_
_
_
_
Tribuna:ARTE Y PARTE
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Cataluña 1550-1640 ORIOL BOHIGAS

Quizá el periodo de la historia de Cataluña sometido a mayores cambios interpretativos ha sido el de los llamados "siglos oscuros", a partir de la vieja historiografía nacionalista que los interpretaba como un paréntesis de decadencia económica, política y cultural entre los esplendores medievales y el renacimiento del XIX. Dentro de este periodo, el primer siglo redimido fue el XVIII, cuando los jóvenes historiadores, con nuevos documentos y nuevas técnicas analíticas, demostraron que en él se hallaban los cimientos de los posteriores cambios económicos. Pero también están apareciendo estudios que plantean la revisión de los siglos XVI y XVII, con la cual se está superando su pretendida "oscuridad". El historiador Jordi Nadal ha vuelto a poner de actualidad este tema con su reciente conferencia en la Societat Catalana d'Economia, ¿De quina manera s'ha enriquit Catalunya? Según él, las bases estructurales hay que buscarlas en los años posteriores a la guerra de los Remenses.En esta línea tuvo una importancia especial el libro del arquitecto y urbanista Albert García Espuche, Un siglo decisivo. Barcelona y Cataluña 1550-1640, publicado hace un año por Alianza Editorial, que redondeó definitivamente otras entregas anteriores del mismo autor, especialmente un texto en el catálogo de la exposición Barcelona en temps dels Àustria, organizada en 1996 por el Museo de Historia de la Ciudad, y otro en el segundo volumen de la Història de la Cultura Catalana de Edicions 62. El libro añadió mucha documentación original a los estudios que hasta ahora se habían publicado sobre el periodo: análisis de 800 protocolos, 10.000 actas notariales en más de 20 poblaciones catalanas y reagrupación crítica de las investigaciones realizadas por toda una generación de historiadores catalanes y extranjeros que ya había iniciado la reconsideración sectorial del periodo. Pero a los que no nos consideramos especialistas estrictos en este tema histórico lo que más nos interesa de la obra de García Espuche son algunas tesis que permiten consideraciones de trascendencia actual. En el periodo situado entre mediados del siglo XVI y la guerra de Secesión "hubo momentos difíciles en la economía catalana, pero no se produjo marcha atrás : ni en la nueva manera de explotar los recursos y el mercado interiores, ni en la dirección general del comercio exterior, ni, sobre todo, en la constitución de un sistema sólido de ciudades". Al contrario, fue una etapa "de transformaciones que tuvieron mucha más importancia en sus repercusiones futuras que en las propias conyunturas del periodo. Porque, de hecho, esta etapa decisiva abre la modernidad económico-territorial en Cataluña". Sublimando arriesgadamente esta consideración, podríamos llegar a afirmar que fue entonces cuando el país adquirió una estructura orgánicamente nacional, cuando se asentó un nuevo sistema urbano y cuando Barcelona asimiló los inicios de su rol de capitalidad. Un periodo, por lo tanto, decisivo.

Así, el punto de partida de las tesis es la reordenación demográfica y productiva del territorio catalán. Muchas ciudades intermedias toman por primera vez un papel activo -el triángulo Vilanova-Vic-Blanes y el eje Vic-Ripoll-, mientras que Barcelona reduce su densidad industrial y se va transformando en un centro direccional, una capital en la que se concentra la distribución y los servicios. La marinería desciende en Barcelona porque desde aquí se controlan los nuevos centros marítimos: Arenys, Canet, Calella, Pineda, Mataró, Sitges, etcétera. Las redes de comunicación se mejoran y se va imponiendo un sistema productivo que abarca todo el territorio: las materias primas provienen de Barcelona, los centros industriales se implantan en las ciudades emergentes según una especialización bastante precisa -sostenida en términos generales hasta el siglo XX-, los acabados y la distribución vuelven a corresponder a la capital, que mantiene una red comercial exterior muy activa, con colonias de mercaderes en Cádiz, Sevilla, Zaragoza, Medina del Campo, Lisboa, lo cual representa una ampliación de mercados respecto a la anterior prioridad mediterránea.García Espuche hace una interesante reflexión metodológica. Es posible que los siglos XVI y XVII fuesen considerados durante mucho tiempo como un claro paréntesis regresivo porque los estudios documentales de que se disponía se referían preferentemente a Barcelona y no a las demás poblaciones catalanas, con lo cual el proceso para asumir realmente y por primera vez la capitalidad -con la inevitable reducción de cuotas productivas- podría interpretarse como una decadencia, sin tener en cuenta que se trataba de una descentralización y hasta de una reordenación de todo el territorio de Cataluña para integrar por primera vez un cierto programa nacional. Por esta razón son tan eficaces los datos que aporta García Espuche sobre cerca de 20 poblaciones catalanas. El caso de Mataró, por ejemplo, es, en ciertos aspectos, exhaustivo. En estos temas es de agradecer que el autor no haya olvidado su punto de vista de arquitecto y urbanista que le ha permitido entender mejor en términos espaciales el complejo devenir de las simples estadísticas económicas y demográficas. En resumen, el libro de García Espuche es una aportación original a la reivindicación histórica de nuestros "siglos oscuros" porque subraya un aspecto relativamente nuevo: la organización territorial, la especialización productiva en un sistema urbano que marca el entramado definitivo de Cataluña como nación hacia la modernidad, en paralelo al proceso de urbanización de una buena parte de Europa que, en cambio, no se produjo en el resto de la Península. Un tema que puede leerse incluso como un dato previo al debate que estamos reclamando sobre la actual y futura estructura territorial de Cataluña, el rol de una capital terciarizada y el de las ciudades productivas en un asentamiento metropolitano contínuo. Pero no sé si este debate y la aplicación de sus conclusiones será posible si se confirma el itinerario político que auguran las recientes elecciones legislativas. Habrá que esperar la próxima ocasión, mientras se deteriora pacíficamente la estructura funcional del territorio.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_