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Alta costura

IMANOL ZUBERO

A menudo se ha comparado el escenario político vasco con aquel manto de Penélope tantas veces tejido y destejido, a un tiempo símbolo de esperanza y de huida de la realidad: esperanza en la vuelta de Odiseo; huida de la realidad por lo improbable de su vuelta. No es extraña la comparación pues, como Penélope, también la sociedad vasca lleva años tejiendo por el día un manto que por la noche es destejido; un manto que a veces es animosa esperanza de futuro y otras empecinada huida del presente. El caso es que, a fuerza de tejer y destejer, los delicados hilos con los que se traza la compleja trama política vasca han alcanzado un grado extremo de deterioro. Nada queda ya de aquella tersura de las hebras nuevas, de la facilidad con la que las primeras madejas se desenredaban, de sus brillantes colores y su olor a limpio. Todos los hilos presentan hoy un aspecto apelmazado, desteñido, con múltiples rasgaduras apresuradamente salvadas mediante torpes nudos. Deshilachados y frágiles, se ha vuelto cada vez más difícil usarlos para urdir con ellos una tela multicolor, flexible y fresca.

Nunca como hoy habrá estado la política vasca tan rota, tan abatanada, tan carente de colorido. Nunca como hoy los hilos con los que se teje el tapiz vasco han estado tan ajados, tan resecos, tan retorcidos, tan debilitados. La última operación de destejido del manto vasco se ha realizado con tanta brusquedad que hasta los últimos y más frágiles hilvanes se han perdido. El manto ha quedado partido en dos pedazos, cada uno de ellos también arrugado y mugriento. Hilos que otrora entrelazaban sus colores distintos se encuentran hoy separados, sin que nadie sepa muy bien cómo recomponer aquella trabajosa trama de contrastes vivos y de figuras improbables. Hace ya mucho tiempo que sólo tejemos mantos de colores apagados, siempre iguales a sí mismos.

Quienes deberían aproximarse no pueden hacerlo, y quienes pueden no deberían hacerlo. Pueden unirse los nacionalistas vascos, pueden hacerlo los partidos de ámbito estatal: en ambos casos el manto que compongan será un manto demediado y monocromo. El PNV no puede aproximarse al PSE sin desatar las iras de HB y, lo que es peor, de una ETA que no ha dejado de acusar al nacionalismo democrático de pusilanimidad por no seguirla en su demenciada estrategia. El PSE no puede aproximarse a un PNV ligado a HB por un acuerdo que, al margen de cuál fuera su intención, ha producido la mayor desgarradura política de nuestra reciente historia. El PP sólo se concibe a sí mismo como alternativa al nacionalismo (la democracia en el País Vasco ha sido, hasta hoy, una democracia en la que no existía la alternancia, algo absolutamente inapropiado), por lo que no creo probable su acercamiento al PNV, ni siquiera si este abandona Lizarra.

Por eso, frente a bienintencionadas pero imposibles propuestas que buscan tejer una tela con el concurso de todos los hilos, pero también frente a las posibles pero extraviadas propuestas que buscan urdir de una sola vez una gran tela con hilos de un solo color, yo apuesto por la más humilde actividad de ir tejiendo, poco a poco, un paño multicolor. Este país necesita iniciativas políticas que generen transversalidades. El tejido vasco necesita puntadas hábiles que sepa unir hilos de distinto color. Frente a la prosaica apuesta por la unión de los iguales, necesitamos una política que sepa mezclar lo diverso. La norma: no mejor cuanto más sino mejor cuanto más plural. No es posible tejer y destejer el manto eternamente sin arriesgarnos a volver inservibles los hilos que usamos. Pero tampoco es posible tejerlo de una vez por todas pues las sociedades, como las personas, cambian, crecen y engordan, de manera que tarde o temprano será preciso añadir o alargar por aquí, encoger o recoger por allá. No tendremos un manto perfecto; no se parecerá a aquel que hemos soñado; no nos sentará como una segunda piel; pero no habremos de dejarnos la piel en el intento de tejerlo. Y eso es mucho.

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