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Reportaje:

Todos los párvulos vienen de lejos

Miquel Noguer

Esta mañana, Najwa y Fátima están contentas como nunca. A pesar de tener sólo cuatro años, están compartiendo clase, y sobre todo juegos, con sus compañeros de P-5, un año mayores que ellas. Gracias a esta experiencia, Najwa, Fátima y los demás compañeros de su curso pueden relacionarse, dentro de la escuela, con niños autóctonos y catalanohablantes. Si no compartieran clases con los niños mayores, los alumnos del grupo de P-4 de la escuela La Monjoia de Sant Bartomeu del Grau (Osona) lo tendrían difícil para integrarse en Cataluña, puesto que todos son hijos de inmigrantes magrebíes.La experiencia de juntar grupos varias horas a la semana es la principal herramienta que han ideado los profesores de la escuela pública de Sant Bartomeu del Grau para ayudar a la integración de los numerosos niños magrebíes que allí estudian. Hace ya mucho tiempo que en la escuela hay hijos de inmigrantes, pero hasta este año no se había dado el caso de que toda una clase fuera de origen magrebí, concretamente la de cuatro años. Para permitir la integración de estos alumnos, todo el profesorado de la escuela La Monjoia decidió apostar por la imaginación y por "adaptar la escuela a los niños y no al revés", tal y como asegura la jefa de estudios Teresa Feu.

Entre los cambios introducidos en el funcionamiento de la escuela se encuentra la fusión de dos grupos durante al menos dos horas diarias. De esta forma, los niños de P-4 se relacionan con los de P-5, un grupo en el que hay pocos niños magrebíes. Las horas en que los dos grupos trabajan conjuntamente, los maestros organizan actividades que obliguen a los niños a estar en contacto permanente y a relacionarse de forma muy estrecha. Así practican el catalán y llevan a cabo experiencias de intercambio cultural permanente.

Para los niños mayores, mayoritariamente catalanohablantes, compartir clase con los más pequeños no significa ningún problema. El director de la escuela, Josep Maria Freixenet, asegura que los mayores se sienten con la obligación de enseñar lo que ya han aprendido a los más pequeños. "Como saben que tendrán que enseñar a los pequeños, los de más edad se espabilan en aprender más rápido".

Por el momento la experiencia es todo un éxito. Así lo demuestra el hecho que, en tan sólo un año, muchos de los niños del grupo de P-4 han conseguido un nivel óptimo de catalán y de comprensión de las explicaciones de los maestros. "Hace un año, muchos de ellos no entendían absolutamente nada de lo que les explicábamos", cuenta Teresa Feu mientras ayuda a Fátima, de cuatro años de edad, a vestir su disfraz de princesa. Para sentirse más elegante, la niña no duda en pedir la funara, un elegante pañuelo árabe que desde este curso forma parte del vestuario del taller de disfraces de la escuela.

Aparte de la realización de clases conjuntas, el centro osonense ha trabajado a fondo para vincular a los padres magrebíes con la educación de sus hijos. Periódicamente hay encuentros entre todas las madres, tanto inmigrantes como autóctonas. Debaten sobre la educación de sus hijos y se explican sus problemas. "Para unas es la excusa perfecta para salir de casa, para otras significa poder dedicarse toda una tarde a sí mismas", asegura la jefa de estudios.

El caso de la escuela de Sant Bartomeu es casi único en Cataluña, puesto que, además de contar con toda una clase con niños de origen magrebí, este colectivo supone el 35% del total de los alumnos de la escuela. Otras poblaciones de la comarca de Osona también han visto como en los últimos años se ha incrementado mucho el número de alumnos de origen magrebí y que requieren una atención especial por el desconocimiento del idioma vehicular. En el caso de Vic, para el próximo curso se prevé que los alumnos magrebíes supongan el 17% del total de los que empiezan el parvulario. Hace cinco años sólo eran el 3,5%. En Manlleu las cifras son similares. Del 11% del actual curso, se pasará a un 17,3%.

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Una de las escuelas de Vic que mayor número de inmigrantes recibe es la Balmes-Andersen. Ramon Sitjà, profesor de este centro, asegura que el hecho de que en una clase haya cuatro o cinco niños de origen magrebí no supone ningún problema. "A los tres años, todos los niños son exactamente iguales y hay que darles las mismas oportunidades", sentencia Sitjà, que así pretende tranquilizar a los padres que temen que la presencia de inmigrantes en el aula haga bajar el nivel de la educación que reciben sus hijos.

Ahora, la comunidad educativa cree que hay que mejorar la educación secundaria para que permita seguir trabajando en la integración de los inmigrantes. En el caso de Sant Bartomeu, el profesorado se queja de que los niños de 12 años ya tengan que ir a estudiar al instituto de Vic, lo que les crea algunos problemas para adaptarse al ritmo de la secundaria, dado que el profesorado ya no puede estar tan pendiente de cada alumno como en las escuelas de pueblo. Esto desanima a los profesores de la escuela pública La Monjoia que no han ahorrado esfuerzos para conseguir la integración de los inmigrantes a la escuela, y les ha llevado a pedir a la Generalitat que en el mismo pueblo se pueda impartir, por lo menos, la primera parte de la ESO. De momento no ha habido respuesta.

Susanna Saez

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Sobre la firma

Miquel Noguer
Es director de la edición Cataluña de EL PAÍS, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha trabajado en la redacción de Barcelona en Sociedad y Política, posición desde la que ha cubierto buena parte de los acontecimientos del proceso soberanista.

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