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Peligroso silencio

La guerra del Ejército ruso en Chechenia terminó su primera fase con la toma de la ciudad de Grozni a principios de febrero. En los próximos meses las fuerzas de Moscú se concentrarán en controlar la región y perseguir a los guerrilleros que, previsiblemente, seguirán actuando. La actitud internacional -desde EEUU hasta la UE, el Consejo de Seguridad de la ONU y el Banco Mundial- ha sido desafortunada y cínica al desentenderse de la población chechena.Los mandatarios, políticos, intelectuales, periodistas y militares que se indignaban en 1999 por la represión serbia contra los albaneses en Kosovo (provincia autónoma serbia) y que enarbolaron el humanitarismo armado durante la operación de la OTAN se han quedado en silencio ante la represión rusa en Chechenia (República autónoma dentro de la Federación Rusa). El argumento ruso -combatir el terrorismo islamista- ha servido para la inacción de los impetuosos guerreros de la palabra. ¿Repugnante limpieza étnica en Kosovo pero aceptable antiterrorismo en Chechenia? ¿Intervención humanitaria por encima del principio de soberanía del Estado en Serbia pero respeto fiel de la soberanía en Rusia? ¿No han comprado la explicación rusa con demasiada rapidez? ¿No valdría la pena tener dudas? El ex primer ministro ruso Sergei Stephasin mantiene que la ofensiva contra Chechenia estaba planificada desde antes de que los guerrilleros islamistas invadieran Daguestán en agosto pasado y previamente a que explotaran las bombas que mataron a 300 personas en Moscú. Existen muchos interrogantes, además, acerca de la autoría de estos atentados. Los entusiastas de la guerra de Kosovo aceptaron la falaz polarización entre intervenir militarmente o no hacer nada. Entonces bombardearon; ahora, atrapados en la razón de Estado, se han limitado a mirar hacia otro lado.

Esta razón de Estado tiene que ver, por ejemplo, con la seria disputa entre los Gobiernos de EEUU, Turquía, Irán y Rusia, entre otros, sobre el paso por esta zona de oleoductos provenientes del mar Caspio. Occidente tiene interés en que Rusia, y no una alianza de mafiosos locales, controle esa región. Sin embargo, que la mejor forma de combatir a los grupos armados del Cáucaso sea la guerra es algo muy dudoso. Además de este interés geopolítico, la principal razón de Estado es que EEUU y Europa han apostado e invertido durante casi diez años por la reforma rápida apoyando a Borís Yeltsin y ahora al presidente en funciones Vladimir Putin, para evitar que el poder sea tomado por las Fuerzas Armadas, extremistas antioccidentales o los neocomunistas. Rusia y los Gobiernos de Occidente coinciden en que la independencia de Chechenia abriría la compuerta a una posible fragmentación de Rusia, y esto deslegitimaría al Gobierno. Por tanto, se ha dejado a Rusia aplastar la rebelión. El pueblo checheno es víctima de esta política

Es grato ver el revuelo que causa que un partido ultraderechista pase a formar Gobierno en Austria. Pero es chocante el contraste con la falta de interés y de medidas efectivas de presión a Rusia ante la suerte de cientos de miles de chechenos. Las personas que han muerto bombardeadas en los sótanos en Grozni y las que han huido sin protección a Ingushetia (donde hay 250.000 refugiados en pésimas condiciones) merecen más preocupación. Rusia no ha recibido ni la mitad de las amenazas que Austria. En cambio, el Banco Mundial liberará 350 millones de dólares en créditos a Moscú en los próximos meses, pese a que Rusia no cumple las condiciones impuestas por esta institución. En la misma línea, lord Russell-Johnston, presidente de la delegación de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, llegó en enero pisando fuerte a Rusia y dijo: "Queremos un alto el fuego, queremos negociaciones, queremos que cese la intolerable situación de los refugiados". Pero al marcharse de puntillas desaconsejó que se impusiesen sanciones políticas o económicas. Lo mismo ocurrió con la UE.

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El Estado ruso y su economía están dominados por los grandes grupos empresariales mafiosos. Un informe del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos indica que la forma de actuar de estos magnates de los negocios y de las finanzas es mayoritariamente ilegal. No quieren, por ejemplo, una reforma fiscal, porque sus bancos están técnicamente en quiebra pero viven de la explotación del Estado, la evasión de las leyes y capital, el manejo de empresas y cuentas fantasma. Putin responde a esos intereses y a los deseos de las Fuerzas Armadas y de parte de la población de reafirmar el papel de Rusia en el mundo. Cuanto menos se exija a Moscú, más se expandirán los tentáculos de la Mafia desde Nueva York a Marbella. Por apoyar el mal menor estamos en las puertas de legitimar a un Estado criminal con armas nucleares.

Desde el verano pasado el Kremlin y sus generales tuvieron las manos libres para librar esta guerra de forma brutal, sin obstáculos internos o externos. Mientras que un sector de la sociedad rusa se ha adherido por miedo, desinformación y nacionalismo a la apelación antiterrorista, EEUU y la UE se han limitado a pedir que, por favor, la guerra se hiciese con más humanidad. Sin atender a las críticas, la respuesta de Putin ha sido mostrar a los chechenos y a otras minorías el duro precio a pagar por buscar la independencia de la federación.

Mientras las fuerzas rusas arrasaban Chechenia asesinando a civiles, generando masivamente refugiados, violando el derecho humanitario e impidiendo la presencia de periodistas y organizaciones humanitarias, Yeltsin reafirmó la nueva alianza estratégica "antihegemónica" con China, y Putin ha firmado una nueva directiva sobre el potencial uso de armas nucleares. El Gobierno ruso ha utilizado como excusa el desatino estadounidense de querer modificar el tratado de antimisiles balísticos para avanzar en su programa de "guerra del espacio", la ampliación de la OTAN y los bombardeos de esta organización sobre Kosovo. La nueva directiva amplía los escenarios posibles en los que Rusia usaría armas nucleares. En febrero, Putin aclaró que el cambio se debe a la ampliación de la OTAN y a los problemas de extremismo religioso en Uzbekistán, Kirguizistán y Tayikistán, además del Cáucaso. Está, además, a punto de aprobar una modernización de las armas convencionales.

No se trata de que la OTAN ataque Moscú, sino de instrumentar sanciones a la vez que estímulos, de presión política firme y resuelta, de cancelar créditos e intentar resoluciones en el Consejo de Seguridad y de exigir la presencia de organizaciones humanitarias. Quizá Moscú hubiese seguido de todos modos con su campaña de exterminio en Chechenia. Pero el resultado es que la política de la inhibición no está dando resultados positivos: el gigante en crisis chantajea a EEUU y a Europa con la amenaza del caos, su poderosa economía ilegal opera hasta los centros financieros internacionales y el discurso militarista antioccidental está creciendo. Por los chechenos y por nosotros, quizá nuestros líderes del humanitarismo sesgado deberían haber dicho algo y tendrían que hacer algo más, urgentemente.

Mariano Aguirre es director del Centro de Investigación para la Paz (CIP).

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