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LAS INSTITUCIONES INTERNACIONALES El futuro del Fondo Monetario Internacional MICHEL CAMDESSUS

El autor analiza el papel del FMIy, ahora que deja su dirección, lamenta

no haber avanzado más en los cambios

para promover el mejor ejercicio de

la responsabilidad política del organismo.

El ritmo creciente de la globalización, especialmente de los mercados financieros; la transición en muchos países de la economía planificada a la economía de mercado; y las antiguas dificultades de los pueblos empobrecidos ofrecen un sinfín de retos. ¿Cuál es el papel del Fondo Monetario Internacional a la hora de solucionar dichos retos? Durante 13 años he tenido el privilegio de dirigir un FMI entre cuyos puntos fuertes se encuentran el fomento de la cooperación económica y el proporcionar consejo y asistencia a 182 países tan variados como Estados Unidos y la más pequeña nación isla del Pacífico. El FMI hace esto en virtud de un mandato claro, probado y evaluado, tan relevante hoy como cuando se creó el Fondo, hace más de medio siglo.

La adaptabilidad al cambio ha sido siempre una de las principales características del FMI. Sigue centrado en la política macroeconómica que potencia el crecimiento sostenible. Pero como respuesta a una necesidad demostrada por las recientes crisis financieras, el Fondo pone ahora más énfasis en el desarrollo de sistemas financieros sólidos, así como en el buen gobierno y la transparencia.

Y sin embargo, la gestión de la crisis sigue siendo nuestra actividad más conocida. Esto engloba tanto situaciones que acaparan los titulares de inminente colapso económico, como una ayuda menos visible a países que luchan por conseguir la viabilidad externa y el crecimiento, o a países que buscan ayuda antes de que los problemas se conviertan en crisis.

Como institución que se controla a sí misma, el FMI revisa constantemente tanto el tipo de consejos como los préstamos que ofrece para apoyar a esos países. Pero en lo que a crisis se refiere, es mejor prevenir que curar. Así que estamos modernizando nuestros préstamos para servir mejor a todos nuestros miembros y evitar la propagación de las crisis.

La cuestión de los regímenes de tipo de cambio es básica para la estabilidad monetaria internacional es. En la actualidad tiene lugar un encarnizado debate, incluido el papel del euro una vez alcance su pleno potencial como una de las principales divisas de reserva.

En relación con esto, y claramente como resultado de la reciente crisis en Asia y en otros mercados emergentes, se lleva a cabo un amplio esfuerzo por reformar la arquitectura del sistema financiero internacional en su totalidad, un esfuerzo que debe continuar a pesar de que las perspectivas económicas mundiales sean hoy más optimistas. Aquí el FMI mantiene un papel clave en diversas áreas.

Crear las condiciones adecuadas para los flujos financieros mundiales es vital. Por consiguiente, el Fondo promueve una liberalización plena y ordenada de los movimientos de capital, incluso mediante la introducción de cambios en nuestros Estatutos de Convenio. Para evitar el desorden, al Fondo se le podría permitir el facilitar la presentación de acciones legales por parte de los acreedores en las más graves crisis de deuda.

Por mucho que el FMI se esfuerce en sostener el crecimiento económico y la estabilidad financiera, todavía es probable que ocurran crisis sistémicas. Esto suscita la cuestión de la necesidad de un prestamista internacional de último recurso para proporcionar liquidez en caso de crisis crediticia mundial. Aunque el FMI es lo más cercano a ese prestamista que tiene el sistema financiero internacional, en la crisis de 1997-1998 sus recursos se estiraron hasta el punto de ruptura.

¿Qué podría suceder en una verdadera crisis sistémica mundial? El FMI, como un banco central en el plano nacional, podría estar autorizado para utilizar sus propios activos de reserva internacional, sus Derechos Especiales de Giro o DEG. Podría inyectar liquidez internacional mediante la creación y distribución de DEG, y retirarlos cuando la crisis esté superada.

Existe una amenaza sistémica añadida: la que supone la pobreza. En cooperación con el Banco Mundial y los gobiernos miembros, el FMI estableció la Iniciativa para Países Pobres Fuertemente Endeudados (IPPFE), para proporcionar una reducción de la deuda a los países más pobres. El FMI ha introducido también una nueva forma de préstamos en condiciones favorables, el "Crédito para la Reducción de la Pobreza y el Crecimiento" para unir a los organismos internacionales con los gobiernos y la sociedad civil de los países pobres y elaborar políticas que estimulen el crecimiento y reduzcan la pobreza.

Un elemento común en todas las cuestiones es la necesidad de encontrar una respuesta mundial a problemas mundiales. La nuestra es la primera generación capaz de influir en los asuntos mundiales mediante una cooperación internacional voluntaria, sin emplear el poder militar o imperial. Pero para conseguir este objetivo, son necesarias una coherencia en la toma de decisiones económicas y una responsabilidad política sin precedentes.

Los riesgos que supone el no aprovechar esta oportunidad están ilustrados por el fracaso en el intento de lanzar la siguiente ronda de negociaciones de comercio de la reunión de la Organización Mundial de Comercio en Seattle. Los países industrializados ni siquiera lograron dar el pequeño paso de eliminar las barreras a las exportaciones de los países más pobres y más fuertemente endeudados. Ese fracaso amenaza con poner en ridículo las decisiones de esos mismos gobiernos de anular la deuda de los países de la IPPFE. Perdonarles la deuda no es suficiente: los países pobres deben poder exportar, crecer y reducir la pobreza.

Ahora que dejo el FMI, lamento no haber avanzado más en garantizar el apoyo a los cambios institucionales necesarios para promover el mejor ejercicio y percepción de la responsabilidad política del FMI. La creación de la Comisión Monetaria y Financiera Internacional, el organismo ministerial que se reúne por primera vez en abril del año 2000 es un paso en el sentido adecuado, pero el mundo se merece más.

En lugar de una comisión puramente asesora, se debería establecer el Consejo pleno consagrado en los estatutos del FMI hace 25 años. Es una forma de que el FMI garantice, visiblemente, el legítimo apoyo político de nuestros socios. Otra sugerencia consiste en reemplazar la Cumbre bianual de los países del G-7 por una reunión de los jefes de Estado y de gobierno de los aproximadamente 30 países que tienen Consejeros Delegados en los Consejos bien el FMI o bien del Banco Mundial.

Las decisiones colectivas tomadas bajo los auspicios de las instituciones financieras internacionales deben gozar de legitimidad pública. Es esencial comprender el papel básico que el FMI representa en la definición de la senda tomada hasta el momento en la búsqueda de mayor prosperidad y estabilidad. El mundo no debe perder esto de vista mientras lucha por adaptar las normas mundiales del camino y las instituciones que las supervisan.

Michel Camdessus es director general saliente del FMI.

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