La masiva participación augura el triunfo reformista en las elecciones legislativas iraníes
Millones de iraníes de ambos sexos guardaron ayer cola en colegios, mezquitas y otros centros electorales para elegir un nuevo Parlamento (290 escaños) y respaldar la política reformista de su presidente, Mohamed Jatamí. La masiva asistencia a las urnas (un 75%, según el Ministerio del Interior, una de las mayores en la historia de la revolución islámica) obligó a extender el horario de votaciones y puede traducirse en un triunfo de los candidatos reformistas. Los resultados definitivos y oficiales no se conocerán hasta la próxima semana debido al complejo sistema electoral del país.
Jatamí, cuyo programa de reformas se ha visto frenado en los últimos meses por la mayoría conservadora en la Asamblea legislativa saliente, prometió, tras depositar su voto, "acelerar el camino para un futuro mejor". Como el resto de los ciudadanos, Jatamí entregó su carné de identidad (una libreta parecida a un pasaporte) al presidente de la mesa electoral, que, tras ponerle el correspondiente sello y hacerle marcar su huella dactilar en el registro, le entregó la papeleta.El presidente tardó casi un cuarto de hora en escribir a mano los nombres de sus 30 candidatos para el distrito de Teherán y, como la mayoría de los votantes, se ayudó de una chuleta. Después de depositar su voto, se dirigió a los periodistas para solicitar la participación de los ciudadanos y prometió aumentar el ritmo de las reformas.
Eran las 11.30 y una larga cola de vecinos del barrio de Yamarán aguardaba su turno para votar en ese mismo colegio electoral, un lugar simbólico junto a la casa del fallecido imam Jomeini, desde donde éste acostumbraba a pronunciar sus discursos.
Poco antes habían cumplido con el ritual el líder espiritual, Alí Jamenei, y el tercer hombre más influyente de Irán, Alí Akbar Hachemí Rafsanyani, que concurría como candidato en varias listas. El mismo entusiasmo de Yamarán se repetía en otras mesas electorales de Teherán, y a juzgar por las imágenes de la televisión local, igual sucedía en el resto del país.
Dado que el recuento de los votos se realiza de forma manual y los resultados no estarán listos hasta dentro de una semana, el nivel de participación resultaba crucial para tener una primera estimación de lo que podía suceder en el reparto de los escaños. El propio Jatamí lo había reconocido dos días antes, cuando, en su mensaje a la nación, pidió que se votara "para poder cumplir las promesas" de 1997.
Su victoria en aquella fecha, y en medio de una ola de entusiasmo popular, se produjo con el 89,28% de participación, batiendo todos los récords de la historia de la República Islámica, donde desde la revolución, en 1979, existe una trayectoria con altos índices de asistencia a las urnas.
En las últimas legislativas, en 1996, votó el 71% del censo (el 56% en la capital). Ahora, según los datos dados a conocer por el Ministerio del Interior, la participación superará el 75%, lo que representa una cifra alta, sin precedentes. Este fervor, según todos los analistas, beneficia a los candidatos de Jatamí. De hecho, según las estimaciones del propio Ministerio del Interior, el hermano del presidente y cabeza de lista de los reformistas en Teherán, Reza Jatamí, ganaría en la primera vuelta con un 25% de los votos.
"En las pasadas elecciones elegimos a Jatamí y ahora queremos protegerlo para que pueda continuar sus reformas", declaraba Kamiar, de 22 años, mientras esperaba para votar en el colegio Razie. Este estudiante de Medicina, que reflejaba el sentir de muchos iraníes, no escondía sus simpatías por el Frente de Participación de Irán Islámico, el grupo reformista que encabeza el hermano del presidente, Reza Jatamí.
Kamiar se mostraba, no obstante, realista. "Sabemos que no vamos a conseguir todo lo que queremos, pero tenemos esperanzas", decía con el asentimiento de varios amigos. Todos llevaban folletos, octavillas o recortes de periódico con los nombres de los candidatos a los que iban a dar su voto, ya que tenían que escribir uno por uno en la papeleta.
La abrumadora mayoría de los entrevistados utilizaban como chuleta la lista del Frente o la publicada por nueve periódicos reformistas que consensuaron una ligeramente diferente. Algunos habían elaborado su propia combinación, ya que el sistema iraní se basa en la elección de individuos y no de partidos.
"Voto para que los diputados mejoren la situación social del país", explicaba un ama de casa de 45 años que se quejaba de la inflación y los problemas de vivienda para los jóvenes. Esta mujer no consideró que fuera complicado preparar el voto. Sin embargo, sólo para copiar los 30 nombres de la chuleta, una joven titulada superior tardó cinco minutos largos, y eso que no se entretuvo en marcar los códigos numéricos para el recuento electrónico.
