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Juan Gil refleja el drama de los comienzos de la Inquisición en Sevilla

Los Reyes Católicos crearon en 1480 la Inquisición y lo hicieron en Sevilla. "Fue un experimento. Era como ensayar la bomba atómica antes de lanzarla al Pacífico", dice Juan Gil (Madrid, 1939), catedrático de Latín de la Facultad de Filología de Sevilla. De los comienzos del Santo Oficio quedan muy pocos documentos, pero Gil, autor de numerosas publicaciones históricas, ha reconstruido, tras 20 años de investigación, el drama y la persecución que sufrieron los judíos conversos.

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"No es que fuera más cruel aquí [en Sevilla] que en el resto de España, pero el estreno supuso mano más dura. Los primeros años fueron terribles", explica Gil, que acaba de publicar Los conversos y la Inquisición sevillana. La obra, editada por la Universidad Hispalense y la Fundación El Monte, describe, en dos tomos, la actividad implacable desarrollada por el Santo Oficio en sus primeros 40 años y la relación de estos cristianos nuevos con el foco luterano de Sevilla reprimido en 1559 por Felipe II.El primer tribunal empieza a actuar en febrero de 1481, cuando todavía Fernando e Isabel no han iniciado la guerra contra el reino de Granada. La Inquisición se crea, según Gil, como una forma de socavar el poder de los nobles, en especial del duque de Medina Sidonia, Enrique de Guzmán, en guerra con el marqués de Cádiz, Rodrigo Ponce de León, por el control del poder en Andalucía desde 1471. "Judíos había aquí lo mismo que en otras ciudades, pero a Andalucía se la consideraba lejos, en la frontera, se miraba con recelo a Sevilla y no se comprendía la religiosidad andaluza" señala el autor para explicar la razón del inicio de las actividades del Santo Oficio en la capital andaluza.

En la guerra de los Guzmanes y los Ponces, el duque de Medina Sidonia contaba con el apoyo de los conversos. "Una manera de contrarrestar el poder del duque era cortarle su apoyo. La Inquisición se instituyó en parte para perseguir la herejía, pero también era una forma de encarrilar a los nobles y actuar con mano dura, pues a finales del siglo XV en Andalucía Enrique IV manda poco. Eran los nobles quienes mandaban", añade.

Los conversos eran fundamentalmente la burguesía de la época: abogados, médicos, humanistas y mercaderes. El comercio de ultramar lo controlaban estos cristianos nuevos de origen judío. "Me interesó porque se trataba de una burguesía emprendedora e importante, no sólo en Sevilla sino en el Nuevo Mundo. Los moriscos eran una minoría más pobre, con oficios de albañilería y semejantes. Me interesaba la relación de los conversos judíos con la cultura y el comercio de Indias", explica Gil, que no oculta su oposición a este mecanismo represor: "En estas tragedias, se puede ser imparcial para explicar las razones, pero no para juzgar".

El ensayista refiere también los arreglos económicos secretos entre los conversos cuyos bienes habían sido confiscados y la Corona. "Eran conciertos que se hacían en sigilo, al margen de la Inquisición. El rey Fernando y el emperador llegaban a acuerdos con particulares o grupos que pagaban por recuperar sus propiedades y derechos", asegura. Los condenados que se salvaban de la pira no podían ejercer oficios civiles o eclesiásticos, "se les anulaba desde el punto de vista civil". Y a sus descendientes. Se les prohibía ser escribanos, médicos, contadores... Y una forma de recuperar su oficio era pagando. "La gran infamia de la Inquisición es que se condena a generaciones enteras; a veces incluso se podía juzgar a una persona desaparecida o muerta y eso afectaba a todos sus descendientes, cuyos bienes podían ser confiscados y pasar a ser propiedad del rey muchos años después de la muerte o la desaparición", indica.

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Gil ha centrado su estudio entre 1481 y 1520. "Todos los mecanismos represores acaban repitiéndose. He querido mostrar esa tragedia inicial, la huida de muchos a Portugal, y averiguar la relación entre los conversos y el foco luterano de Sevilla que, junto al de Valladolid, fue ferozmente reprimido a comienzos del reinado de Felipe II". Según el autor, la Inquisición acaba convirtiéndose en "un arma de la xenofobia". "Cuando apenas quedan conversos judíos y luteranos, se dirige contra los moriscos portugueses que residían en Sevilla y contra los moriscos, contra el de fuera".

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