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Patrimonio descubre un cementerio de ajusticiados del Siglo de Oro en Centro. Se cree que el número de ajusticiados supera el centenar

Vicente González Olaya

Primero los quemaban, los torturaban, los ahorcaban o los despedazaban en la plaza Mayor y a la vista de todos. Luego, una cofradía recogía sus restos esparcidos por caminos y calles. Finalmente, enterraban a estos desgraciados extramuros de cualquiera de las tres iglesias destinadas a acogerlos: San Ginés, San Miguel y Santa Cruz. Éste era el ritual al que se sometía a los ajusticiados en el Madrid del Siglo de Oro. Ahora, el Ayuntamiento ha decidido construir un aparcamiento en la plaza de Santa Cruz, el mismo lugar donde hasta 1869 se alzaba la iglesia del mismo nombre. Patrimonio ha descubierto en este punto el cementerio de los ajusticiados. En el Madrid de los siglos XV, XVI y XVII cada ajusticiado era ejecutado de diferente manera en virtud de su clase social y de la gravedad del delito cometido. Así, los nobles solían morir decapitados, los villanos ahorcados y hasta descuartizados si su crimen era considerado muy grave. La cabeza solía clavarse en el lugar de residencia de la víctima del delito, mientras que su cuerpo era expuesto en los caminos reales o frente a las murallas de la ciudad para escarnio de todos.

Por contra, los condenados a morir en la hoguera terminaban sus días en la calle del Cenicero (Atocha), que de este hecho recibe su nombre. Era tan alto el número de ajusticiados en aquellas épocas que pronto se corrió el rumor de que los pasteleros utilizaban la carne de estos desdichados para elaborar unos afamados pastelillos. Por ello, Francisco de Quevedo escribió un poema donde reconocía que cada vez que tomaba uno de estas delicatessen rezaba una oración en recuerdo de los ejecutados, según los técnicos regionales.

La Cofradía de las Hermanas de la Caridad recogía los pedazos de los ajusticiados esparcidos por Madrid y los enterraba en cualquiera de las tres iglesias destinadas al efecto (San Ginés, San Miguel y Santa Cruz). Sólo los nobles tenían la posibilidad de elegir el lugar donde finalmente descansarían sus restos.

Atalaya de la corte

En la iglesia de la Santa Cruz solían terminar los cuerpos de los villanos ahorcados y despedazados, según las primeras investigaciones de la Comunidad. Se les enterraba junto a los pies de la gran torre (era conocida como Atalaya de la Corte) que presidía este templo, el mismo lugar donde ahora el Ayuntamiento proyecta crear un aparcamiento.

Pero antes de empezar las obras, la Comunidad realizó las obligatorias prospecciones arqueológicas. Y aquí surgió la sorpresa. Los restos de aquellos infelices han comenzado a aflorar. Por el momento, ya son seis los cuerpos mutilados recuperados por los arqueólogos regionales, aunque el viceconsejero de Patrimonio, Juan Carlos Doadrio, avanzó ayer en la Asamblea de Madrid que pueden superar el centenar. "Desconocemos el número exacto de ajusticiados que pueden hallarse bajo la actual plaza de Santa Cruz, pero serán bastantes puesto que se trata de un osario usado durante los siglos XV, XVI y XVII", indicó.

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La iglesia de Santa Cruz fue levantada en el siglo XIII. Durante el siglo XVII se llevaron a cabo diversas labores de reconstrucción, hasta que en 1680 un incendio la dejó parcialmente destruida. Un año después, se inició su reconstrucción. En 1869 fue demolida ya que amenazaba ruina. Surgió así la actual plaza de Santa Cruz, próxima a la Plaza Mayor donde se llevaban a cabo los autos de fe y las ejecuciones. Ahora, el Ayuntamiento y la Comunidad han descubierto los horrores que ocultaba aquel pavimento desde hacía cinco siglos.

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Sobre la firma

Vicente González Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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