El recorte de impuestos anunciado por Jospin reagrupa a la izquierda
Con su intervención televisiva del pasado jueves, el primer ministro francés, Lionel Jospin, parece haber sosegado la renacida inquietud de su electorado, aunque no ha desactivado las movilizaciones sociales de los maestros y funcionarios del Tesoro, dispuestos a volver a la carga. Las reacciones a la intervención del jefe de Gobierno, que fue seguida por 13 millones de espectadores, muestran claramente que el jefe de Gobierno ha conseguido reagrupar junto a él a la izquierda sindical y política.
No en vano la prometida reducción de impuestos va orientada a satisfacer a la población con menor poder adquisitivo, a paliar el efecto de una serie de impuestos percibidos como injustos. De los 50.000 millones de francos (1,25 billones de pesetas) que el Ejecutivo dejará de cobrar, 40.000 van destinados a reducir el IVA -de forma que pasará del 20,6% actual al 19,6%- y los impuestos sobre la vivienda y las rentas más bajas. En contraste con el programa de reducción de impuestos del canciller alemán, Gerhard Schröder, que incluye como beneficiarios a las sociedades y a las plusvalías bursátiles, el primer ministro francés ha optado por destinar la totalidad del excedente presupuestario a aliviar la presión fiscal de las clases menos favorecidas y a reforzar los servicios públicos.
La presión social y la necesidad de disipar el desencanto que ha empezado a aflorar explica que el jefe de Gobierno francés haya renunciado a rebajar el déficit público, situado el pasado año en el 1,8% del producto interior bruto (PIB), una decisión que contradice abiertamente la doctrina del Banco Central Europeo.
Frente a la conformidad expresada de manera prácticamente unánime por la izquierda, la derecha se empeñó a lo largo de toda la jornada en socavar el renovado crédito del primer ministro, en reducir el impacto y alcance de sus compromisos.
Atacar el inmovilismo
La presidenta del RPR, Michèle Alliot-Marie, y con ella buena parte de los dirigentes de la oposición, optaron por atacar el pretendido inmovilismo de Jospin, consciente de que ésa es la primera crítica que desde la izquierda se lanza contra el Gobierno. "El crecimiento permitía bajar mucho más los impuestos, la reducción del IVA no supone casi nada, Jospin se contenta con utilizar el dinero público para apagar los incendios, sin acometer las reformas de fondo. He visto al primer ministro muy contento de sí mismo", ironizó la presidenta del partido gaullista.
Con todo, la mayoría de las descalificaciones parecieron recurrentes y de oficio, dictadas por la necesidad de cortacircuitar las expectativas creadas por la intervención del primer ministro.
El problema para Jospin es taponar el descrédito que supone mantener en su Gabinete a un ministro de Educación y amigo personal de larga data, Claude Allègre, cuya cabeza política reclamaron airadamente, el jueves, los 200.000 manifestantes de la enseñanza.
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