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CRÍTICA-CANCIÓN

La noche melódica

Malú y Amaury Gutiérrez.Jardines de Viveros. Valencia, 17 de marzo.

Si uno sólo hubiera asistido a la velada del viernes en Viveros, se quedaría con la sensación de que la canción melódica preside la escena actual. El vídeo de Luis Miguel, cantando al amor de hombre, y aclamado casi como si estuviera en directo, era todo un símbolo. Casi como en los tiempos remotos de Camilo Sesto y Nino Bravo personalidades que se han quedado como clásicos del asunto. Claro que no son los únicos referentes. El de Javier Vila, que salió a escena después de Rosa Méndez y, como ésta, con play back instrumental, sería más bien Francisco. Hizo alarde de valencianía y quedó como un señor en primera noche de ofrenda fallera, con una humedad ambiental digna de más altas temperaturas. Tal circunstancia no hizo mella en un redivivo Arturo Pareja Obregón, que vino en plan melódico optimista, invitando al respetable a visitar el Sur. El Sur puede esperar, pero no la debutante Esmeralda Grau, que se estrenó en plan melódico arrebatado.

Aquí se acabó el play back instrumental, mero aperitivo, porque el cubano Amaury Gutiérrez trajo consigo una sección rítmica contundente que condujo con voz firme pero amable al terreno de la melodía cálida. Sus composiciones de aire romántico con chispa parecen fáciles, pero menos simples de lo que podrían parecer por pegadizos estribillos como el de Yo sé que es mentira, tema que repitió en un solicitado bis. Ahí estaba, si no, El molino, la canción que hizo para su amigo Pancho Céspedes, para demostrarlo, con sus apuntes guaracheros. O Esa niña me dejó picado, insinuando un tumbao a lo Rubén Blades y con vientos insuflados a través del teclado, que mete candela al juego amoroso perenne en su repertorio.

Malú, que presentaba su nuevo y exitoso álbum Pasajes de un sueño, era la gran atracción de la noche y, consciente de ello, no cesó de pedir perdón a lo largo de su actuación porque andaba algo afónica, con la voz a punto de escapársele. No se le escapó, e incluso la forzó más allá de lo que su afección exigía, porque su estilo y canciones, melódicas pero asidas a la fuerza del rock, la frescura del pop y la calidez de la copla, no admiten medias tintas.

Sin embargo, por no poder llevar el desgarro al nivel que canciones como Duele exigen, no fue el concierto que ella pretendía y sus fans, animosos hasta el final, esperaban. Otra vez será, porque prometió resarcirse volviendo pronto, "aunque sea pagando yo".

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