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Los pasados de Arto Lindsay

El trío DNA significó una de las convulsiones más rompedoras del ya de por sí convulsivo final de los años sesenta: ruido convertido en ritmo apabullante (o al revés). Su máximo responsable era un guitarrista con cara de no haber roto un plato en su vida: Arto Lindsay. Nacido en Estados Unidos, Lindsay había sido educado en el Brasil de la bossa nova y, ya de regreso en su tierra natal, se zambulló de pleno en los aspectos más prospectivos de la vanguardia. Dejando de lado las suaves cadencias de la música brasileña, Lindsay recurrió al ruido como arma comunicativa y consiguió, como mínimo, despertar el interés de una parte de los buscadores de sonidos. En realidad, grupos como Sonic Youth no existirían sin DNA, y Pat Metheny no se habría atrevido nunca a grabar su Zero tolerance sin conocer a fondo esa obra.Poco después de esa ruptura convulsiva nacía también en la ciudad de los rascacielos The Lounge Lizards; el guitarrista era Lindsay, que compartía ese grupo con sus experiencias con Golden Palominos, sus colaboraciones con gente como Ryuichi Sakamoto y su propio dúo, Ambitious Lovers. En ese momento, Lindsay reencuentra su pasado brasileño y firma, como productor, algunos de los mejores discos de Caetano Veloso y Marisa Monte.

Los dos pasados de Arto Lindsay han confluido en los últimos años en una serie de trabajos de gran altura. Su último disco, Prize, es la culminación de esa unión natural. Esta noche (22.00 horas) Lindsay presentará ese cedé en la sala Abaixadors Deu (situada, precisamente, en el número 10 de la calle de los Abaixadors) con una banda de lujo que incluye al guitarrista Vinicius Cantuaria y el bajista Melvin Gibbs.

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