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Reportaje:

Los médicos de urgencias se rebelan

Madrid Los médicos de urgencias, entre 8.000 y 10.000 en toda España, se han cansado de las buenas palabras. El pasado 20 de enero, la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES) convocó en Madrid a 120 jefes de servicio para plantear la situación de colapso en la que muy frecuentemente se encuentran los servicios de urgencias. La sociedad reclama el reconocimiento de la especialidad de médico de urgencias y la jerarquización de los servicios, además de los medios necesarios para una correcta atención. Por su parte, la Confederación Estatal de Sindicatos Médicos (CESM) ha convocado a partir de hoy una huelga en las urgencias de los centros del Insalud por cuestiones laborales, que no ha recibido el apoyo de la SEMES.

De los 13 millones de españoles que cada año acuden a un servicio de urgencias hospitalario, sólo un 30% son emergencias reales. Pero las urgencias, consideradas la joya de la corona de la sanidad pública española por su grado de eficiencia y la calidad del servicio, se están convirtiendo cada vez más en la puerta de acceso a los servicios sanitarios, y eso las sitúa frecuentemente al borde del colapso. El 80% de las personas que acuden a estos servicios lo hacen por propia iniciativa. Ningún médico se lo ha indicado. Y de todos los pacientes atendidos, apenas un 10% es ingresado, lo que indica que las urgencias son utilizadas por los usuarios como un atajo para obtener diagnóstico inmediato y asistencia rápida.Según Manuel Moya Mir, coordinador de urgencias del hospital Puerta de Hierro, de Madrid, los motivos de consulta son tan variados y variopintos que van "desde lo más banal, que ni necesitaría ser visto por un médico, hasta lo más grave, que es cuestión de vida o muerte". Un tercio de las urgencias justificadas están motivadas por enfermedades coronarias, pero los servicios deben estar preparados para atender cualquier patología rápidamente.

De ahí la importancia de que cuenten con suficientes médicos adecuadamente preparados. La formación y el número de facultativos depende en cada servicio de urgencias del tamaño del centro y de que éste esté o no acreditado para la docencia. El 57% de los facultativos de urgencias son médicos generales (que en su momento obtuvieron el certificado de convalidación), el 20% son médicos de familia, el 10%-15% son internistas y el 5% está integrado por otros especialistas. Éstos forman el personal de plantilla, al que hay que añadir los médicos residentes en formación (desde el primer curso hasta el quinto).

La mitad, residentes

En estos momentos, la mitad del personal médico de urgencias está integrado por residentes de primero y segundo cursos (conocidos como R-1 y R-2) de distintas especialidades, que rotan por este servicio en condiciones horarias y de dedicación muy estresantes. "Esto no debería ser así, pues, aunque los residentes no aumentan el riesgo de error, sí hacen más lento el ritmo de atención. Está comprobado, además, que los meses siguientes a la incorporación a urgencias de los R-1 se dispara la demanda de pruebas diagnósticas -análisis, placas de rayos X o electrocardiogramas-, porque este médico no tiene la seguridad ni los conocimientos necesarios para hacer un diagnóstico clínico, es decir, por los síntomas que presenta el paciente", indica Salvador Juárez Alonso, coordinador de urgencias del hospital La Paz, de Madrid.

Aunque los residentes trabajan bajo la supervisión de facultativos experimentados, los médicos de urgencias solicitan que todo el peso de este servicio descanse sobre los facultativos de plantilla del hospital y éstos sean ayudados por los residentes.

Juárez recuerda como anécdota que siempre que ha habido huelga de residentes y se ha reforzado el servicio con facultativos experimentados se han reducido drásticamente los tiempos de espera. Estudios desarrollados por la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES) demuestran, además, que cuanto mayor es la cualificación del profesional, más barato es el servicio médico que presta.

El tiempo medio de atención a un paciente en urgencias es de cinco horas: suficiente para diagnosticar, estabilizar al enfermo y enviarle a casa o ingresarle. Algunos casos requieren una observación de 24 horas, el periodo máximo que deberían permanecer los pacientes en este servicio. Pero, como indica José Francisco Perianes Matesanz, coordinador de urgencias del hospital de Móstoles (Madrid), a menudo los pacientes están allí varios días porque no hay suficientes camas libres para ingresarlos. "Cuando un paciente no puede ir a la planta que le corresponda por falta de camas es que se ha producido una mala programación hospitalaria. Y esto ocurre con mucha frecuencia".

En enero y febrero se producen los momentos de mayor tensión porque las urgencias aumentan un 10% a causa sobre todo de procesos respiratorios en ancianos, y además se incrementa la cirugía programada del hospital, de modo que los servicios se ven desbordados y los pacientes acaban invadiendo los pasillos y los despachos.

