Explosión xenófoba
No es la primera vez que en El Ejido -la localidad almeriense que concentra una importante población de inmigrantes magrebíes dedicados a faenas agrícolas- un hecho luctuoso cometido por uno de ellos deriva en reacciones violentas contra el colectivo entero. Se trata de una forma de comportamiento xenófobo -responsabilizar a los otros en su conjunto de lo que ha hecho uno de ellos-, que comienza a ser una constante en aquellas zonas en las que la presencia de inmigrantes es superior a la media en nuestro país, sea en Terrassa (Barcelona) o en los también almerienses campos de Níjar, por poner dos ejemplos.En esta ocasión, la muerte de una mujer tras ser apuñalada por un joven inmigrante que intentó robarle el bolso ha desencadenado en El Ejido una secuencia de violencia contra la población inmigrante y sus modestas propiedades (vehículos y comercios), sin que hayan faltado actos del más más puro pillaje. Es lógico que, ante la muerte de una conciudadana, los habitantes de la localidad muestren su inquietud, reclamen más medidas de seguridad y exijan la aplicación de la ley. Pero resulta deplorable que ciudadanos responsables y normalmente pacíficos se dejen arrastrar por grupos violentos que, poniéndose al frente de la manifestación, hacen derivar la protesta social por derroteros racistas y xenófobos, condenables desde todos los puntos de vista. Seguramente, muchos de estos ciudadanos ya se habrán arrepentido de lo que hicieron en la noche del sábado contra algunos de sus vecinos sólo porque son inmigrantes o tienen relación con ellos.
En estas situaciones, lo exigible, en primer lugar, es que la justicia actúe con rapidez y haga notar su presencia a una población que se siente inquieta. Y así se hará con el presunto homicida de la joven, ya detenido. Pero los poderes públicos no deben permanecer paralizados frente a quienes, tomando pretexto en un hecho dramático pero individual, arremeten con saña contra otras personas cuyo único delito es compartir país de nacimiento con el agresor. Por ello resulta inexplicable que todavía no haya ni un solo detenido entre quienes agredieron a los inmigrantes o al subdelegado del Gobierno.
Lo sucedido en El Ejido constituye un aviso muy serio, uno más, sobre los riesgos de explosión xenófoba y racista que se ciernen sobre ámbitos sociales que, por necesidades de mano de obra, exigen una convivencia masiva de personas de vida y cultura distintas. Los poderes públicos deberían estar más atentos, optando claramente por políticas de integración social del inmigrante y sin dar la más mínima cobertura a los grupos ideológicos que hacen bandera del odio al otro. Austria, ahí al lado, es un peligroso ejemplo. La inmigración masiva es un fenómeno todavía relativamente reciente en nuestro país, pero los españoles debemos esforzarnos por aprender a convivir en una sociedad cada día más multirracial.
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