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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

"ETA, kanpora"

Varios cientos de miles de personas salieron ayer a la calle en Madrid para plantar serenamente cara a los terroristas que dos días antes asesinaron al teniente coronel Pedro Antonio Blanco. Sus voces y sus silencios se unieron a los de los participantes en otros muchos actos que en ciudades y pueblos del País Vasco y del resto de España han expresado el rechazo general al crimen disfrazado de reivindicación política. La concentración de Madrid recordó, por su magnitud y espíritu, la gran manifestación que recorrió los mismos espacios un día de julio de 1997 para expresar todo el horror y la repulsa que provocó el asesinato, tras su secuestro, del concejal del PP de Ermua Miguel Ángel Blanco, una de las más altas cimas de la infamia alcanzadas hasta ahora por ETA. Ayer se trataba de manifestar la frustración ciudadana por el retorno del coche bomba después de 18 meses de paz imperfecta, que hizo concebir la esperanza de que podía comenzar a pasarse la página negra del terrorismo. Había hartazgo y desencanto en las decenas de miles de personas que secundaron la convocatoria, pero ni resignación ni ánimo de venganza, los dos efectos que pretende conseguir la organización terrorista.Esa respuesta social representa la peor noticia para quienes por medio del terror quieren llevarla a la exasperación o al desistimiento. Los españoles saben distinguir el pueblo vasco de quienes lo invocan para asesinar y de aquellos otros que dicen "lamentarlo", pero son incapaces de exigir a sus autores que dejen de hacerlo. El grito recobrado de "Vascos, sí; ETA, no" revela comprensión y solidaridad para quienes padecen su coacción de forma más cotidiana y se encuentran más desarmados moralmente. Es lamentable que los lazos políticos creados entre los partidos nacionalistas del País Vasco se erijan en obstáculo para estar junto a las fuerzas no nacionalistas frente a la violencia, pese a haberse confirmado tanto la determinación criminal de la banda como la falta de autonomía respecto a ella de Euskal Herritarrok.

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Pero la impresionante expresión cívica de ayer es también una demanda exigente a las fuerzas políticas para que saquen la cuestión del barullo electoral, un recordatorio especialmente adecuado en estos momentos, con la carrera hacia el 12-M ya lanzada. Y también para que continúen unidas una vez que dejen la pancarta de la manifestación. El Gobierno tiene la principal responsabilidad a la hora de hacer frente con las armas de la ley al desafío de los terroristas y merece el respaldo de las demás fuerzas políticas. Pero para obtener ese apoyo debe esforzarse en escuchar a los demás partidos, agregando a su política de pacificación aquello que los demás puedan aportar.

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La piña ciudadana a favor de la vida y la convivencia democrática evidenciada en Madrid es demasiado importante como para que alguien quiera apropiársela o capitalizarla en beneficio propio. "Somos los ciudadanos, y no la violencia, quienes decidimos", dijo, por boca del actor Imanol Arias, la multitud congregada. Y a través de este vasco de Ermua gritó también con rotundidad, sin matices políticos, "ETA, fuera. ETA, kanpora". Para que los violentos lo entiendan de una vez.

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