer enfoque que resulta atractivo es el replanteamiento de la idea de que los beneficiarios directos de la Universidad deberían aumentar su aportación a la misma en relación a las administraciones públicas. El texto propone, por el contrario, un mayor compromiso económico por parte de estas últimas, argumentándolo con razones y precedentes de peso. En cambio, se enfatiza la necesidad de mejorar la calidad de las prestaciones académicas y el mejor aprovechamiento del tiempo que los estudiantes pasan en la Universidad.

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Son especialmente interesantes los análisis acerca del reparto de la financiación entre administración y familias, el ritmo en el aumento de los recursos necesarios para superar la situación actual, las modalidades de ayudas a los estudiantes o la comprensión de la Universidad como algo que no pertenece sólo a sus miembros. Se defiende también en el informe la apertura a un mundo en el que el conocimiento tiene valor en sí, pero es también motor de innovación, lo que implica un impulso a la creación de estructuras, incluyendo empresas ligadas a la propia Universidad, que transfieran ese conocimiento a la sociedad.

Otros apartados del documento se refieren a la organización de los estudios, las pruebas de selectividad o la selección del profesorado universitario, problemas todos propensos al arbitrismo, en los que las reformas siempre tienen efectos colaterales que pueden llegar a provocar daños superiores a los beneficios que se buscan. En este apartado también el informe proporciona interesantes sugerencias que hay que sopesar antes de convertirlas en normas.

Los responsables universitarios, los políticos y la sociedad en su conjunto disponen hoy de un instrumento de análisis de la Universidad extremadamente valioso. Sería una magnífica ocasión perdida no dedicarle la reflexión que merece, o abordar con espíritu simple algo tan complejo y matizado.

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