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De pesca en el río revuelto del FMI EE UU intenta aprovechar las diferencias franco-alemanas para buscar al sucesor de Camdessus

El jefe de la diplomacia alemana, Joschka Fischer, se marchó relativamente feliz el pasado lunes por la noche de la capital comunitaria después de que la presidencia portuguesa arrancara del resto de colegas un "consenso pasivo" a la elección de Caio Koch-Weser como nuevo responsable del Fondo Monetario Internacional (FMI) tras la retirada del francés Michel Camdessus. Oficialmente, "por motivos personales"; oficiosamente, por discrepancias con Estados Unidos y cansancio tras estar 13 años al frente de la institución financiera internacional. Años duros en los que ha tenido que abordar las crisis de México, sureste asiático, Brasil y Rusia. "La candidatura no ha suscitado ninguna oposición. Ningún país, incluida Francia, ha presentado reservas", dijo Fischer. Pero lo malo para Berlín es que el respaldo a su candidatura se hizo "por defecto y no por méritos", según señalan fuentes diplomáticas, lo cual, sin duda, debería intranquilizar al canciller Schröder, quien ha puesto su orgullo político en juego y se ha empleado a fondo con repetidas llamadas telefónicas en las últimas semanas al presidente norteamericano, Bill Clinton, y al primer ministro francés, Lionel Jospin. Un fracaso al respecto puede crear una seria fractura en la siempre difícil relación franco-alemana.

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Con exquisito lenguaje diplomático, el ministro de Exteriores francés, Hubert Védrine, dijo esta semana en Bruselas que si existe un consenso suficiente en el seno de la UE, su Gobierno no pondrá pegas al nombramiento. Francia ha controlado la dirección del FMI ininterrumpidamente durante las dos últimas décadas (primero con Jacques de la Rosière y luego con Michel Camdessus) y durante 32 de los 53 años de existencia de esta institución, que nació junto con el Banco Mundial de la Conferencia de Breton Woods.

Hasta ahora ha habido un acuerdo de caballeros, según el cual la presidencia del Banco Mundial corresponde a un norteamericano y la del FMI a un europeo. Sin embargo, se escuchan cada vez con más fuerza voces de otros continentes sugiriendo que ha llegado la hora de poner fin a ese pacto no escrito. Japón tanteó a finales de los ochenta ocupar la presidencia del Banco Mundial, cuando su economía era boyante y su prestigio financiero internacional estaba muy alto. Tokio postula ahora para el FMI y ha avanzado el nombre de su ex ministro de Finanzas Eisuke Sakakibara. No parece el momento más adecuado.

Tampoco el Reino Unido se muestra muy entusiasta de que Koch-Weser llegue al FMI. Su ministro de Asuntos Exteriores, Robin Cook, se lavó las manos el pasado lunes en Bruselas al comentar al término de la reunión ministerial europea que la decisión no le compete a él, sino al ministro de Hacienda, Gordon Brown, cuyo nombre sigue rumoreándose como un tapado, si fracasa la candidatura alemana. Brown cuenta con el respaldo de Estados Unidos. Sin embargo, más de un analista pone en duda que el primer ministro británico, Tony Blair, quiera desprenderse ahora de su más estrecho colaborador, al que necesita para preparar su carrera a la reelección.

Estados Unidos no ha podido ser más contundente sobre la candidatura de Koch-Weser: "No nos gusta". Para Washington, no tiene suficiente experiencia política internacional ni tampoco de gestión. Así lo ha dicho el secretario del Tesoro, Larry Summers, quien incluso después de la decisión tomada por los Quince el pasado lunes sigue pensando que la Administración de Clinton sólo dará el beneplácito a la designación del alto funcionario alemán si reúne no sólo el respaldo europeo, sino también las simpatías de los demás países miembros del FMI. Y Koch-Weser no cuenta con demasiadas entre países en desarrollo de Latinoamérica y Oriente Próximo, con los que tuvo que trabajar durante su dilatada permanencia en el Banco Mundial. Koch-Weser tiene 55 años, nació en Brasil, ha trabajado durante más de 25 años en el Banco Mundial y pasa por ser un especialista en cuestiones de desarrollo económico.

Para Estados Unidos, el nuevo director gerente del FMI debe tener "estatura, experiencia y habilidad" para dirigir la reforma de la institución financiera. Pese a insistir en la conveniencia de poner al frente de la organización una persona de reputación mundial, la Administración norteamericana quiere rebajar la función del FMI, de modo que se centre más en la prevención y solución de las crisis y menos en políticas de préstamos al desarrollo de largo plazo.

Además, un candidato con muchas mejores credenciales ante Washington está ya trabajando en el Fondo: el adjunto norteamericano de Camdessus. Stanley Fischer es el primero de los cuatro adjuntos del director gerente del FMI y tiene una estrecha relación con el secretario del Tesoro Summers, del que fue profesor universitario. Desde hace una semana ocupa interinamente el sillón de Camdessus.

Washington vería con muy buenos ojos que esa interinidad se convirtiera en definitiva, pero no es probable que así sea, dado que Fischer carece de suficiente talla política y supondría que EE UU coparía las dos grandes instituciones financieras mundiales.

Pero sí parece mucho más verosímil que si Washington acepta una vez más que la primera poltrona del FMI esté en manos europeas exija a los Gobiernos europeos que acepten la nueva filosofía que quiere imprimir en la organización de la que es el primer contribuyente para calmar las iras del Congreso, que critica el mal uso de la aportación norteamericana en los organismos multilaterales de crédito. Camdessus había pedido que no se repitieran rivalidades como la de la presidencia del Banco Central Europeo entre Francia y Holanda. En esta ocasión, la sangre no ha llegado al río de momento, pero la Unión Europea no sale tampoco reforzada con la gestión de esta decisión si se convierte en realidad el ascenso al frente del FMI de un funcionario considerado demasiado débil por no irritar a Alemania.

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