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El descenso de la población rusa y de su esperanza de vida amenaza su estabilidad La longevidad media de los hombres ha pasado de 65 a 60 años desde 1987

Rusia se vacía. Con una extensión de 17 millones de kilómetros cuadrados (34 veces más que España), el país más grande del mundo tiene tan sólo 145,5 millones de habitantes, según acaba de publicar el Comité Estatal de Estadísticas. En 1999 la población se redujo en casi 800.000 personas. Si se mantiene esa tendencia en los próximos años, agravada por un descenso en la esperanza de vida (ha pasado de 65 a 60 años desde 1987), estará gravemente en peligro la estabilidad de un sistema económico y social amenazado ya por una crisis que no acaba de tocar fondo.

Con las mayores reservas naturales del planeta, Rusia podría ser autosuficiente y tratar de tú a tú a potencias como Japón o EEUU de no ser por el malgobierno, la corrupción rampante y una climatología adversa. También si su población aumentase y estuviese mejor repartida geográficamente, en lugar de disminuir de forma imparable y de concentrarse en un 80% al oeste de los Urales, en la zona europea. El presidente interino, Vladímir Putin, parece convencido de que su inmenso país tiene capacidad para acoger a 500 millones de habitantes. Pero las parejas rusas no comparten su optimismo y miran al futuro como a un territorio incierto al que no quieren arrojar a sus hijos.

En 1999 hubo 1.215.800 nacimientos, frente a 2.140.300 fallecimientos, con un saldo negativo de 924.500, que se compensa un tanto con la favorable balanza migratoria, lo que sitúa la reducción en 784.500 personas (algo más del 0,5%), y la población, en 145,5 millones. La evolución está clara: en 1989, todavía en tiempos soviéticos, nacieron 2,1 millones de niños y hubo 1,6 millones de muertes. En 1990 la población superaba los 148 millones. Desde entonces se ha ido reduciendo a un ritmo que ha oscilado entre el 0,02% de 1991 y el 0,3% de 1996, 1997 y 1998. El descenso superior al 0,5% experimentado el pasado año marca, por tanto, una alarmante aceleración del proceso de despoblación.

Campanas de alarma

Los demógrafos tocan a rebato. De seguir a este ritmo, la población podría bajar de los 130 millones en 2015, y el desequilibrio entre activos y retirados provocaría el colapso del sistema de pensiones, que hoy está muy lejos de garantizar a los jubilados una vida digna. Vladímir Sokolin, responsable de Estadística, se muestra, sin embargo, un poco más optimista, y predice que dentro de 15 años Rusia tendrá 138 millones de habitantes, 7,5 millones menos que ahora.

La esperanza media de vida, que en 1987, en plena perestroika de Mijaíl Gorbachov, alcanzó su máximo histórico con 65 años para los hombres y 74,6 para las mujeres, se ha ido reduciendo desde entonces (con algún ligero repunte intermedio) hasta situarse en 60 años para los hombres y 73 para las mujeres. Una diferencia que se explica tanto por motivos biológicos como por factores externos. El superior consumo de alcohol (reconoce beber el 80%) del llamado sexo fuerte es uno de los principales.

Para colmo, las muertes accidentales por envenenamiento por alcohol alcanzan las 35.000 al año, una cifra apabullante, como lo es la de 30.000 asesinatos, más de mil de ellos de tinte mafioso. De hecho, las causas no naturales (accidentes, envenenamientos, suicidios, asesinatos) ocasionan 230 de cada 1.000 muertes de hombres (cuatro veces más que en Occidente) y más de 70 de cada 1.000 de mujeres (un 80% más que en Occidente).

La principal causa de mortalidad (55%) corresponde, sin embargo, a las enfermedades del sistema circulatorio, mientras que el cáncer se anota el 15% de las muertes. Algunos estudios apuntan a que muchos de estos fallecimientos tienen su origen en la malnutrición, el envenenamiento del aire y el agua e incluso el estrés y la desesperanza por el deterioro de las condiciones de vida.

Hace unos días, en el congreso de la Unión de Pediatras Rusos celebrado en Moscú, se puso de relieve otro de los factores que inciden en la disminución de la población: la alta mortalidad infantil. Unos 60.000 niños fallecieron en 1999, el 30% de ellos durante el primer año de vida.

Se calcula que, de los 6.500 niños que nacen anualmente con malformaciones isquémicas congénitas, la mayoría de las cuales exigen pasar por el quirófano, sólo son operados 300. Otro 30% de niños muere a consecuencia de accidentes, y el 40% restante, por causas tan diversas como el asesinato, la negligencia médica, la drogadicción o el suicidio.

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