La transición incompleta
Una consecuencia del dominio que la derecha tuvo en el proceso de transición española de la dictadura a la democracia (erróneamente definido como modélico) ha sido el conservadurismo de las culturas política y mediática de nuestro país, fenómeno comentado por varios observadores extranjeros de nuestra realidad que han señalado que el centro de gravedad del espectro político español está situado más a la derecha que en el resto de la Unión Europea. Ello explica que políticas públicas de centro en la UE, por ejemplo, aparezcan como de izquierda e incluso izquierdistas (de izquierda radical) en nuestro país.Permítame el lector mostrar varios casos representativos de lo que digo. Hoy en Europa el Gobierno del Sr. Blair en Gran Bretaña es considerado como un punto de referencia para el centro europeo. En España, tanto el presidente del Gobierno español, Sr. Aznar, como el presidente de la Generalidad, Sr. Pujol (ambos se autodefinen como líderes del centro español y catalán respectivamente), han expresado en más de una ocasión su afinidad política con el Sr. Blair, representante del centro europeo. Ahora bien, cuando analizamos las políticas públicas más importantes del Gobierno del Sr. Blair, podemos ver que en España tales políticas se considerarían -tanto por aquellos líderes, como por la mayoría del establishment mediático y político del país- como claramente izquierdistas. Veamos. Una de las políticas públicas más importantes del Gobierno de Blair ha sido la de imponer impuestos a los beneficios exuberantes de las empresas privatizadas por el Gobierno conservador de la Sra. Thatcher, destinando tales fondos a la formación profesional y a la creación de empleo. La aplicación en España de tal política significaría que el Gobierno español conseguiría a través de los impuestos sobre los superbeneficios de Telefónica, de las compañías eléctricas y de otras compañías privatizadas más de medio billón de pesetas con los cuales podría, además de rebajar los precios de tales servicios a los usuarios, financiar programas de creación de empleo. Tales fondos podrían contribuir a financiar, por ejemplo, la universalización de los servicios de ayuda a las familias como escuelas de infancia de 0 a 3 años y servicios domiciliarios para personas dependientes garantizando tal provisión como un derecho de ciudadanía. Estos servicios proveerían 230.000 nuevos puestos de trabajo.
El supuesto "centro" español y el "centro" catalán no sólo no han hecho suyas tales propuestas de gravar los superbeneficios de las empresas privatizadas, sino que, al contrario, han aprobado políticas en sentido opuesto, favoreciendo la desgravación de los beneficios de tales empresas privatizadas, ofreciéndoles además incentivos, como ha sido el caso con las compañías eléctricas a las cuales se les ha dado una subvención de 1.2 billones. El lector recordará que, cuando hace unos años un dirigente socialista hizo la propuesta de gravar los excesos en los beneficios empresariales (como lo está haciendo el centrista Blair en las empresas privatizadas), la respuesta casi unánime de los establishments mediático y político del país fue de una dura condena, acusándole de "izquierdista radical". Por fin, tal propuesta ha sido aceptada por las izquierdas, años después de que se condenara por radical.
Veamos otro ejemplo de la falta de coincidencia entre el centro europeo y el centro español o catalán. Una de las primeras medidas que tomó el Gobierno de Blair fue la de eliminar la desgravación fiscal de las pólizas a las compañías de aseguramiento sanitario privado, cancelando a su vez la mercantilización de los servicios sanitarios que la Sra. Thatcher había introducido en el Servicio Nacional de Salud de la Gran Bretaña. La Sra. Thatcher había establecido mercados internos dentro del sector sanitario, forzando a los hospitales y centros de salud a competir (en lugar de cooperar) entre ellos, estimulándoles a que vendieran sus servicios a las compañías de seguros sanitarios privados. Pues bien, el autodefinido centro español y catalán ha aprobado políticas sanitarias en el Parlamento español que son más cercanas a las políticas de la Sra. Thatcher que a las del Sr. Blair. Tanto el "centro" español como el catalán han apoyado una reforma del IRPF que desgrava el aseguramiento sanitario privado estimulando que las empresas aseguren privadamente a sus profesionales y empleados. También han establecido las fundaciones sanitarias dando plena autonomía a cada centro público sanitario, estimulándole a que optimice sus ingresos a base, por ejemplo, de contratos con las compañías de seguro sanitario privado con lo cual veremos (como ocurría en el SNS británico bajo el Gobierno de Thatcher) en los hospitales públicos salas para pacientes públicos y salas para pacientes privados que tendrán privilegios negados a los pacientes públicos, rompiendo así con el principio básico en el Sistema Nacional de Salud que a la población se la atiende según su necesidad y no según su aseguramiento.
Estos son ejemplos de cómo lo que es centro en la UE se define como izquierdista en nuestro país y cómo las políticas supuestamente centristas en nuestro país son semejantes a las derechistas en la UE. Entre estas políticas diferenciales hay una que está perjudicando muy seriamente al país; el amplio consenso en el "centro" español y catalán de que no puede aumentarse el gasto público. Pudimos leer hace sólo unas semanas en este diario a un articulista (que también se define de centro) alertando al lector que una consecuencia del gobierno de izquierdas sería una expansión del gasto público, rompiendo con la estabilidad de tal gasto que él consideraba necesario para el bienestar económico del país.
