Triqui, triqui
Una mujer quisquillosa como yo, que acaba de ser amenazada por el presidente Aznar con que no va a ponerse a la altura de Europa si no le vota, una mujer así, perdonen que insista, es capaz de todo. Veo y escucho conspiración y maldad por cualquier parte y debajo de cualquier boina aldeana.Porque sólo el contubernio puede explicar que, coincidiendo con la recta final de la muy disputada campaña electoral, haya vuelto a nuestra realidad un fantasma del pasado llamado Demis Roussos.
Pasé, con dificultad pero pasé, por las horas de nauseabunda agonía que me infligió la retransmisión de la elección de Miss España desde Fuengirola, uno de los recintos patrios que mejor representan, junto con Covadonga y la Boutique de Jose, las esencias del resurgimiento del ser nacional anclado. Soporté el interrogatorio al que un jurado, que igual podía haber condenado a muerte a Sacco y Vanzetti, sometió a las bellezas concursantes; me rehíce del desvanecimiento que me provocó el cacareo incongruente con que respondieron las participantes, y no permití que la vergüenza ajena menoscabara mi fe en mis compañeras de sexo. Aguanté a lord Anson, puro rijo académico, y a la alcaldesa local, una estricta gobernanta, cuando enumeraron las cualidades inherentes a la mujer española que, durante un año, la elegida tendrá que lucir por el extranjero dejando el pabellón bien alto.
Y todo para llegar a este golpe bajo, esta aberrante noticia: Demis Roussos, la mole del terror con túnica y voz de sarasa altamente inflamable que torturó la primera mitad de nuestros heroicos años 70, se encuentra de nuevo entre nosotros e intenta recuperar nuestro mercado. No puede ser casual. O forma parte de la campaña del aznariaje para socavar la moral de quienes aún no nos hemos rendido a sus encantamientos, o verdaderamente ya ha corrido por el mundo la voz de que somos memos y se nos puede colar cualquier cosa de matute (en plural: Abel, que menudo globo tiene por la alusión de la Thatcher contra la Armada dizque Invencible).
Un catedrático en psicología, que se ha entretenido observando los gestos con que Aznar, Almunia y Frutos se dirigen al respetable en los mítines, ha llegado a la conclusión de que el primero se muestra poco flexible y podría parecer autoritario; el segundo no es que sea mucho menos rígido pero sí parece pelín más comunicativo y respetuoso; y en cuanto al tercero, pues tiene como más soltura humana, más garbo. Lo que yo me pregunto es cómo analizaría el mencionado estudioso el retorno de la masa griega que hace casi 30 años nos atemorizó con su "Triqui, triqui, triqui, triqui...". ¿Podemos estar seguros en un mundo en que tales reapariciones son posibles?
Algunos dirán que, para compensar, se anuncian nuevas actuaciones de David Copperfield en las que hará desaparecer gente a troche y moche. Mas, ¿de qué lado está? ¿Por qué viene ahora, justo cuando Almunia acaba de empezar a hablar claro de su contrato con el electorado?
Los dedos se me hacen huéspedes.
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