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Racismo y xenofobia

En los últimos años han ido aumentando las actitudes y las acciones racistas y xenófobas en Europa. Alemania, Suecia, Francia y estos días España han sido escenario de gravísimos actos racistas, que ocupan la atención de los medios de comunicación y las declaraciones de políticos y organizaciones sociales, pero que corren el riesgo de ser rápidamente olvidados, desplazados por el vértigo de la actualidad. Hay que ser conscientes de que estos hechos son la punta del iceberg del avance de las actitudes racistas y xenófobas en Europa, donde los partidos ultraconservadores con contenidos programáticos explícitamente xenófobos tienen un aumento importante de votantes, en ocasiones espectacular, como el que ha permitido incluso formar parte del gobierno al partido de Heider en Austria. El caso de Austria y los sucesos de El Ejido han encendido las alarmas y deben hacernos reflexionar hacia dónde vamos y, sobre todo, qué podemos hacer para luchar contra esto. Todos podemos hacer algo, como individuos, como profesionales y como ciudadanos, y conviene ponerse manos a la obra.

Encuestas recientes realizadas entre universitarios y escolares de la comunidad de Madrid reflejan el avance de actitudes racistas y xenófobas en sectores de población que por su edad y por sus condiciones tradicionalmente tienen las actitudes más abiertas de la sociedad. Hay que decir que la mayoría de los estudiantes y escolares se declaran solidarios, antirracistas y con actitudes positivas frente a la emigración. Sin embargo, alrededor de un quince por ciento de los universitarios se declara racista o xenófobo. Estas actitudes son mucho más frecuentes y exacerbadas en los adolescentes que en los universitarios. Los encuestados consideran que en la Universidad se hace poco o nada para luchar contra estas actitudes. Probablemente tengan razón. No sólo la universidad, sino también otros sectores sociales con gran influencia, como los medios de comunicación, suelen referirse a minorías y emigrantes fundamentalmente para contar hechos negativos, y las referencias a las poblaciones de origen de los emigrantes a menudo tienen connotaciones igualmente negativas, bien de extrema pobreza, bien de conflictos armados y bárbaros, de explotación infantil y de otras calamidades. Igualmente debería extenderse un proceso de reflexión entre las organizaciones no gubernamentales dedicadas a la cooperación y al desarrollo o a la atención al emigrante, que presentan las poblaciones con las que trabajan como víctimas que debemos proteger, olvidando que tienen su propia historia, sus propias redes de solidaridad y apoyo y sus movimientos de reivindicación social y lucha política.

Racismo es un estado mental de carácter subjetivo de pertenencia a un grupo biológicamente superior. Puede ser un estado inconsciente, muy fácilmente explotable en determinadas circunstancias. Xenofobia es la aversión y el temor a lo extranjero. En gran medida lo que está ocurriendo en Europa es la explotación de sentimientos xenófobos que asocian al extranjero con competencia laboral y con delincuencia.

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Las raíces del racismo actual en Europa hay que buscarlas en su tradición colonial y en su más reciente experiencia como receptores de emigración. Los emigrantes, aceptados como mano de obra barata en épocas de bonanza económica, proceden en su mayor parte de antiguas colonias, con lo cual la relación de superioridad está fijada. El genetista de poblaciones Albert Jaquard recoge el siguiente párrafo de un manual del ejército francés publicado en 1957 y utilizado hasta bastantes años después: "el coronel... indica los métodos más apropiados para desarrollar el patriotismo: fortificando el amor a la patria y el sentido de superioridad racial". No necesita comentarios.

Durante el siglo XIX y hasta el fin de la segunda guerra mundial se construyó todo un sistema de referencia racial, en el que, con argumentos supuestamente científicos, se clasificaba a los grupos humanos en razas definidas tanto por sus rasgos biológicos visibles como por supuestos rasgos de comportamiento. La primera clasificación racial, establecida en el siglo XVIII por Linneo, que transcribimos a continuación, contiene ya las semillas de una concepción racista: Homo Americanus: rojizo, bilioso, recto; pelo negro, liso y grueso; ventanas de la nariz dilatadas, cara pecosa; mentón casi imberbe; obstinado, alegre; vaga en libertad; se pinta con líneas curvas rojas; se rige por costumbres. Homo Europaeus: blanco, sanguíneo, ardiente; pelo rubio abundante; ligero, fino, ingenioso, lleva ropas ceñidas; se rige por leyes. Homo Asiaticus: cetrino, melancólico, grave; pelo oscuro; ojos rojizos; severo, fastuoso, avaro; se viste con ropas anchas; se rige por la opinión. Homo Afer: negro, indolente, de costumbres disolutas; pelo negro, crespo; piel aceitosa; nariz simiesca; labios gruesos; vagabundo, perezoso, negligente, se rige por lo arbitrario.

