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El Parlamento debatirá de forma inminente la creación de 'narcosalas' para toxicómanos

La iniciativa del PSE quiere dar una respuesta social y sanitaria a los drogadictos

El debate sobre la apertura de salas especiales para que los drogadictos puedan inyectarse en condiciones higiénicas ha llegado a Euskadi. El PSE ha lanzado la discusión al presentar en el Parlamento vasco una proposición no de ley -que se debatirá probablemente dentro de dos semanas- en la que insta al Gobierno a crear narcosalas, un dispositivo que pretende ofrecer un lugar saludable donde consumir drogas a toxicómanos que ahora se pinchan en lugares insalubres y acercarles así a la red asistencial de la que se encuentran alejados.

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La incomprensión social

La propuesta indica que este tipo de salas deben incluirse en los llamados centros sociosanitarios de acogida a drogodependientes, que además de facilitar un lugar para inyectarse en las mejores condiciones también deben cumplir otras funciones como el intercambio de jeringuillas, que los drogadictos puedan descansar unas horas, tomar algo caliente, ducharse, recibir una atención sanitaria mínima y charlar con los educadores sociales.Los socialistas han tomado como referencia a la hora de elaborar su iniciativa el proyecto de la Agencia Antidroga de la Comunidad de Madrid, responsable de la primera narcosala de España, que empezará a funcionar a finales de febrero en el poblado marginal de Las Barranquillas, cerca del barrio de Vallecas.

La autora de la iniciativa, la parlamentaria socialista Gemma Zabaleta, justifica la necesidad de estos centros sociosanitarios por la existencia entre la población adicta a las drogas de sectores que no acuden a los recursos más convencionales que existen para ellos (centros de atención a la drogodependencia) y porque también están alejados de las redes asistenciales básicas de carácter social.

Impotencia del sistema

Se trata de personas con problemas de adicción a las drogas inmersos en la marginalidad cultural y social, que en muchos casos no tienen una vivienda estable, se agrupan en las ciudades y sufren situaciones de desarraigo. No reciben atención sanitaria alguna, ni acuden a revisiones sanitarias normalizadas por falta de cartilla de la Seguridad Social o simplemente por carecer de costumbre, por desconocimiento o dejadez. Su condición de adictos les dificulta acceder a recursos de ayuda social.

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Un reciente estudio del Departamento de Justicia, Trabajo, y Seguridad Social cifró en 5.000 las personas integrantes de este colectivo de toxicómanos, que no cuenta con apoyos familiares ni sociales y está vinculado al mundo de la calle. Según el informe, el sistema público se halla impotente ante esta problemática. Las conclusiones del trabajo eran: desatención del sistema a las necesidades básicas de estos drogadictos, inadaptación de los servicios de drogodependencias a la realidad cambiante de las toxicomanías y ausencia de un modelo de intervención basado en la convivencia con este colectivo.

"Hay un colectivo de personas drogodependientes", explica Zabaleta, "que anda por las calles, que está en la más absoluta marginalidad, al que no llegan los servicios sociales de base de ninguna forma. Por eso, un centro sociosanitario puede cubrir alguna de las necesidades que tiene. Es un dispositivo con pocas exigencias para el usuario y con un objetivo prioritario: contactar con el drogodependiente marginado, proporcionarle unos cuidados que mejoren su deterioro físico y personal y facilitarle, si lo desea, su relación con otros servicios".

Cambio de filosofía

Según Zabaleta, el proyecto de las narcosalas no plantea "ninguna duda legal". "El consumo personal de droga no está penalizado y lo único que garantizan este tipo de centros es que se haga en condiciones sanitarias y no en cualquier sitio, con el peligro que ello conlleva puesto que las jeringuillas andan tiradas por la calle". zanja.

En la creación de los centros sociosanitarios late un cambio de filosofía en relación al modelo tradicional de tratamiento y prevención de las drogodependencias basado en la abstinencia, indica la parlamentaria socialista. "Hay un núcleo de drogadictos irreductibles a los que no es posible desenganchar. En varios países de Europa la mentalidad ha cambiado y el énfasis sanitario y social se centra en intentar que las conductas adictivas se realicen en condiciones lo menos perjudiciales posibles y tengan las mínimas consecuencias a efectos de marginación social". Suiza es el país más avanzado en este sentido. Hace once años comenzaron a funcionar los primeros centros sociosanitarios y hoy en día en ellos los usuarios de drogas pueden inyectarse en las mejores condiciones. Desde el país helvético se extendió la experiencia a Austia, Holanda, Alemania e Inglaterra.

Uno de los problemas que surge con estos servicios es su ubicación. Los expertos recalcan que el criterio debe ser instalarlos "lo más cerca posible a los escenarios en los que surja el problema" y ofrecen tres posibilidades: el barrio antiguo, lugar de estancia de los transeúntes; barrios con población inmigrante en situaciones de precariedad y prostitución, y cerca de zonas abiertas o solares deshabitados donde hay población marginal. "Deben ayudar a mejorar las condiciones del barrio", apuntilla Zabaleta.

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