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Tribuna
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Una infancia nacionalsocialista

Simon Wiesenthal no es rencoroso. Cree que Jörg Haider no es "peligroso". Hace ya años se felicitó por el hecho de que el dirigente del Partido Liberal Austriaco (FPÖ) no hubiera dicho jamás nada contra Israel. Aún así, poco le faltó, si es cierto lo que dice la más reciente biógrafa de Haider, una periodista del semanario vienés Profil. En su libro, Christa Zöchling cuenta que, en 1996, Haider había preparado un discurso en el que criticaba la política del canciller Frantz Vranitzky por malgastar dinero austriaco en ayudas a Israel.Por suerte, en primera fila estaba sentado uno de sus amigos, Peter Sichrovsky, de origen judío y diputado europeo. Con un gesto de la cabeza, Sichrovsky consiguió que Haider dirigiera su crítica contra... los palestinos, aunque Sichrovsky es autor de un libro de culto sobre el genocidio, Nacer culpable, nacer víctima.

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No, Simon Wiesenthal no es rencoroso. Cuando era niño, el pequeño Jörg se divertía lanzando dardos contra un muñeco al que llamaba Wiesenthal. Esta costumbre se mantuvo después: durante el bachillerato, Haider pertenecía a una asociación que se entrenaba con la espada contra un maniquí que llevaba el nombre del célebre cazador de nazis.

El líder del Partido Liberal es una encarnación casi perfecta de esta doble naturaleza de Austria, donde es difícil distinguir entre víctimas y culpables. Haider nació el 26 de enero de 1950 en una familia humilde muy marcada por el nacionalsocialismo. Su padre, Robert, se afilió a los 15 años a las juventudes hitlerianas después de haber sido aprendiz de zapatero y, tres años más tarde, se enroló en las milicias nazis. Descendiente de una familia burguesa, su madre, Dorotea, era una ferviente nacionalsocialista. Precisamente de esta rama de la familia proviene la fortuna de Jörg Haider. En 1986, el mismo año en que asumió el control del Partido Liberal, heredó de su tío-abuelo un terreno en Barëntal, en Carintia, valorado en 150 millones de francos (3.750 millones de pesetas). En 1941, Wilhelm Webhofer se hizo con esa propiedad arianizada (expropiada a los judíos).

El joven Haider, un alumno modelo, creció en esa atmósfera conservadora y nostálgica. Cuando, en 1969, llegó a Viena para estudiar Derecho se aproximó de forma natural a las asociaciones estudiantiles en las que todavía se practica la esgrima. A través de su familia pudo entrar en contacto con Friedrich Peter, jefe del FPÖ, y se adhirió a las juventudes liberales, en las que asciende rápidamente gracias a la revista Tangente, que consigue que sea financiada por el industrial papelero Harald Prinzhorn, padre de Thomas Prinzhorn, a quien hizo cabeza de lista de los liberales en las pasadas elecciones.

Jörg Haider mezcla en su publicación los ataques contra el sistema de partidos, elogios a la democracia directa y críticas contra la vieja guardia del FPÖ. Se distingue por sus declaraciones, como mínimo ambiguas, sobre el nacionalsocialismo y el Holocausto, a los que considera "sucesos trágicos". Está preparado para tomar el control de su partido, y lo consigue en 1986. Como jefe del segundo partido de la coalición espera convertirse en vicecanciller. Pero cuando estaba a punto de confirmarse entonces la elección de Jörg Haider, el socialdemócrata Vranitzky rompió el acuerdo con el FPÖ. Un escrúpulo que no ha tenido ahora el actual jefe de los conservadores, Wolfgang Schüssel.

© Le Monde.

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