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El crecimiento de EE UU lleva a Bush y Gore a abrir la puerta a más inmigrantes Los sindicatos norteamericanos han pedido la 'amnistía' para los seis millones de ilegales

"Debemos dar la bienvenida a los nuevos norteamericanos, los norteamericanos de elección, porque la inmigración legal no es una fuente de debilidad nacional, sino un signo del éxito nacional". El autor de estas palabras, George Bush, gobernador de Tejas, es, desde su victoria del pasado martes en las elecciones primarias frente al senador John McCain, el candidato del Partido Republicano a la presidencia de Estados Unidos. Y esas palabras fueron pronunciadas, precisamente, en el discurso desde Austin (Tejas) en el que Bush proclamó su triunfo en el supermartes.

Qué lejos quedan los tiempos en que los republicanos competían por la Casa Blanca y el Congreso pidiendo que EE UU levantara murallas a la inmigración y anulara todos los beneficios sociales para los inmigrantes ilegales y muchos de esos beneficios para los legales. El crecimiento económico del país, con su sed de brazos y cerebros extranjeros, ha convertido en obsoleto ese discurso, ya reaccionario en su tiempo.Bush se lanza a la batalla final por la Casa Blanca hablando a favor de los inmigrantes y presumiendo de sus conocimientos de castellano. En 1996, Bob Dole, fracasado candidato presidencial republicano, pedía que se prohibiera el acceso a las escuelas públicas de los hijos de los inmigrantes ilegales. Y en aquellos tiempos, Pete Wilson, gobernador republicano de California, imponía en su Estado la medida deseada por Dole, mientras la mayoría republicana del Congreso de EE UU votaba a favor de anularles a los inmigrantes legales vales de comida y asistencia sanitaria.

El cambio de actitud hacia los inmigrantes es la gran noticia de la campaña electoral norteamericana. Gore y Bush compiten por hacerse con las simpatías hispanas y por mostrarse abiertos a unos extranjeros sin los que, como reconoce Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal, la economía estadounidense no podría mantener su vigoroso ritmo de crecimiento sin inflación.

"Nuestra nación fue construida por inmigrantes", dice Al Gore en sus anuncios en español. Cabría añadir que, en estos tiempos de la revolución digital, EE UU está siendo reconstruido por inmigrantes. La primera potencia del planeta está llena de legales e ilegales. Ahora, según la Oficina del Censo, 25,3 millones de personas, casi uno de cada 10 estadounidenses, nació en el extranjero. El 40% del crecimiento demográfico en los años noventa fue debido a la inmigración.

Asiáticos e hispanos

Para encontrar semejantes porcentajes hay que remontarse a 1850, la infancia del coloso norteamericano. Y si la inmigración era esencialmente europea a mediados del siglo XIX, ahora es asiática y latinoamericana. Lo sorprendente es que el flujo migratorio no llega a cubrir las necesidades de mano de obra. Las empresas del sector de alta tecnología están pidiendo que se duplique la cuota de inmigrantes legales.

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La más espectacular muestra del cambio de los tiempos es la decisión adoptada por la AFL-CIO en el congreso que celebró hace tres semanas en Nueva Orleans. La gran central sindical de EE UU pidió oficialmente la amnistía para los seis millones de inmigrantes ilegales en EE UU. Con el desempleo en el 4%, los trabajadores sindicados no tienen el menor miedo a los recién llegados. Al contrario, quieren incorporarlos a sus filas. El 75% de los 250.000 miembros de la Unión de Trabajadores de Hoteles y Restaurantes es nacido en el extranjero.

"Debemos autorizar mayores ingresos de inmigrantes", dijo Gore en Los Ángeles la pasada semana, en su último debate con Bradley. Hace apenas cuatro años ese comentario del finalista demócrata en la carrera presidencial hubiera provocado las airadas denuncias de los conservadores. Ahora, el finalista republicano lo hace suyo. El elemento decisivo en el cambio de actitud republicano es la presión de los empresarios a favor de una apertura a la mano de obra extranjera que les permita saciar la voracidad del consumo estadounidense y resistir las presiones salariales. Y mientras dure la bonanza económica persistirá la tolerancia respecto a la profundización del carácter multicultural y multirracial de EEUU, según señala Frank Sharry, director ejecutivo del Foro Nacional sobre la Inmigración.

Las encuestas son elocuentes. Según una publicada esta semana por The New York Times, el 20% de los californianos decía en 1994 que quería que los políticos en campaña abordaran el tema de cómo resistirse a la inmigración. Seis años después, ese porcentaje es del 2%.

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