El país de las ciudades, Zaplana y yo
"Les pido que tengan fe", parece que espetó nuestro presidente a los asistentes al anuncio del Hollywood valenciano. A mi, la fe no me falta pero la parábola de los panes y los peces no es nada comparado con los ejercicios de prestidigitación a que nos tiene acostumbrado el Muy Honorable por lo que a temas urbanos se refiere. Y digo urbanos porque tiene una especial predilección por vender ciudades temáticas, con una habilidad que ya la quisieran para sí los famosos vendedores de crecepelos que aparecen en los westerns, por no salirnos de lo fílmico. Cierto que esta manía de las ciudades no es un invento suyo. El franquismo era pródigo en tan original invento (la ciudad sanitaria, la ciudad universitaria...).Poner primeras piedras o anunciar futuras ciudades da bastante juego: ilusiona a los crédulos, hace frotarse las manos a los promotores, revaloriza propiedades. Lo de la fe tiene incluso un componente culto, siempre que uno identifique las promesas electorales con la Ciudad de Dios de San Agustín. Quizá podríamos rebautizar a los cementerios como Ciudad de los Muertos para profundizar en la vertiente culta, en recuerdo de las civilizaciones antiguas. Convendrán conmigo en que el empacho es realmente pantagruélico. ¿Cuántas ciudades más nos van a ser anunciadas por el ángel del Señor reconvertido en el perfil fotogénico de nuestro presidente? ¿Acaso querrá contribuir a nuestra formación espiritual al igual que intentó hacerlo con la juventud benidormí utilizando como instrumento del Señor al muy ilustre doctor Conejero por el módico precio de 85 millones?
La Ciudad de la Luz, la Ciudad del Teatro, la Ciudad de las Ciencias, las Artes y los Peces, la Ciudad de la Justicia, la afortunadamente desacreditada Infoville o Ciudad de la Información si no me falla mi francés... Menos mal que no ha cuajado aquella brillante idea de la Ciudad del Ocio donde algunos dirigentes vecinales querían recluir a las ruidosas discotecas y pubs de Xúquer, Juan Llorens y otros sitios de perdición. Decididamente, he perdido la partida. ¡Con lo ilusionado que estaba yo haciendo de apóstol del país de las ciudades desde mi púlpito académico! No sé si podré superarlo porque mis alumnos me responderán en el examen que el país de las ciudades es eso de Zaplana y no una red densa y bien estructurada de ciudades que intercambian experiencias, aprovechan los spilowers information (o sea, por evitar anglicismos innecesarios, los desbordamientos de información) y cooperan en proyectos de promoción económica, formación y otras cuestiones de interés.
Aunque, bien pensado, el error es el mío que estoy de un utópico que daría envidia al mismísimo Fourier. ¿Se imaginan Vds. una asamblea de los alcaldes de las ciudades del País de más de 25.000 habitantes, que se reuniera semestralmente no a comer marisco sino a plantear iniciativas concretas de colaboración? ¿Se imaginan Vds. a Rita Barberá compartiendo mesa, mantel, lengua y, lo que es más difícil, ideas? ¿Se imaginan Vds. la cara que pondrían los alcaldes si aparece en la reunión Serafín Castellano con cara de disolver la reunión creyéndose que era una asamblea ilegal del extinto Consell Metropolità de l'Horta? Definitivamente lo mío es la ciencia ficción y el realismo político pertenece a mi presidente. A partir de ahora propongo que en los libros de texto se defina a la Comunidad Valenciana como "conjunto de ciudades temáticas, reales, en proyecto o imaginarias propuestas por el gobierno autónomo". ¿Vale? Pues adelante con los faroles y a esperar nuevas sorpresas que mola mogollón como dicen nuestras jóvenes pijas.
Josep Sorribes es profesor de Economía Regional y Urbana de la Universidad de Valencia.
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