Los días de mayor afluencia varían según el tipo de hospital y su localización. Así, el hospital de El Escorial, enclavado en la sierra madrileña, tiene más trabajo los fines de semana y en vacaciones, según su responsable de urgencias, Miguel Mariné Blanco. Justo lo contrario que los grandes centros de Madrid capital. "Si hay protestas, casi siempre están provocadas por el tiempo de espera o porque se ha atendido antes a un enfermo que ha llegado más tarde, pero estaba más grave", añade. Existe el deber de informar a los familiares del enfermo cuando hay resultados de pruebas o al menos cada dos horas. Pero los médicos de urgencias no están siempre en condiciones de cumplir esta norma.

Por el reconocimiento de la especialidad

Desde hace diez años, la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias (SEMES) viene solicitando el reconocimiento legal de la especialidad. Esto supone la creación de una especialidad por la vía MIR (médico interno residente), único sistema reconocido en España para la formación de médicos especialistas.

"Casi podríamos decir que el batiburrillo de médicos y especialistas que trabajamos en las urgencias hospitalarias estamos como furtivos, puesto que no se sabe muy bien qué somos dentro del conjunto de facultativos del hospital", afirma José Millá Santos, presidente de SEMES desde 1988 y jefe de urgencias del hospital Clínico de Barcelona.

Son varias las razones en las que se fundamenta esta petición: hay una gran demanda del servicio que prestan estos profesionales; existe un cuerpo doctrinal, esto es, un contenido de conocimientos de la especialidad, y se dispone de la estructura adecuada para la formación de este tipo de facultativos.

Los beneficios de la creación de la especialidad, según la SEMES, serían los siguientes: mejoraría la atención al enfermo; se evitarían muchas de las demandas judiciales presentadas por errores médicos que se hubieran evitado de ser atendido el paciente por un especialista, y se evitarían gastos por el exceso de pruebas diagnósticas solicitadas por los residentes. Hay que tener en cuenta que la mitad del personal médico de urgencias son residentes del primero y segundo año de formación.

"Nos sentimos dolidos, decepcionados y hasta cierto punto maltratados en algunas ocasiones. Hemos mantenido sucesivos contactos en estos últimos diez años con cinco ministros de Sanidad y Consumo y otros altos cargos", además de con el Consejo de Especialidades, dice Millá. "El resultado siempre ha sido el mismo: buenas palabras, pero finalmente, nada".

El síndrome de 'de hoy no pasa'

"Mire, doctor, llevo tres meses con un dolor aquí, en el hombro, que yo no sé si será reúma o qué. Pero me he dicho: 'de hoy no pasa', y me he venido a urgencias". Ésta es la cantinela que, con diferentes motivos de consulta, entonan al llegar a urgencias miles de personas al año, hasta el punto de que los médicos de este servicio hospitalario lo han acuñado como el síndrome de "de hoy no pasa".

"Naturalmente, se suele tratar de procesos banales o al menos no importantes, que a menudo remiten espontáneamente. El paciente debería ir a su médico de cabecera. Pero para ello tendría que pedir cita y si luego el médico le manda al especialista, tendría que esperar unos días más, y si éste le pide pruebas, la cosa se alarga... El paciente piensa que si va a urgencias le atenderán en el momento, sin cita previa, y en apenas unas horas, le harán todas las pruebas que sean necesarias para el diagnóstico", comenta Tomás Isasia Muñoz, coordinador de urgencias del hospital de la Princesa, de Madrid.

Además de esta demanda injustificada, los servicios de urgencias atienden a veces a otros "clientes muy pintorescos", en palabras de Isasia Muñoz. Son los llamados peloteros, según la jerga del servicio. Camellos que la policía detiene y que llevan pequeñas bolsas de droga en el intestino. Estas personas son conducidas a urgencias y allí permanecen hasta que se comprueba mediante control radiológico que han expulsado en las heces todas las bolsas. "A veces les tenemos aquí días", dice Isasia, "paseando por los pasillos escoltados por la policía. No podemos administrarles laxantes ni enemas, ya que eso supondría un riesgo de rotura de la bolsa, que les produciría la muerte".

Los pastilleros son otros visitantes relativamente frecuentes, especialmente en los grandes hospitales. Son personas que ingieren altas cantidades de pastillas, principalmente psicofármacos, en un intento de suicidio. Tras el lavado de estómago, se procede a una valoración psiquiátrica del riesgo suicida y se les envía a casa.

Otro gran capítulo de la demanda lo constituyen las urgencias sociales. Un ejemplo muy típico es el del matrimonio de ancianos: uno de los dos cónyuges se pone enfermo y el otro no puede estar solo, de modo que acaban los dos en el hospital. O la madre sola con un niño pequeño, que tiene que ingresar y no tiene con quién dejar a su hijo. Otro tanto sucede, sobre todo en invierno, con los mendigos, que acuden a buscar techo, calor, comida caliente y algún bálsamo para las heridas de la indigencia.

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