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Reportaje:

Abortos de alto riesgo penal La interrupción del embarazo se practica en España en condiciones sanitarias seguras, pero persiste el riesgo de complicación judicial

Milagros Pérez Oliva

Quince años después de haberse aprobado la ley que regula la interrupción voluntaria del embarazo, abortar en España sigue comportando el riesgo de acabar en la cárcel o, cuando menos, ante los tribunales. Basta que haya un novio despechado, un marido vengativo o, simplemente, alguien que las quiera mal, para que las mujeres que se han sometido al aborto y los médicos que han intervenido en la operación se vean en el banquillo.A veces, el afán persecutor se ceba en sus víctimas antes incluso de que se haya producido el aborto. Así ocurrió hace un año en Valencia, en un incidente judicial considerado el colmo de los despropósitos. El día 8 de enero, agentes en funciones de policía judicial se presentaban en la clínica Acuarium en busca de una mujer de Murcia que, según la documentación que obraba en su poder, iba a abortar ese día allí. Estupefacción general. ¿Cómo era posible tamaño celo? ¿Cómo se producía semejante despliegue contra un delito aún no cometido?

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Era posible por la concurrencia de un marido despechado y unos jueces que en esta ocasión mostraron una insólita diligencia, pues en el mismo día se había admitido la denuncia en Murcia, se había remitido por fax al juzgado de guardia de Valencia y se habían dictado las medidas para que la policía se personara en la clínica. Todo eso en cuestión de unas horas. La respuesta de la clínica fue escueta: "No tenemos previsto asistir a ninguna señora con ese nombre".

Toda esta operación se montó a partir de una denuncia aceptada por los siguientes "hechos": "Que el denunciante contrajo matrimonio con la denunciada en 1991. Que fruto de ese matrimonio han nacido dos hijos. Que en los últimos cinco meses las relaciones con mi esposa se han deteriorado seriamente, hasta llegar a la separación el pasado mes de octubre. Que mi esposa me ha comunicado que está embarazada y que el presente 8 de enero le van a provocar un aborto ilegal en la clínica Acuarium de Alicante. Que por entender que los hechos pueden ser constitutivos de delito y por desear tener el hijo que se pretende abortar, intereso todas las medidas necesarias a fin de que no se practique el aborto denunciado". Además, el marido pide que se cite a declarar a la denunciada y "que sea reconocida por un médico forense".

Resultaba insólito, como insólita les pareció a los responsables de las tres clínicas que entonces practicaban abortos en Zaragoza otra providencia judicial, en este caso de un juez del Registro Civil: que en adelante se comuniquen todos los abortos que se practiquen. Las clínicas recurrieron alegando que la ley que invocaba el juez sólo obligaba a registrar los fetos de más de 180 días y la inmensa mayoría de los abortos no superan las 22 semanas. Finalmente el asunto quedó archivado, pero por algún tiempo, una sombra se cernió sobre la actividad de las clínicas.

En realidad, la sombra, más o menos tupida, no desaparece nunca, porque, aunque el aborto se practique de acuerdo con todos los requisitos legales, no significa que no haya problemas. Basta que alguien quiera mal a alguien.

Un conflicto familiar de este tipo fue el que llevó a la doctora Norma Giménez a una peripecia judicial de la que apenas hace seis meses que ha salido, y no indemne precisamente, pues, si bien fue indultada en julio pasado y vuelve a trabajar como psiquiatra en la clínica Buenavista de Oviedo, ahí están los antecedentes penales que emborronan ya para siempre su biografía legal. "En realidad, era una situación absurda, pero muy común: una chica de 22 años que tenía problemas con el novio, estaba embarazada y no quería casarse con él. La chica sufría crisis graves de angustia y acudió a abortar con una tía suya que se había hecho cargo de ella porque sus padres estaban en Alemania. Las desavenencias entre ellos provocaron que la familia del novio presentara denuncia contra la chica y contra la clínica", recuerda Norma Giménez.

El problema es que la demanda se tramitó en Oviedo, donde en todos los estamentos, desde el Colegio de Médicos hasta las más altas instancias de la judicatura, predominan posiciones ultraconservadoras en relación al aborto. Su caso es uno de los que ha saltado a los diarios en esta legislatura, como los de Germán Sáenz Santamaría o Gerrit Jan Bosma, y fue objeto incluso de una proposición de ley que instó al Gobierno a concederle el indulto.

Ahora que todo ha terminado, Norma Giménez resume en una palabra la sensación que le queda: "Indefensión". "En los interrogatorios del juez instructor, nunca tuve la impresión de que buscara la verdad, sino hacerme caer", recuerda. En todo el proceso, que llegó al Supremo, nadie examinó a la chica para determinar si realmente había causas psiquiátricas que justificaran el aborto. La sentencia que condenaba a Norma Jiménez a seis meses de cárcel y ocho de inhabilitación, junto al ginecólogo Antonio Martín, se basaba en un informe forense hecho sobre el informe de la psiquiatra. Muchas veces, las clínicas hacen informes psiquiátricos poco concretos, a petición de las mujeres, para evitar que luego puedan ser utilizados contra ellas en conflictos por la custodia de los hijos. Pero a veces lo pagan caro.

