Dos lugares para un mismo bautismo
El Papa iniciará hoy su programa de actos en Tierra Santa de la misma manera que finalizó ayer su viaje a Jordania: visitando el lugar donde, según la tradición, fue bautizado Jesús de Nazareth. No se trata del mismo paraje, obviamente, sino de dos lugares diferentes situados a ambas orillas del río Jordán. Uno, Wadi al Jharrar, el lugar que visitó el martes Juan Pablo II antes de despedirse de Jordania, donde datos más o menos históricos y excavaciones arqueológicas recientes han permitido establecer la hipótesis de que la inmersión de Jesús en el Jordán se produjo precisamente aquí.El otro, Al Maghtas, el que visitará hoy del otro lado del Jordán, en las proximidades de Jericó, donde desde el siglo V se recuerda el bautismo de Jesús y donde las diversas confesiones cristianas celebran sus respectivas liturgias, a un paso de un monasterio greco-ortodoxo dedicado a san Juan Bautista.
El Vaticano quiere subrayar así su neutralidad respecto a los litigios asociados a cualquier lugar santo. El portavoz de la Santa Sede, Joaquín Navarro Valls, explicó hace unos días, en Roma, que ni siquiera la Biblia deja claro el sitio donde el Bautista realizaba su misión de proselitismo religioso. Una cosa está clara, la ceremonia en tierra jordana estuvo ayer cargada del calor que le confirieron los miles de palestinos cristianos que acogieron al Pontífice en medio de una explanada batida por el viento.
Como calurosa fue la respuesta de las cerca de 40.000 personas que asistieron a la misa celebrada por Karol Wojtyla en el estadio deportivo de Ammán, la capital jordana, por la mañana. El entusiasmo de un grupo de católicos fue tal que lograron romper por un momento el cordón de seguridad (ciertamente no muy estricto) de la policía jordana para aproximarse al papamóvil, dando un buen susto a los guardaespaldas vaticanos.
Un avión jordano
Jordania se brindó también a trasladar al Papa desde Ammán a Tel Aviv en un avión de bandera jordana que fue escoltado hasta entrar en el espacio aéreo israelí por cuatro Mirages a una distancia escalofriantemente cercana al Airbus papal. En cierto modo, era el efecto buscado: que el Papa aterrizase en Israel a bordo de un avión árabe, en clara alusión al espíritu de colaboración y de concordia que desea que impere en Oriente Próximo.
Antes de dejar Jordania, el rey Abdala II entregó al Papa una medalla conmemorativa de esta visita que todos los observadores coinciden en calificar de histórica. Una medalla que lleva grabada en un lado la fecha del acuerdo de paz firmado entre Jordania e Israel en 1994, y en el otro tres símbolos religiosos superpuestos: la estrella de David, la Cruz y la Media Luna. Una especie de amuleto que le será de utilidad al pontífice para superar las pruebas diplomáticas que le esperan de aquí al domingo por la noche cuando regrese a Roma.
Han pasado 21 años, pero al final el anciano Papa lo ha conseguido. Hoy seguirá las huellas de Jesús en Belén, la ciudad en la que vino al mundo hace 2000 años y que actualmente está bajo control de la Autoridad Nacional Palestina (ANP). Allí celebrará una misa en la plaza del Pesebre, visitará la gruta de la Natividad y se entrevistará con el líder de la ANP, Yasir Arafat, a quien mandó ayer un telegrama cuando sobrevolaba el cielo palestino camino de Tel Aviv en el que volvió a insistir en la necesidad de que en esta zona se alcance la paz y la justicia.
La policía judía le escoltará hasta la frontera del incipiente Estado palestino y allí Juan Pablo II visitará un campo de refugiados palestinos después de celebrar una misa al aire libre en la plaza principal de Belén.
Después visitará el campo de refugiados palestinos de Deheise. El portavoz vaticano, Joaquín Navarro Valls, ya dijo que el Papa quiere recordar con esa visita que en el mundo, según datos de la ONU, existen 21.380.000 refugiados, de los que 3.308.000 son palestinos.
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