Guerra de nervios en el estrecho de Formosa
La debilidad del partido del Gobierno de Taiwan alienta los temores sobre el futuro, algunos de ellos artificialmente creados
La Bolsa cae, el partido en el poder entona el "yo o el caos", Pekín amenaza: Taiwan se encuentra inmerso en un ambiente electrizante en vísperas de las elecciones presidenciales del próximo sábado. ¿Guerra o paz en el estrecho de Formosa? La cuestión no se plantearía en estos términos si el Kuomintang -el partido en el poder en la isla desde 1945, antes de que la República Popular China se instalase en Pekín en 1949- estuviese seguro de mantener el poder.En Taiwan se extiende la impresión de que puede ganar el candidato de la oposición, el Partido Demócrata Progresista (DPP), que ha inscrito el lema de la independencia en lo alto de su plataforma electoral. No se trata sólo de una simple impresión fácilmente desmontable por la fuerte capacidad de movilización del Kuomintang (KMT), un partido experto en la manipulación de redes clientelares, especialmente en las zonas rurales.
La hipótesis de tal cambio es considerada lo suficientemente seria -jamás lo había sido tanto hasta ahora en la historia de Taiwan- como para que el nerviosismo no salga a la superficie. La caída de la Bolsa es toda una señal. Pero ¿puede ser exagerado su alcance? Es cierto que el estado de ánimo de los inversores taiwaneses -que juegan a la Bolsa como si estuvieran en un casino- ha sido siempre muy volátil.
Es cierto también que el Kuomintang -que es el partido más rico del mundo- probablemente ha alimentado ese temor por razones de táctica electoral. Artificial o no, el batacazo bursátil es muy ilustrativo del clima febril que impera en la isla.
El temor es tal en las filas del KMT que su candidato, Lien Chan, no duda en agitar el fantasma de la guerra con China en caso de que gane su rival del DDP, Chen Shui-bian. "Si Chen es elegido, iremos al desastre y a la guerra en Taiwan", afirma Lien. Para apoyar con imágenes las palabras, el partido en el poder no cesa de difundir en televisión propaganda que muestra a los jóvenes taiwaneses acudiendo a alistarse en el Ejército con un fondo de música militar. Como todos los golpes están permitidos, el DPP se permite replicar denunciando que existe una colusión entre el Kuomintang y Pekín para crear un reflejo de miedo entre el electorado. Chen Shui-bian llega a acusar al KMT de haber enviado emisarios al continente para animar a Pekín a que aumente su presión militar, con maniobras militares en el estrecho de Formosa, por ejemplo, ante las elecciones.
"El KMT conspira con fuerzas exteriores contra su propio pueblo", denuncia Chen, pero sin aportar pruebas de tales acusaciones.
El clima que suscita el nerviosismo del partido gobernante se resume en una imágen y en un nombre: la imagen es la de una gigantesca multitud de 300.000 personas, entre ellas destacadas personalidades del mundo de los negocios, que se juntaron el pasado domingo en un mitin del DPP en Kaohsiung, en el sur de la isla. El nombre es el de Lee Yuan-tseh, prestigiosa figura intelectual del país y premio Nobel de Química que ha anunciado su apoyo a la candidatura de Chen Shui-bian.
Todo esto ha dado al partido de Chen una imagen de respetabilidad que le faltaba y aumentado sus posibilidades de triunfo.
Pero esta nueva imagen tiene su coste: ha tenido que difuminar sus referencias a la independencia de la isla. Bien es verdad que el debate sobre la independencia de la isla es artificial, ya que una mayoría aplastante de los taiwaneses, sean electores del Kuomintang o del DPP, consideran como adquirida la independencia de facto, al tiempo que juzgan inútilmente peligrosa la proclamación de una independencia de jure. El problema viene de que el DPP ha inscrito en su plataforma electoral el objetivo de "establecer una República de Taiwan soberana e independiente". El partido, que califican habitualmente como independentista, arrastra esta referencia como una cruz a cuestas. Por eso Chen trata de edulcorar ese independentismo. Preocupado en que no le pueda acusar de belicoso provocador, no cesa de repetir que no proclamará la independencia si llega a la jefatura del Estado; que ni siquiera tomará la iniciativa de organizar un referéndum sobre el futuro del estatuto de la isla... enterrando así una vieja reivindicación de su partido, aun a riesgo de ser considerado como un traidor por el sector radical de su electorado.
Reajuste en la oposición
Chen Shui-bian realiza, pues, un "reajuste" hacia un camino intermedio que excluye a la vez la vía de la independencia y la reunificación con Pekín; esto es, la opción de hacer perenne el estatuto actual, como si fuera un digno heredero del presidente saliente, Lee Teng-hui, la bestia negra de Pekín, que le considera como a un artesano del independentismo rampante.
Ésta es la enorme paradoja de esta campaña: el presidente Lee, aún patrón del Kuomintang, da la impresión de no sentirse molesto con el gran ascenso de Chen Shui-bian (ha dejado incluso que se le unan muchos de sus amigos), mientras que sólo brinda un apoyo remolón a su delfín oficial, Lien Chan, muy timorato con la cuestión de promover la identidad política de la isla.
¿Y si el auténtico hijo espiritual del presidente Lee estuviese fuera y no dentro del KMT? Esta pregunta sobre la paradójica herencia del presidente saliente obsesiona a los cronistas locales.
©Le Monde-EL PAÍS
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