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Tribuna
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Una vía europea para España

Diego López Garrido

La propuesta pre-electoral de Pacto de Gobierno hecha por Joaquín Almunia -líder de las candidaturas PSOE-Progresistas-, a IU, ha causado un terremoto. Ha sacudido al electorado de izquierda, que, de resignado ha pasado a verse vencedor, de somnoliento a despierto y movilizado. En la derecha, tanto política como mediática, nunca habíamos escuchado balbucear tantas necedades juntas, con fraseología de extrema derecha.¿Cuáles son los valores de la propuesta de Almunia? No sólo significa poner en valor parlamentario todos los votos progresistas. Es el mayor avance político y cultural de la izquierda, la de tradición socialista y la de tradición comunista, en todo el período democrático, pasando de la dinámica de la confrontación -"casa común", "dos orillas"- a la de la colaboración. La cultura de la confrontación ha sido nefasta en la década de los 90. Ha sacado a la izquierda del Gobierno y ha quebrado el proyecto originario de IU. En correspondencia, ha abierto La Moncloa, la televisión y las grandes empresas privatizadas a un PP que ha sabido mantener en su interior a toda la derecha social, hasta la extrema derecha.

La etapa de los proyectos incompatibles en la izquierda española ha tenido otro efecto colateral. Los nacionalismos de centro derecha, el catalán y vasco, han encontrado una capacidad de influencia en la política del Estado superior a su poder estrictamente territorial, y han forzado un modelo autonómico tormentoso y conflictual, desequilibrado, sin aportar una responsabilidad gubernamental.

La confusa situación amenazaba con llegar a su exasperación en la campaña electoral del 12 de marzo, diseñada por Aznar como una contienda artificiosa entre la España nacional -representada por él- y la España rota -representada por el nacionalismo súbitamente demonizado-. El pacto de la izquierda, o su sola eventualidad, ha fracturado este plan, al irrumpir la confrontación natural derecha-izquierda.

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Creo, no obstante, que aquello que convierte la propuesta de Almunia a IU en una apuesta de largo alcance es que ha puesto a España y a la izquierda en comunicación con Europa. En Francia, la "izquierda plural", incluye a los comunistas, y significa desistimiento en la segunda vuelta de las elecciones. En Alemania hay una coalición roji-verde, que agrupa los votos progresistas. En Italia, el partido de D'Alema (DS), sucesor del PCI, acaba de propiciar una federación para los partidos, del centro izquierda. En el Reino Unido están en el laborismo de Blair todos los votos progresistas. España es/era el único gran país de la UE sin una estrategia de unidad de la izquierda, sin una componente electoral que la haga creíble. Es, por eso, el único de los "grandes" gobernado por la derecha.

La idea de causa común o de convergencia de los progresistas ha sido esencial para avanzar desde el 13-J y las elecciones catalanas, hacia lo que se llama PSOE-Progresistas, que es algo más que una candidatura plural. Pero la unidad de la izquierda es indivisible. Tiene que abrirse a IU. Así se ha hecho, con una fórmula para ganar las elecciones. El escenario en el que la izquierda puede confluir es en el Gobierno. Como en Italia, Francia, Alemania, Suecia, Finlandia, Dinamarca o Argentina y Chile. No en la oposición.

La propuesta de Almunia es una vía europea para la izquierda española para construir una izquierda diversa que se plantea gobernar Europa, el lugar desde donde se pueden abordar con solvencia las políticas de igualdad, o la lucha contra la droga, el sida o la pobreza. El espacio político nuevo en el mundo de la postguerra fría, el fin de los bloques y la globalización contestada por la fronda de Seattle.

La izquierda española tiene también una misión europea. Sólo se podrá desarrollar si los progresistas ganan las elecciones generales, y esto sólo es posible si se utiliza la ley electoral a favor de la izquierda, no en beneficio de la derecha. Un proyecto ganador -y por ello transformador- saca a la ciudadanía del escepticismo. Ante ese desafío vale la pena alguna renuncia en un acuerdo en el que todas las fuerzas políticas implicadas ganan. Especialmente el electorado progresista, al que se le da un horizonte político claro y despejado.

Diego López Garrido es diputado y secretario general de Nueva Izquierda.

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