Mujeres jóvenes, por motivos de salud mental y en clínicas privadas

En 1998 interrumpieron voluntariamente su embarazo en España seis de cada mil mujeres en edad fértil, un 8,6% más que el año anterior, pero el mapa del aborto presenta notables diferencias: desde las 11 mujeres por cada mil que abortaron en Baleares, a las 2 que lo hicieron en Navarra. La radiografía del aborto muestra además que éste se concentra en los grupos de edad más jóvenes: 5,71 de cada mil mujeres de menos de 19 años abortó en 1998, y 9,13 de las que tenían entre 20 y 24 años. "Lo que estas cifras demuestran es que están fallando las políticas de prevención del embarazo no deseado entre los adolescentes", indica Empar Pineda, portavoz de la clínica Isadora y miembro de la Asamblea Feminista de Madrid.Efectivamente, la tasa de embarazo no deseado sigue siendo muy alta en España. Las cifras son reveladoras: cada día, una adolescente de menos de 15 años da a luz y otra aborta. Y 12 de cada mil chicas de entre 15 y 19 años se quedan embarazadas sin desearlo. Globalmente, 18.000 jóvenes menores de 18 años se quedan embarazadas, de las cuales, unas 7.000 recurren al aborto y el resto tiene el hijo. Francia tiene 10.000 embarazos anuales con más población, y ha decidido poner en práctica una intensa campaña de prevención en los institutos que incluye suministrar la píldora del día de después a quien la pida. "Hay que hacer más prevención y también analizar las vivencias que tienen las mujeres jóvenes de hoy en relación a la maternidad. Es evidente que tienen mucha información, pero algo falla, porque el problema no se resuelve. Hay un problema cultural que debemos afrontar", indica Consuelo Català, portavoz de la Asociación de Clínicas Acreditadas para la Interrupción Voluntaria del Embarazo.

En todo caso, la realidad está ahí. Son 53.847 abortos en 1998, de los cuales, el 97,32% se englobaron en uno de los tres supuestos previstos por la ley: riesgo para la salud de la madre, la inmensa mayoría por causa psiquiátrica. El 64,8% se hicieron antes de las ocho semanas de gestación.

El hecho de que el 97,36% de los abortos fuera practicado en clínicas privadas indica hasta qué punto la ley no ha pemitido normalizar la práctica del aborto en la red sanitaria pública. Salvo honrosas excepciones como las de los hospitales de Móstoles, Leganés (ambos en Madrid), Requena (Valencia) o el del Mar de Barcelona, los hospitales públicos siguen haciendo objeción de conciencia en bloque, lo cual es muy significativo. ¿No existe en toda la red de hospitales un solo médico dispuesto a hacer esta intervención?

Empar Pineda lo tiene claro: "En realidad, la objeción de conciencia la ejercen los jefes de servicio por todos los demás. El planteamiento debería ser justo el contrario: todos los hospitales de la red pública deberían garantizar que tienen al menos algún facultativo que no hace objeción, con el fin de poder hacer efectivo el derecho de las ciudadanas a una interrupción que es absolutamente legal y legítima".

Sólo en tres comunidades autónomas -Comunidad Valenciana, Andalucía y Murcia- está previsto un sistema de concierto o reembolso, de modo que el coste del aborto es asumido por la Seguridad Social. En el resto, la mujer paga la intervención.

Más allá de las críticas a las insuficiencias con las que se aplica la ley, lo que las organizaciones de mujeres y los partidos de izquierda plantean es la necesidad de modificar sustancialmente la actual normativa. "No tiene sentido que en pleno siglo XXI tengamos todavía el aborto en el Código Penal", dice Consuelo Català. Incidentes como la incautación policial de las fichas médicas de la clínica Iris de Albacete no deberían repetirse, según los grupos de mujeres. El movimiento feminista sigue reclamando la despenalización total del aborto, de modo que sea a libre elección de la mujer, sin interferencias y completamente gratuito.

La posibilidad de ampliar la actual ley ha sido objeto de una fuerte pugna parlamentaria en la legislatura que ahora termina y en dos ocasiones se han votado propuestas de ley para modificar la normativa. La primera no prosperó al producirse un triple empate en la votación del Congreso. En la segunda, tras una azarosa tramitación parlamentaria y una virulenta campaña de la Iglesia católica, las proposiciones de ley que proponían los partidos de izquierda no prosperaron. Diputados nacionalistas inclinaron la balanza hacia el "no".

El debate ha quedado colgado para la nueva legislatura. Todo indica que la batalla será dura y un avance del pulso que se avecina lo constituye la proclama que anteayer hicieron los obispos, que llegaron incluso a negarle el pan y la sal electoral a los partidos por no incluir en su programa una marcha atrás en la legislación sobre el aborto, si bien luego dejaron ver que algunos partidos (PSOE e IU, que piden la ampliación) son peores que otros (el PP).

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