Sólo sistema manual
El Consejo de Vigilancia, un órgano legislativo paralelo que los reformistas quieren suprimir, prohibió dos días antes de las elecciones ese sistema automatizado que el Ministerio del Interior había anunciado para la capital. En el patio de la Facultad de Idiomas de la Universidad de Azad, los responsables del colegio electoral allí instalado habían sacado dos docenas de sillas con pupitre para que los electores pudieran rellenar sus papeletas. Varios grupos de personas se dedicaban a la tarea intercambiando impresiones y sin preocuparse de la falta de confidencialidad de su elección (en ninguno de los colegios electorales visitados por esta enviada había cabinas que garantizaran el secreto del voto). Muchos reconocían haber pedido la ayuda de amigos y familiares para respaldar "a los candidatos más favorables a Jatamí".
Ni siquiera en los suburbios del sur era fácil detectar votantes de la lista conservadora. Allí, el "es el deber de todo musulmán" o el "lo hago por mi país" sustituían al deseo de mayor libertad y apertura abiertamente expresado entre los electores del norte de Teherán, donde se encuentran los barrios más acomodados de la capital iraní. Sin embargo, en Chahar-Dangeh, un municipio deprimido de las afueras donde en enero hubo algunas protestas, las sensibilidades estaban más a flor de piel.
Uno de los supervisores del Consejo de Vigilancia impidió que esta enviada realizara entrevistas dentro del colegio electoral. Tanto en el norte como en el sur de Teherán llamaba la atención que aparecieran rasgados la mayoría de los carteles electorales de los Servidores de la Construcción, un grupo reformista moderado que a pesar de respaldar a Jatamí ha presentado a Rafsanyani como cabeza de lista.
Por lo demás, la jornada electoral transcurrió tranquila en todo el país y el horario de cierre de los colegios se amplió las dos horas que permite la ley, hasta las nueve de la noche (las seis y media de la tarde, hora peninsular española).
El giro hacia la moderación de la generación revolucionaria
En 1979 hicieron la revolución; para 1995 estaban desencantados, y dos años más tarde recuperaron la ilusión con un hombre poco conocido fuera del país, pero que ya se había ganado el respeto de sus conciudadanos como ministro de Cultura, Mohamed Jatamí. Son los jóvenes radicales del despertar revolucionario que hoy constituyen la avanzadilla política en defensa de las reformas."Mi primer encuentro con la revolución se produjo mientras viajaba por Europa", cuenta una profesora universitaria de 34 años que desde adolescente se implicó en aquel gran cambio político que transformó su país en una república islámica. "Entonces no llevaba chador", explica cubierta de negro de la cabeza a los pies, sin maquillaje o una joya.
Las matanzas de aquel año 1979 impresionaron a la todavía niña que, de regreso a Irán, se implicó enseguida como voluntaria con la sección cultural de los Guardianes de la Revolución, la Fundación de los Mártires e incluso trabajó en la retaguardia de la guerra contra Irak. A los 16 años, aceptó un matrimonio arreglado por un clérigo. "Sí, fue arriesgado", admite, "conozco matrimonios como el mío que no salieron bien, pero yo tuve suerte". De todas formas, hoy no desearía el mismo tipo de boda para su hija.
Música de piano
Pero entonces ni siquiera el amor era importante para ella. "Nuestro objetivo era la religión y la libertad", recuerda. ¿Lo consiguieron? "Hoy, justo hoy, creo que sí, pero hace cuatro años no. Ahora me siento igual que el 11 de febrero de 1979", manifiesta sin ocultar su admiración por Jatamí. Luego hubo un momento, durante el segundo mandato de Alí Akbar Hachemí Rafsanyani, en que tuvo la sensación de que la revolución había fracasado. "Sentí la pérdida de los valores por los que había luchado".
Los conservadores les acusan de haber cambiado de chaqueta. "Entonces prohibieron la música y ahora están orgullosos de invitar a cantantes y músicos a sus mítines políticos", denunciaba un diario estos días. "Lo más importante es con quién estás, no lo que suena", arguye con dulzura, mientras de fondo suena la música de un piano, una novedad reciente en los hoteles y restaurantes de Teherán. Pero las reformas que esta mujer apoya tienen un marco preciso: relaciones con Estados Unidos, antenas parabólicas o turismo, sólo "en la medida en que no nos dañe".
No le parecería bien que se eximiera de cubrirse la cabeza a las visitantes extranjeras. "A quienes se interesan por la civilización iraní, no les molesta llevar pañuelo", dice preocupada de que se interprete como una intransigencia.
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