Atascados
Repasa el autor la situación que ha derivado en la manifestación de ayer en San Sebastián y el papel que está jugando el Gobierno vasco.Es como una pesadilla que nunca acabase. Las situaciones se hacen ininteligibles, no se sabe para qué hay muerte y por qué hay quien está dispuesto a matar. No se entiende, incluso, el lenguaje del vecino: habla otro idioma, aunque sea castellano. Retuerce las palabras, ya no significan lo que significaban, hay que hacer un esfuerzo continuo para intentar entender. Sospechas que vives en otra realidad, en otro mundo.Las cosas, como en el cuento de Alicia, aparecen al revés: la víctima como culpable, y los victimarios como héroes. Lo importante para el vecino cuando cambia el significado de las palabras no es comunicarse, como le dicen a Alicia en el cuento dos duendes que inventan palabras, lo importante para él es demostrar quién es el que manda, porque el que puede cambiar el lenguaje es el que manda.
Apareció en la redacción del Estatuto de Gernika la palabra "Euskadi" para demostrar quién era el que dominaba, y se sometieron los viejos de derechas que preferían el término de los carlistas, Euskal Herria. Aparecen los de Herri Batasuna -a todo esto esto ya han pasado a la historia los carlistas-e imponen con otra connotación el nombre de Euskal Herria. La utilización errónea de "Estado" por "España", que ha tenido gran éxito, demuestra además el contenido mágico de las palabras, un nacionalista ni siquiera puede citar la palabra maldita de España, para eso se tergiversó la palabra Estado, que cuando la cita en el parte meteorológico un locutor abertzale "chubascos en esta zona del Estado", a uno le da la idea que está lloviendo en el negociado de residuos orgánicos, con las mecanógrafas con paraguas. Lo importante es demostrar quién es el que manda.
Y el amigo de ayer es contemplado como enemigo. Los únicos que no defraudan son los muertos, y a algunos no les perdonan que sigan vivos, que Franco hizo las cosas mal al no matarles. El filósofo y periodista, además de miembro de la Cruz Roja internacional y asesor de las Naciones Unidas, Michael Ignatief, relata la situación de un serbocroata que dispara desde un búnker a un croata que es el padrino de uno de sus hijos, y compadre de francachelas en el pasado, y al no encontrar en su interlocutor razones para lo que se estaba dando, concluye que es la debilidad o inexistencia de Estado lo que acaba permitiendo este caos y la generación de una espiral de violencia incontrolable que hace que personas sensatas, y amigos por de más, acaben pegándose tiros. En Euskadi las víctimas del terrorismo se tienen que manifestar y al Ejecutivo autónomo le sienta mal, y el Partido Nacionalista Vasco dice que es una maniobra electoral. El Estado que tenemos en Euskadi, el autonómico, ni siquiera quiere ser Estado.
Y ha sido, curiosamente, desde que la violencia estuvo en tregua -o en este tiempo de su mayor debilidad- cuando los discursos se han hecho más alucinantes. Se ha cambiado violencia por incoherencia, por contradición.
El Gobierno vasco aparece subversivo consigo mismo. Dijo el lehendakari que el ciudadano no está al servicio del marco jurídico, pero si no pagas los impuestos te embargan las cuentas, y la recaudación que realizan las haciendas forales es la más alta de su historia. Y ojo con la menor crítica, eres un subversivo. La única subversión permitida, como en los estados totalitarios, es la que realizan los que están en el círculo del poder. Y en silencio, como los liberales, rojos, judíos y homosexuales en los tranvías de Berlín en 1933, esbozando una sonrisa de aparente connivencia, te callas ante comentarios como ese de que "la prensa de Madrid nos está satanizando", o por miedo a perder una amistad ni te explicas, lo dejas pasar.
En lugares de confianza vuelve a entonarse en las reuniones de los heterodoxos el "no nos moverán", y ya no son los grises los que vendrán a interrumpir la canción. El Gobierno vasco no quiere ser Estado, sólo quiere serlo para lo que le gusta, para recaudar, por ejemplo.
El mismo hastío del pasado ante la atmósfera autoritaria, el juego de los espejos, de oprimidos a opresores, y casi siempre los mismos oprimidos. Pero los que oprimen ahora probablemente nunca estuvieron oprimidos. Hay ideologías capaces de disfrazar la realidad, hay prácticas que convierten al tirano en tiranicida, o al revés. Por matar, creer que existe una causa, un "conflicto" para hacerlo. O será más ajustado al revés, por matar se inventa el conflicto.
Las mismas declaraciones, las mismas amenazas, los mismos atentados de fin de semana, los amigos de los victimarios manifestándose como si fueran las víctimas, y las víctimas quejándose de la impunidad de los que arremeten contra ellos. Las víctimas no van a la Comisión de Derechos Humanos porque les recibe un victimario.
El que pensara que la estrenada comunión nacionalista no iba a trastornar los comportamientos y transcender a la sociedad se confundió. Los discursos del Partido Nacionalista Vasco se hacen proféticos, religiosos, totalitarios. El lehenedakari Ibarretxe se presenta en un mitin en Bilbao como el mastín del rebaño y Xa bier Arzalluz, que no puede callarse ante el escalafón que se ha otorgado en la parábola Ibarretxe, se presenta como el que cuida al mastín; lo profano, el mastín, lo sagrado, Dios.
La poli vasca hace mutis por el foro cuando son reclamados por unos, esos que ven cómo les queman lo suyo, y hacen de porteros, abren y cierran la puerta a las visitas, en los hospitales donde residen los huelguistas de hambre que son trasladados desde la cárcel. Los niños de hoy no serán los hombres (y las mujeres), sino los euskaldunes de mañana, dice un eslogan de ikastolas. Una parte de la sociedad se rebela aunque lo tachen de maniobra electoral. Igual, hasta votan diferente.
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