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Es, no importa qué triste

Los héroes del futuro -aquellos que encabezarán listas municipales, figurarán en sarcásticas comisiones parlamentarias y serán recibidos con los máximos honores en sus pueblos por quienes querrían representar al pueblo entero- acaban de cometer otra de sus heroicidades asesinando vil y cobardemente a dos personas cuya única seña de identidad común consistía en trabajar al servicio de la gente. Sobre todo de otra gente, la que no convierte en héroes a los asesinos ni acepta que haya algo más importante que las vidas humanas, aunque se llame Euskal Herria, pero también de la gente que con toda seguridad aplaudirá el asesinato o de quienes aun no vitoreándolo lo justificarán -lo están justificando-, porque Fernando Buesa, en calidad de electo, y Jorge Díez, en calidad de ertzaina, no hacían sino sustentar el orden democrático, un orden que permite que vivan y se expresen incluso quienes lo tienen por deficitario sin tomarse la molestia de distinguir entre un accidente de tráfico tachado pomposa y torticeramente de crimen de Estado y la bomba puesta con premedita-ción y hecha explotar de la manera más fría y criminal.Fernando Buesa y Jorge Díez han sido asesinados ni siquiera por sus ideas o convicciones personales, por su trayectoria profesional o política, sino por pertenecer a una clase. ETA necesitaba alguien con peso específico y fácilmente accesible para liquidarlo ejemplarmente, y ello sólo para cumplir con su gesto y su destino de asesinar calculando, bastante ingenuamente, que así podrá influir en el proceso, ya sea avisando al PSOE -a quien da por ganador el 12-M- para que se apreste a negociar en un futuro, ya marcándole el paso al PNV para que apriete las filas con EH, sin parar mientes que con ello el PNV perderá más votos y se debilitará de la misma manera que con cada muerte se debilita EH. ¿Será que ahora apuesta por un Lizarra de rebajas? Fernando Buesa fue elegido como se elige una lechuga, con el gesto mercantil del tratante, y fue asesinado sin reparar en las víctimas que la explosión pudiera causar. Por eso murió Jorge Díez, que le acompañaba, pero hubiese podido morir cualquiera: lo importante era el asesinato decidido y planificado, lo de menos, los daños colaterales. Un acto así sólo puede imputarse a quien lo cometió, de ahí que no quepa la sensación de "fracaso colectivo". EH miente y tergiversa cuando dice en su comunicado (seguramente para diluir en el bulto la responsabilidad que conlleva el no condenar un crimen tan execrable): "Entendemos que estos hechos sólo pueden ser entendidos desde un sentimiento de fracaso colectivo", pero es que además nos invita a una siniestra paradoja: en cuanto se les hace alguna insinuación sobre cómo podrían influir en ETA saltan diciendo que ETA es ETA y ellos son ellos, pero cuando ETA comete un asesinato resulta que somos los demás quienes debemos sentirnos responsables.

Estos sinsentidos se producen por la propia idea de "proceso", que nos instala en una carrera colectiva hacia alguna parte cuando las democracias no consisten en una línea, en una flecha con una dirección, sino en movimientos multidireccionales, en contactos variados, en consensos más o menos perdurables, en discusiones multilaterales, en constantes tira y aflojas, en acumular logros democráticos y no en restar distancias. Lo contrario -la uniformidad de pensamiento y de proyecto, la creencia en una redención futura, el invento de un paraíso por venir ante cuyas ilusorias bondades lo actual no puede ser más que imperfección- sólo contribuye a cocinar un caldo de cultivo apto para que surja quien crea que dadas esas condiciones siempre quedará justificada cualquier acción por violenta que fuere, en la medida en que contribuye a acercar la meta final y despeja el camino de males como la pluralidad y la disensión. En este sentido sólo cabe aplaudir la ruptura del Gobierno vasco con EH, puesto que inicia un tímido regreso a la multicentralidad y supone una cura de realismo para quienes desde dentro del propio PNV agitaban el espejismo de Eldorado retroalimentando el de los más irredentos. ¿Continuará?

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