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AULAS

Lazarillos modernos

Universitarios sevillanos reciben becas por ayudar en sus estudios a compañeros con minusvalías

Irene Toro es sorda y Jónatan Sobrino sufre una minusvalía que le hace depender de unas muletas para moverse. Son alumnos de segundo curso de Bellas Artes en Sevilla y están entre los pocos minusválidos andaluces que cursan estudios universitarios, sólo el 6% de un total de 640.000. Y de estos 40.000, un 1%, logra terminarlos.Pero Irene y Jónatan sí esperan terminar la carrera. Ellos cuentan con la ayuda de Maica Ballesteros y Samuel López respectivamente, dos compañeros que les ayudan a tomar apuntes, a mover objetos pesados, a comunicarse con los demás y a superar las barreras, no sólo arquitectónicas, que los minusválidos encuentran en el camino de la integración.

Desde el año pasado la Universidad Hispalense y la Federación Andaluza de Minusválidos Asociados (FAMA) quieren sumarse a esos estudiantes solidarios y tienen un programa de becas en común. Lo extraordinario del caso es que estas ayudas no están destinadas a los alumnos discapacitados sino a sus lazarillos.

Este curso la Hispalense y FAMA reparten 19 becas de entre 70.000 y 140.000 pesetas. Un dinero que, para Rosa Muñoz, directora del Servicio de Asistencia a la Comunidad Universitaria (SACU), no es un pago por los servicios prestados sino "una compensación al esfuerzo de unos estudiantes que, en su mayoría, ya colaboraba con el amigo discapacitado antes de solicitar la beca".

Ese es el caso de Irene y Maica. Se conocieron el año pasado, en el primer curso de la facultad, y Maica se ofreció a echarle una mano a Irene cuando comprobó las dificultades que ésta tenía para tomar apuntes en clase, entender y hacer preguntas a los profesores e incluso relacionarse con los demás compañeros. "Es que, como cuando habla es difícil entenderla, a la gente le daba apuro hablarle", recuerda Maica.

A los pocos meses vieron un anuncio de las becas y se animaron a pedirlas. El año pasado ya le concedieron a Maica 70.000 pesetas y este año ha recibido otras tantas. Ella confiesa que, aunque su ayuda es desinteresada desde el principio, el dinero le ha venido muy bien para pagar la carrera.

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Irene también está encantada. Maica le traduce sus preguntas a los profesores y cuando no entiende algo se para a explicárselo. De la colaboración en clase ha terminado surgiendo una buena amistad. El pasado fin de semana estuvieron de juerga en Madrid, con la excusa de ARCO, la feria de arte. Y Maica terminará aprendiendo el lenguaje de los signos.

Samuel y Jónatan sí se conocían antes de llegar a Bellas Artes. Los dos son de San José de la Rinconada (Sevilla) y el año pasado Samuel ya se comprometió con Jonny a ayudarle en lo que él no puede hacer. Le mueve los paneles, los bloques de barro, o se cuida de que no resbale con los suelos mojados.

Este año Jónatan leyó las bases de las becas por casualidad. Ahora Samuel decidirá en qué gastar las 105.000 pesetas de la ayuda. O un viaje con Jónatan este verano, o sumar para un coche en el que ir juntos a clase.

El año que viene quieren repetir pero dependerá de si pueden hacer frente al gasto en materiales que supone su carrera. Por ganas y compenetración no será, seguro. Irene y Maica, en cambio, ya saben que el próximo curso no podrá ser. Elegirán especialidades diferentes y sus caminos se separarán. Lo que todavía no sabe Irene es si buscará otro compañero. "No lo tengo claro. Además, tengo que contar con que la persona elegida acepte", dice.

Si siguen disfrutando de estas ayudas, seguro que en cuatro o cinco años serán muchos más los minusválidos que salgan de la Universidad con su título bajo el brazo. O bajo el de algún compañero solidario.

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