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Tribuna
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Almería Acoge

La resistencia a asumir los hechos y a reducir la trascendencia de algunos acontecimientos inconvenientes está siempre presente. Hay cosas que no nos gustan y cerramos los ojos ante ellas. Ayer domingo un periódico almeriense se sorprendía de que El Ejido hubiera sido noticia a lo largo de varios días en medios internacionales. Lo de menos es que fueran 500 o 5.000 los ciudadanos españoles que acosaron a la minoría magrebí durante los vergonzantes días de la pasada semana. Lo grave es que hubo y hay acoso social hacia un grupo que carece de los derechos que tienen los españoles y que pertenece a una etnia distinta. Guste o no, los magrebíes de las tierras del plástico almeriense son mano de obra barata y fácilmente explotable.Almería y Andalucía tienen por delante una ardua tarea, como es la de construir o inventar una coexistencia social y cultural. Y sus cimientos residen en convencer desde ahora al hombre medio de la calle de que la contaminación, la mezcla y el cruce de razas, religiones y culturas son inevitables. Sólo desde esa aceptación de la realidad será posible la integración del diferente.

Y en esta misión los políticos son los primeros responsables. Algunos han mostrado desde el principio una actitud clara y tajante de denuncia de la xenofobia que saltó a partir de un asesinato. Otros se han mantenido más bien al pairo, esperando el 12 de marzo. Del alcalde de El Ejido, mejor no hablar, su actitud ofrece un malísimo servicio al propio pueblo que representa. Pero cuando se acaben las noticias de El Ejido, cuando las costas almerienses se llenen de veraneantes madrileños, las mismas personas que ayer sufrieron el acoso seguirán viendo a sus acosadores por las calles, los invernaderos seguirán recibiendo a los trabajadores magrebíes, las desconfianzas y recelos no se habrán borrado. ¿Quién o quiénes serán los que arreglen la convivencia en este pueblo del sur de España? Creo y confío en el trabajo de los maestros y profesores, de los voluntarios de Almería Acoge, de los honestos empresarios que creen en eso que llamamos cohesión social europea. De ellos en gran medida depende dejar atrás una imagen de sociedad intolerante.

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