Escuelas para el futuro
Casi todas las salas alternativas guardan un espacio para la escuela de teatro y para otras actividades culturales, como exposiciones y actuaciones de cantautores o cuentacuentos en el barcillo o ambigú que recibe a los espectadores antes de entrar en la sala propiamente dicha y que es también un rasgo común. El escenario, además de para las producciones de las compañías titulares, se reserva en general para nuevos autores con propuestas arriesgadas que no tienen cabida en los circuitos comerciales. Las edades del público suelen oscilar entre los veintipocos y los 40 años, en el caso del teatro para adultos, y son familias con hijos menores de 14 años las que acuden a ver los espectáculos para niños. Frente a ellos cogen tablas actores y compañías, en ocasiones veteranos en el movimiento alternativo, pero en otras son jóvenes valores. Éste es un panorama de las principales salas de la capital: - Cuarta Pared. Es la veterana. Su primera sede, como cuenta Javier Yagüe, su director, fue, de 1985 a 1992, "un espacio como un salón grande". Ahora, en el teatro de Ercilla, 17 (metro Embajadores), cuyo aforo asciende a las 172 butacas, se dan clases a unos 200 alumnos por año, tanto en los talleres para niños como en los programas para adultos, profesionales y aficionados. Cuarta Pared gestiona también una asociación cultural de 700 socios que constituye "el primer eslabón del boca a boca, fundamental para que la obra se dé a conocer", como describe Yagüe. Prefieren programar montajes "que hablen sobre la problemática del mundo actual y a autores contemporáneos". En estos años han ido introduciendo mejoras, como el aire acondicionado y la calefacción y las nuevas sillas rojas del patio de butacas, que sustituyeron a las antiguas de tela plegables. Recibe subvenciones del Ministerio de Cultura y de la Comunidad de Madrid, que dan para cubrir "el 20% del presupuesto total". "Con la taquilla, las giras de la compañía, la escuela de teatro y la campaña escolar tratamos de diversificar la fórmula de trabajo y no depender de las ayudas oficiales", explica su director. La sala está adscrita a la coordinadora estatal.
- Ensayo 100. Comenzó su andadura, siempre bajo la dirección de Jorge Eynes, en 1988, en una pequeña sede en la calle de Gravina. En 1994 se abrió el teatro de la calle de Raimundo Lulio, 20 (metro Iglesia), con un aforo de 150 butacas, sillas negras de director de cine colocadas de forma escalonada frente al escenario. Aquí funciona una inquieta escuela de teatro, con cerca de 150 alumnos, casi todos muy jóvenes, como explica León Sierra, programador de la sala. "Valoramos el hecho físico de la escena, que los actores hagan para creer y no crean para hacer", explica Sierra. "Consideramos que somos una escuela con sala, no viceversa; de hecho, la mayoría de los miembros de la compañía somos también maestros en la escuela", continúa, "y en ocasiones metemos a alumnos en nuestros montajes". También les benefician las subvenciones de la Comunidad y el Ayuntamiento. Con ello ya no dependen de "traer un espectáculo que dé taquilla para sobrevivir". "Podemos dedicarnos a producir y no dejar la energía en la programación", dice Sierra. En ella no se ciñen a los autores actuales; de hecho, en febrero estrenaron una versión propia del Dandin de Molière con vestuario y escenografía de la época. Esta sala también pertenece a la coordinadora.
- Triángulo. Alfonso Pindado, su director, estuvo como fundador en la primitiva Cuarta Pared. "Pero al cabo de algo más de dos años, en 1988, después de un viaje por Italia y Francia, decidí fundar Triángulo", recuerda Pindado, que es secretario de la coordinadora estatal y presidente de la madrileña. Esta sala de la calle de Zurita, 20 (metro Lavapiés), programó exclusivamente producciones de su propia compañía hasta los años noventa. Aquí nació además el primer festival La Alternativa, que tuvo como director a Pindado hasta la edición de 1999. La academia de teatro no es sólo un lugar de formación de actores y dramaturgos, sino que "desde el centro pedagógico se buscan ideas nuevas de puestas en escena", como describe su director. Tiene dos espacios escénicos: la sala Kantor, con 160 cómodas butacas de tela azul que se pliegan automáticamente, y la sala Artaud, con 50 conformadas con sillas de tela plegables. Esta sala coincide en el espacio con el café teatro, que además suele ser sede de diferentes exposiciones.
