Almonte se reconcilia con Doñana
La reserva natural más célebre, la romería más multitudinaria y una playa que atrae a miles de turistas cada año son los vértices que definen a Almonte, un triángulo de 859 kilómetros cuadrados a medio camino entre Sevilla, Huelva y Cádiz. Los almonteños se saben reconocidos por las marismas de Doñana, las carretas de El Rocío y los apartamentos de Matalascañas, pero dispensan distinto trato a cada uno de sus tres puntos cardinales: en la comparación, el parque nacional se lleva la peor parte. La Unesco lo declaró Patrimonio de la Humanidad en 1994, pero muchos habitantes de este pueblo onubense lo han considerado hasta hace muy poco un freno a su desarrollo.Las decisiones políticas encuentran en Almonte una tensa caja de resonancia. El PSOE siempre ha tenido dificultades para encajar a los dirigentes locales -"son una república independiente", dijo en una ocasión el exsecretario provincial de Huelva Carlos Navarrete-, pero suele rendirse a la evidencia: un 60% de los votantes censados en el pueblo mantiene su fidelidad al PSOE. Una circunstancia que los responsables socialistas aprecian, tras comprobar cómo el PP, con Pedro Rodríguez a la cabeza, les arrebataba el Ayuntamiento de la capital onubense en las dos últimas convocatorias municipales.
La colisión entre los intereses conservacionistas y las actividades económicas del pueblo vienen de lejos, pero el conflicto se desbordó en el arranque de los noventa. Los empresarios locales quisieron prolongar el modelo de Matalascañas, que había sustentado un vigoroso impulso económico: hasta 200 constructoras llegaron a tener su sede social en Almonte. Pero la oportunidad del turismo de sol y playa que aprovecharon otros municipios no prosperó. La polémica que levantó el proyecto de Costa Doñana (25.000 plazas hoteleras en el entorno del parque) obligó en 1992 al presidente andaluz, Manuel Chaves, a pedir un estudio a un grupo de expertos. Su conclusión fue tajante: no al turismo de masas. El alcalde de Almonte, el socialista Francisco Bella, olvidó sus deberes partidistas y no dudó en acusar al Icona de tratar Doñana como una "finca privada" y 9.000 almonteños se echaron a la calle para manifestar su desconcierto. El PSOE mandaba entonces en el parque nacional (el 60% en el término municipal de Almonte), en la Junta andaluza y en el Gobierno.
Los expertos señalaron el camino del cambio: turismo rural y la identificación de los productos agroalimentarios con una marca de calidad, la marca Doñana. Ocho años después, Bella sigue al frente del Ayuntamiento, pero su discurso es una muestra de cómo ha cambiado la relación entre Almonte y su entorno natural. "Ahora nos fijamos en experiencias como las de Calvià (Baleares) y Lanzarote (Canarias)", asegura el alcalde. El municipio, que también aporta 15.000 hectáreas al parque natural (55.000 hectáreas de competencia autonómica), se ha comprometido a limitar la oferta de plazas hoteleras a 12.000 (incluyendo las 4.500 de Matalascañas). El conflicto más antiguo con el parque, el que generaban las 3.500 cabezas de vacuno que pastan en fincas de la reserva, está en vías de solucionarse. "Las relaciones han evolucionado muy favorablemente", afirma José María Márquez, de la asociación de ganaderos.
La nueva economía de Almonte, cuyo presupuesto para 2000 es de 2.875 millones de pesetas, ofrece señales del cambio de rumbo: a principio de los noventa había casi 2.000 parados entre los mayores de 16 años empadronados; ahora apenas superan el medio milllar. Almonte, en un desafío a la teoría de la despoblación rural, ha ganado habitantes y en el pueblo se palpa la actividad: el sonido de obras en construcción ocupa muchas de sus calles de casas blancas y los cruces son una parada obligada en el desfile incesante de todoterrenos. "Ahora los jóvenes vienen y van, antes sólo se iban", comenta un frutero en el mercado de abastos.
Las iniciativas de jóvenes empresarios, con poco más de 30años, son las responsables de la creación de empleo. Juan Soltero dejó la agricultura intensiva y se pasó a la ecológica. Su empresa, Agroecología Doñana, se dedica a la exportación de fresas, espárragos y patatas cultivadas sin fertilizantes ni conservantes. Su mercado es Inglaterra y Alemania. Marcos Toro creó Doñanatour para explotar el turismo rural y ofrecer programas de eduación ambiental. Muchos de sus clientes son extranjeros. Félix Sanz, con el apoyo financiero de El Monte, impulsó Vitafresh para envasar zumo de naranja recién exprimido. En todas estas experiencias, la referencia a Doñana como garantía de calidad es omnipresente.
Si antes había 200 constructoras, ahora hay 50 empresas dispuestas a revisar sus procesos para hacerse acreedoras de una etiqueta verde, auspiciada por la Fundación Doñana 21. Esta sociedad, presidida por el ex ministro de Agricultura Luis Atienza (PSOE), ha pilotado la inversión de los 60.000 millones con los que la UE, el Gobierno y la Junta dotaron al Plan de Desarrollo Sostenible (1993-1999) de la comarca.
Aznalcóllar
"El mensaje ya ha calado en los empresarios", asegura Enrique Rodríguez, coordinador del plan de desarrollo. Los emprendedores de la nueva economía almonteña vivieron como un drama la rotura de la balsa minera de Aznalcóllar, pero a toro pasado minimizan sus consecuencias y se atreven con otra lectura: "Lo de Aznalcóllar fue un desastre, pero quizá vino cuando tenía que venir", dice Rodríguez.
La fundación suscita las críticas del Partido Popular. "Es algo inútil, creado para repartir prebendas entre militantes socialistas", sostiene la portavoz de Medio Ambiente del PP andaluz, Beatriz Martín Obando. El Gobierno central declinó formar parte de Doñana 21 (en la que sí participan la Junta y el Ayuntamiento). "Sólo sirven de escudo a la incompetencia del Gobierno andaluz, que es el que debe responsabilizarse de la gestión", asegura Martín Obando, que carga contra la Junta y la fundación por "retrasos en la ejecución y lentitud en la reprogramación".
Los ecologistas sí se muestran satisfechos, pero exigen al Gobierno andaluz que diseñe con celeridad "una buena planificación", que impida que las nuevas empresas se multipliquen con desmesura y produzcan tanto impacto ambiental como otras actividades. "Ahora saben que Doñana puede ser una gallina de los huevos de oro, pero no se la puede exprimir; si no, dejará de poner", advierte Yolanda Menor de Gaspar, de Ecologistas en Acción.
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