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"El senador Pinochet... bueno, ¿cómo le llaman?"

Simon Brown, el presidente del tribunal, es miembro del Tribunal de Apelaciones, una división del Alto Tribunal de Justicia, y tiene 62 años. Tiene fama de duro y peleón. Entrenado en los recursos de apelación, Brown suele preguntar mucho y pedir jurisprudencia. Ayer, abordó el caso como un asunto "muy importante" y decidió que se oirían los argumentos hasta mañana miércoles 9 de febrero. Durante la sesión, solicitó a los abogados que le presentasen declaraciones juradas concretas sobre algunos casos descritos, que deberán ser elevadas hoy.Lo primero que quiso saber el juez Brown es en qué calidad había adoptado su decisión preliminar el ministro Straw respecto, dijo, "al senador Pinochet". El juez vaciló, miró a su colega, a su derecha, el juez Latham: "Bueno, ¿cómo le llaman?". "Senador Pinochet", le contestó su colega. "Bueno, la decisión adoptada respecto al senador Pinochet". El juez preguntó: "¿El ministro adoptó esa decisión sobre bases políticas ?"

El letrado Nigel Pleming le explicó que no era así, que el ministro había explicado en la Cámara de los Comunes, el 12 de enero, que su decisión era "casijudicial", sujeta a los tribunales. "El ministro -dijo Pleming- insistió mucho en este punto. Aclaró que no decidía sobre bases humanitarias o de compasión, sino porque Pinochet está incapacitado para someterse a juicio". El letrado leyó párrafos de las afirmaciones de Straw. "Tampoco se le libera por alguna consideración en relación a la situación política en Chile o la posibilidad de que sea juzgado allí", añadió.

El juez preguntó qué pasaba si se revelaba el contenido del informe médico a España y a nadie más. También quiso saber si, habiendo garantizado Straw a Pinochet el secreto del informe médico, se podía poner en conocimiento de los países que pedían la extradición el citado informe. Pleming dijo: "En nuestra opinión, sí puede. Hay un interés público que prevalece sobre la confidencialidad. El ministro no pudo ofrecer las garantías sin contar con Bélgica".

El juez Brown se quedó con la boca abierta y un bolígrafo rojo entre sus dedos. Miró hacia el techo y frunció el ceño. Pleming criticó el hecho de que, según el ministro Straw, el asunto de la confidencialidad era una cuestión a decidir en exclusiva por Pinochet.

El juez Brown, al oir a Pleming, apostilló: "Puede ser...". Quería decir que quizá Straw tuviera razón.

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