En realidad este punto de vista "centrista" es representativo de la enorme mayoría de los medios de información españoles. No hay ningún diario en España que haya editorializado en los dos últimos años a favor de un aumento del gasto público y/o social, tal como lo han hecho Le Monde en Francia, The Guardian en Gran Bretaña y muchos otros diarios de orientación de centroizquierda, realidad que refleja la menor diversidad ideológica de la prensa en España que en la mayoría de países de la UE. Pues bien, esta petición de no aumentar el gasto público y social (de los más bajos en la UE) se está haciendo en un periodo en que el gasto público y social como porcentaje del PIB ha disminuido notablemente sin que ello haya sido editorializado críticamente en ningún diario. En realidad, el articulista supuestamente de centro al que hice referencia antes, en su evaluación del Gobierno de Aznar en un artículo más reciente, definía la política social de tal gobierno como brillante, gracias a haber seguido políticas centristas. Tales "brillantes políticas centristas" se han caracterizado por un descenso muy notable del gasto público y social. Este último ha descendido de un 22.51% del PIB en 1996 a un 20.7% en 1999, distanciándonos todavía más del promedio del gasto social en la UE. También han disminuido los fondos públicos estatales a la Seguridad Social, que
financia las pensiones (de las más bajas de la UE). Un descenso similar ha ocurrido en los servicios de ayuda a la familia, en la educación pública y en la sanidad pública. El descenso del gasto sanitario público como porcentaje del PIB es incluso mayor si se excluye el capítulo de farmacia, que consume más del 20% del gasto público sanitario español, debido al enorme poder de la industria farmacéutica. El gasto público sanitario no farmacéutico per capita es hoy de los más bajos de la UE, escasez que explica en gran parte los grandes problemas del sector sanitario español, incluyendo el catalán. Igualmente, el gasto educativo público ha descendido de un 4.97% del PIB en 1996 a un 4.84 en 1999, aumentando todavía más la distancia con el promedio de la UE, 6.4%.
Paralelamente a esta disminución del gasto público y social, hemos visto un aumento muy favorable de los beneficios empresariales (y sobre todo de las empresas privatizadas) a la vez que ha ocurrido un descenso de la participación de los salarios en la distribución de la renta nacional. Estas políticas públicas muestran que los que se autoproclaman como de centro en España son, en términos europeos, derecha. En realidad la derecha española está más a la derecha que la gran mayoría de la derecha europea. La mayoría de los partidos de la derecha europea, por ejemplo, ha condenado los regímenes fascistas y nazis que tuvieron en sus propios países. Este no ha sido el caso en España donde el PP no sólo no ha condenado el régimen franquista, semejante a aquellos regímenes nazi y fascista, sino que incluso ha favorecido que las fuerzas profranquistas canalicen su voto hacia el PP, lo cual explica la situación paradójica que en un país como el nuestro donde todavía hay miles de bustos del dictador en plazas públicas no haya un partido ultraderechista. Como comentaba irónicamente el periódico The Guardian recientemente (2.12.99), España es el único país en Europa que no tiene derecha ni ultraderecha. La diferencia entre Austria y España es que en Austria el Sr. Haider y sus seguidores están fuera del PP austríaco y en España están dentro del PP.
Es muy importante para la salud democrática de nuestro país que la transición se complete y se corrijan los déficits democráticos, incluyendo la corrección del discurso, cultura y prácticas políticas para que éstas estén más de acuerdo con el resto de la UE. Necesitamos una derecha democrática y dialogante que rompa clara y definitivamente con la ultraderecha y el franquismo, condenando a ambos. Y necesitamos también unas izquierdas plurales que, como ocurre en el resto de Europa, gobiernen el país modernizándolo, lo cual pasa por una convergencia no sólo monetaria y económica sino también social hacia Europa, con una expansión muy notable de nuestro Estado del Bienestar, profundizando notablemente en los cambios ya iniciados en los años ochenta, incorporándose a las políticas socialdemócratas de Europa que han mostrado que equidad y eficiencia económica no sólo no son incompatibles sino que son complementarias.
Las notas de alarma de desastre económico que tanto la derecha española como la catalana han anunciado en caso de que gobiernen las izquierdas, contrastan con voces más objetivas, tales como la del corresponsal económico del New York Times en Europa, el Sr. A. Andrews, que en un artículo en el Herald Tribune (9-10, 1999) sobre la situación económica en Europa, concluía que "podemos hablar de nuevo del sorprendente milagro de recuperación de Suecia, confirmando que han sido los países que han seguido con mayor consistencia la estrategia socialdemócrata, es decir, los países nórdicos escandinavos y el Gobierno de Jospin, los que han sido más exitosos económicamente en Europa". Tanto Suecia como Dinamarca, así como Francia (gobernados por alianzas y/o coaliciones de izquierdas plurales que incluyen a socialdemócratas y comunistas) están llevando a cabo políticas económicas y sociales socialdemócratas que incluyen políticas expansivas del Estado del Bienestar que han facilitado su recuperación económica. El programa de gobierno propuesto por las izquierdas en España es un programa que ha mostrado en otras coordenadas su equidad social y su eficiencia económica.
Vicenç Navarro es catedrático de Políticas Públicas de la Universidad Pompeu Fabra.
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