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Racismo

Miguel Ángel Villena

MIGUEL ÁNGEL VILLENA Una cervecería en medio de un idílico paisaje de verdes praderas, apacibles vacas y sonrientes niños. Los parroquianos beben cervezas, una tras otra, mientras suena de fondo una música de banda. De pronto, un rubicundo joven uniformado se levanta y comienza a cantar El mañana nos pertenece. Algunos clientes se suman al marcial cántico, otros dudan y varios grupos observan con desdén y hasta con indignación. El coro resuena cada vez más, adquiere un tono intimidatorio y anula las conversaciones privadas. Los dubitativos y disidentes empiezan a mirar a su alrededor. Primero con sorpresa, poco más tarde con el miedo grabado en sus ojos. Al final del episodio todos, salvo un indolente borracho, se levantan para gritar El mañana nos pertenece. La escena forma parte de la película Cabaret, de Bob Fosse, y es una de las más geniales descripciones cinematográficas del ascenso del nazismo, narrada en apenas unos minutos de imágenes.

El fantasma de los años treinta planea de nuevo. La extrema derecha ha entrado en el Gobierno de Austria, grupos de vecinos de El Ejido han iniciado la caza del moro, hace unos meses los gitanos de La Vila pagaban los platos rotos de los desmanes de un individuo de su etnia... Mas lo peor es el fascismo cotidiano que se percibe en cualquier transporte público cuando un extranjero irrumpe con su acordeón y pide unas monedas. Escalofriante resulta que pueblos, que hace 30 años emigraban a Francia o Alemania con una maleta atada con cuerdas para limpiar la mierda de las calles centroeuropeas, persigan ahora a los norteafricanos como si fueran conejos. Qué risa provocan aquellos que alegan que este país no es racista mientras algunos arremeten contra los inmigrantes que en España representan una exigua minoría comparada con los porcentajes de extranjeros que viven y trabajan en capitales como París o Berlín. En vez de rubicundos nazis de los años treinta, en lugares como El Ejido han surgido ultras de piel morena. Acallemos la siniestra canción antes de que este ruido de chabolas incendiadas se convierta en un coro.

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