Desde Linneo hasta el fin de la segunda guerra mundial se desarrolló una amplísima literatura antropológica sobre razas, que proporciona la base político-ideológica utizada por el régimen nazi para exaltar su estado totalitario invocando una supuesta raza aria y para exterminar judíos, gitanos, personas con deficiencias y minorías políticas. Científicos de todos los campos no sólo trabajaron y apoyaron la ideología, sino que contribuyeron al desarrollo práctico de políticas racistas. Lorenz escribía en 1940: "en interés de la conservación racial, los seres inferiores deben ser eliminados, incluso con mayor grado de eficacia de lo hecho hasta ahora... Debemos, y es nuestro derecho, confiar en los mejores de entre nosotros y encomendarles que hagan una selección que determine bien la prosperidad o la destrucción de nuestra raza. Muchas personas se sorprenderían de encontrar frases muy parecidas en textos actuales de sociobiólogos, eso sí con un lenguaje más políticamente correcto.

Hubo un silencio vergonzoso por parte de la mayoría de la comunidad científica frente a estas afirmaciones y las prácticas que les acompañaron. Al finalizar la segunda guerra mundial, la UNESCO hizo una primera declaración universal sobre el concepto de raza en 1951, que revisó en 1964, declaró 1971 como año internacional de lucha contra la discriminación racial y dedicó una década entera a esta lucha. Se define raza como el conjunto de individuos o poblaciones que comparte sus complejos genotípicos. Es un concepto estrictamente biológico y dinámico. Los complejos genotípicos se transforman en el tiempo por efecto de los procesos básicos de evolución, y en el espacio por los cruces entre poblaciones diferentes; la historia de la humanidad es la historia de la integración racial. El concepto de raza ha creado tal cantidad de malentendidos y sufrimientos inútiles, que algunos antropológos como Montagu propusieron sustituir en el lenguaje científico el término de raza por el de población. En todo caso, sería bueno que se abandonara el mal uso que se hace del término en los medios de comunicación cuando se habla de raza árabe, raza gitana o raza judía, ninguna de las cuales existe.

La situación actual en Europa requiere que los científicos abandonen actitudes neutrales, contribuyan a clarificar el exacto significado de los conceptos y luchen contra declaraciones ideológicas utilizadas como verdades científicas. La responsabilidad del científico en este sentido es grande, tanto de aquel que utiliza su prestigio para una lucha ideológica basada en premisas falsas, como la de aquellos que encerrándose en su silencio permiten la difusión de estas ideologías. Desde inicios de los años setenta, se ha retomado un discurso supuestamente científico y con un lenguaje renovado, que se utiliza para apoyar ideologías, como en los años de la Alemania nazi. Sería bueno reflexionar sobre lo que transmitimos a nuestros alumnos, sobre los contenidos de algunos libros de texto y algunos artículos de divulgación, y sobre todo transmitir que no existe ninguna base científica que permita justificar actitudes racistas o xenófobas. Eso es pura ideología.

Los movimientos en defensa de los derechos humanos desarrollan una lucha paralela a favor de la integración de los derechos civiles, sociales. Esta lucha se ha desarrollado en tres frentes. El primero es el de la reforma legal, que da el marco para los derechos de las minorías y es responsabilidad de los gobiernos. El segundo es la labor formativa de las mentalidades de los pueblos, estimulando el mutuo respeto, la valoración e interés por lo diferente, la valoración de la mayor riqueza que significa como patrimonio de la humanidad la diversidad biológica y cultural. El tercer frente, por supuesto, es el de la lucha reivindicativa de los propios interesados y de los movimientos solidarios que han de presionar a los gobiernos, educadores y profesionales en su justa lucha para que les sean reconocidos los derechos ciudadanos incuestionables que poseen. En todos estos frentes el papel de la información objetiva, y sobre todo de la educación es fundamental.

Cristina Bernis es vicerrectora de Coordinación de la Universidad Autónoma de Madrid.

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