- Pradillo. A finales de 1990 abre sus puertas la sala Pradillo, en Chamartín (calle de Pradillo, 12, metro Concha Espina), impulsada por la compañía La Tartana,especializada en títeres y montajes para niños, y que el año que viene cumple sus bodas de plata. Su director, Juan Muñoz, recuerda que cuando entraron en el local, en 1989, era un garaje de motos de SEUR. Ayudado por Vicente León en las cuestiones de teatro, dedica también un espacio importante a la danza, donde colabora la coreógrafa Laura Cunin. Programan cursos concretos y apuestan sobre todo por la oferta cultural que, además de la dramaturgia y la danza contemporánea con propuestas arriesgadas, incluye exposiciones y montajes infantiles "nada facilones". "Suelen venir padres de aspecto progre, con inquietudes", admite Muñoz. En cuanto a la financiación, cuentan con subvenciones del Gobierno regional, del Ministerio de Educación y Cultura y la participación en los programas municipales de Navidad y los Veranos de la Villa. "De todas formas, en los ochenta había más ayudas", asegura. Piensa que el crecimiento de estas salas se ha estabilizado y que la rentabilidad de las 120 butacas con que cuentan es que representan un trampolín para los autores y compañías que empiezan. "Estas salas son necesarias como la Universidad, aunque no sean rentables, porque sin ellas no se podrían formar las nuevas generaciones del teatro", opina.
- El Canto de la Cabra. Sus fundadores y directores, Elisa Gálvez y Juan Úbeda, se desligaron de "antiguos proyectos de amigos", como ella recuerda, y en 1993 abrieron esta sala, que tiene un espacio a cubierto de 60 butacas y una zona aledaña que en verano, a cielo raso, puede albergar a 120 espectadores frente a un escenario colocado en un pequeño jardín del edificio de la calle de San Gregorio, 8, en Chueca. "Es un espacio para el intercambio artístico y social, para la pluralidad, en el que el público ha ido creciendo con nosotros y nos ha motivado, a autores, actores y directores, a no ser complacientes y buscar lo inesperado", continúa la directora. Las clases están abiertas aquí a profesionales y aficionados. Son cursos específicos y concretos que dependen de la disponibilidad de los maestros e incluyen un número máximo de 10 alumnos. La sala dispone de subvenciones de la Comunidad, el Ministerio de Cultura y el Ayuntamiento, con las que se cubre el 50% de los gastos fijos. "Antes no nos explicamos cómo pudimos salir adelante, pero aquí estamos", asegura Elisa Gálvez. La sala pertenece a la coordinadora.
- Montacargas. Un aforo de medio centenar de butacas ofrece esta sala, abierta en 1993 en la calle de Antillón, 19 (metro Puerta del Ángel), y dirigida por Aurora Navarro y Manuel Fernández. Ofrece clases a profesionales por las mañanas; algunas, dirigidas por personas de prestigio, como el actor José Pedro Carrión, premio nacional de Teatro 1998. También hay cursos intensivos y concretos, de un mes o tres de duración, y una oferta de tarde para aficionados y personas que trabajan en otra cosa, como explica su director. Además de la programación infantil y para adultos, en la que priman los autores españoles vivos -"aunque también tiene cabida Woody Allen", apunta Fernández-, ofrecen los Trasnoches, a partir de las 23.30 los viernes y los sábados, con café teatro, cabaret y cantautores. Disponen de una pequeña subvención regional y de contratos con el Ayuntamiento para los Veranos de la Villa y también forman parte de la coordinadora.
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