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El Partido Laborista cumple 100 años marcado por la división

Isabel Ferrer

Marcado por las acusaciones de falta de democracia interna y supuestas ansias de "control total" de su líder, Tony Blair, y con el alma partida por culpa de la candidatura a la alcaldía de Londres, el Partido Laborista británico celebró ayer su centenario con un mensaje de unidad que bien pudo interpretarse como una advertencia a las voces disidentes salidas de la izquierda. "Cuando ganamos somos perfectos. En la derrota parecemos divididos", dijo Blair al selecto público que abarrotaba el teatro Old Vic de Londres, para pedir luego la oportunidad de seguir cambiando el Reino Unido otro siglo.Advertido por sus asesores más próximos de que las bases del partido están molestas por lo que consideran la pérdida de valores del laborismo auténtico, Tony Blair llamó ayer "héroes" a sus votantes más fieles, que en este momento son también los más recelosos del estilo casi presidencialista de su liderazgo. Su cumplido sonó sincero desde el escenario teatral londinense, pero el primer ministro británico no perdió un segundo para recordar que la naturaleza misma de su trabajo le obliga a no perder el contacto con otros sectores sociales, en especial las clases medias.

Una vez cumplida su obligación para con la militancia histórica, el líder laborista pasó a enumerar con entusiasmo los cinco objetivos que, en su opinión, servirán para mantener el favor popular del laborismo durante el nuevo siglo. Los dos primeros -la reforma de la sanidad pública, "para convertirla en el orgullo de la nación y la envidia del mundo", y una educación capaz de brindarle oportunidades a todos los ciudadanos- vertebraban ya su programa electoral de hace tres años.

Nuevos lemas

La búsqueda de empleo para todos y la erradicación de la pobreza infantil en el plazo de 20 años podrían servir como lema para las próximas elecciones. Sobre todo porque la brecha que divide en estos momentos a ricos y pobres en el Reino Unido se agranda cada vez más. Su último deseo, trabajar duro para poder mirar "con la cabeza bien alta al resto del mundo", fue pronunciado en tono vibrante, con la mezcla de entusiasmo y firmeza que caracterizan al líder del nuevo laborismo.

Dicha etiqueta le está costando muchos quebraderos de cabeza a Blair, acusado por el ala más izquierdista de su partido de ahogar las voces disidentes. Cuando ayer dijo en el Old Vic que el laborismo "había contribuido a civilizar el siglo XX con sus ideales de decencia y justicia, incluso cuando no ostentaba el poder", todo el mundo asintió. Al pedir el apoyo de todos, o, lo que es igual, la unidad del partido, para convertir en un éxito una segunda centuria, ni siquiera el hecho de que el patio de butacas hubiera sido llenado de nombres cuidadosamente elegidos pudo evitar algunas muecas de desaprobación.

Más información: www.labour.org.uk

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