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Pacto

Todo es cuestión de voluntades. Diego Macià ha fracasado en la misión imposible de pacificar la familia socialista valenciana, donde casi se ofertan tantas sensibilidades como militantes en activo. Se veía venir. No es el único al que esta cuestión puede llevar a la frustración política y personal. Antes ya se estrellaron otros y otras, a los que no se sabe muy bien qué enemigo encomendó idéntica tarea, y otros seguirán el sendero marcado. A Macià no le queda siquiera el regusto de incluir en su currículo haber sido el primero o el último en intentarlo. Fue uno más.El alcalde de Elche, sin embargo, ha dado muchas veces muestras de talante conciliador. Sin ir más lejos, ayer lo hizo con la derecha ilicitana. Tenía pendiente, Macià, la amenaza de expulsar al portavoz del PP, Fernando Vargas, de la empresa municipal que diseña el desarrollo urbanístico de la ciudad. El popular participaba, al menos hasta ayer, en dos mercantiles con intereses en el sector, y podía echar mano de información privilegiada en beneficio propio. Inaceptable.

Pero en lugar de la expulsión, justificada, y para sorpresa de muchos, se registró lo que bien podríamos llamar un sospechoso pacto de silencio, que a la pata la llana podría traducirse así: tú desapareces de esas sociedades, yo no te expulso y todos nos olvidamos de las permutas. Si además se disfraza el proceso con solicitudes de nuevos informes jurídicos, de esos que tardan años en conocerse porque jamás se encargan en serio, la oposición queda neutralizada, y miel sobre hojuelas.

Talante conciliador. ¿Motivado? Quizás. El PP tenía en cartera anunciar a bombo y plantillo que familiares de dirigentes socialistas con voz y voto en ese órgano rector también tienen intereses en firmas promotoras e inmobiliarias. Y si de información privilegiada hablamos, tanto da que la reciba uno por vía directa que los domingos tras la acostumbrada paella familiar en el campo. ¿Solución? Aquí no pasa nada. Es, Macià, ducho en pactos con el adversario. La información es poder, y lo ejerce.

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