"Se han mitificado y mediatizado mucho las tragedias del rock"
Abre no es un disco fácil. Hace falta escucharlo con atención, dedicarse a él un buen rato para disfrutar la riqueza de su propuesta. "Es un disco grave, no es música de fondo", admite Fito Páez, quien promociona su nuevo disco en España, que presentará con conciertos este verano. "Necesitas tomar tu tiempo, meterte y ver qué sucede allí adentro. Al principio fue un shock para muchos, y se preguntaban qué es esto, qué largas son las canciones, cuántas partes instrumentales, qué pocos estribillos para cantar todos juntos", dice y suelta una carcajada."Es un disco experimental. Ya antes había intentado hacer un quiebro en las canciones, romper el formato clásico del A-B, A-B, y en éste decidí lanzarme"."Y ahora está sucediendo algo increíble; de hecho, la gira por Argentina y toda Suramérica fue maravillosa. Con algunos momentos muy potentes, como La casa desaparecida, que en cada actuación tenía como dos minutos de aplausos. Aplausos que son como de la ópera, de otro género, no del rock".
La casa desaparecida es un tema que habla de Argentina, con una visión íntima y desencantada. "Es mi manera de mirar Argentina, sin ninguna pretensión antropológica, ni historicista, ni política. Al contrario. Argentina es para mí una pasión, no puedo evitar sentirme involucrado. Y sucedió algo curioso, la canción fue muy atacada por la crítica. Como diciendo, ¿y éste quién se cree que es? Me preocupé. Pero después, en la gira, en cada ciudad de cada país, fue la más aplaudida. Eso es muy conmovedor. Me gusta ser una de las versiones de la historia", dice con cierta ironía.
Un tono del que, pese a su buen humor y jovialidad, no quiere abusar. Eso lo explica en Abre, el tema que da título al álbum, una especie de himno espiritual. "Yo llego a Abre por lecturas budistas. Creo que hay algo muy hondo ahí, algo con lo que yo estoy muy comprometido de verdad. Para mí, esta canción está ligada con el fin del cinismo. Es el espíritu contra el ingenio, que es la discusión esencial. El cinismo y el escepticismo son los caminos más fáciles para resolver las cosas. La idea del ingenio es tan pobre, es el chiste rápido. No soy un militante de la espiritualidad, pero la vida espiritual es muy importante para mí".
En contraste con este himno límpido, otra canción, Desierto, plantea musical y emocionalmente la confusión y la inquietud, el desequilibrio. "Creo que declara una zona roja, con la cual todos vivimos. Es una canción de rabia. Yo digo que a mí la música me salvó de la cárcel o del manicomio. Las personas somos muy complejas, hay mucha gente viviendo dentro de uno. Y a veces aparece un desconocido y ¿dónde lo metes? En una canción".
Éste es un álbum discursivo, un poco barroco, muy literario. Es un disco escrito, más que compuesto. "Hay mucha palabra, mucho discurso. Me parece que tenía ganas de decir cosas. No sé, parece que pasó el tiempo y me hice grande en el medio. Y lo voy a contar, joder", afirma con otra carcajada honda y alegre. "Ahora estoy haciendo un álbum nuevo con canciones muy cortitas. No va a durar ni cuarenta minutos", añade.
Lo de hacerse mayor -tiene 36 años- se refleja también en cierta actitud ante la música. En uno de estos temas dice "hasta me parece ingenuo el rock and roll". "Sí, me parece ingenuo y me parece maravilloso también. La épica del rock and roll es muy graciosa. Hay como una épica tanática en el rock and roll. De Morrison, de Hendrix, de los muertos. Pero también la literatura tuvo muertos y los sacrificios se dan hasta en la Biblia. Se ha mitificado demasiado, se ha mediatizado mucho la idea de la tragedia rockera. Y no se acompañó con una discusión estética, como lo hizo el cine o la literatura. El rock dejó cosas importantes, como Hendrix, y cosas que se hacen ahora también. Pero es un poco ingenuo, y ya es hora de que se diga. Yo reclamo y tengo mi parte de rockero, pero ver a alguien como Marylin Manson.... aunque a mí me gusta Marylin Manson, se lo pongo a mi hijo para dormirlo [tiene 10 meses]. Es gracioso".
Babelia
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