Cibeles se queda sin hora
Quienes descienden hacia Cibeles por la calle de Alcalá y por el paseo de Recoletos experimentan estos días una sensación rara. Algo falta en el horizonte. Cuando la vista se afina, surge un hallazgo: la esfera visible del reloj que corona el edificio de Correos carece de agujas. No da la hora. Tampoco los minutos. Acaba de ser demontada. El reloj ha sufrido una avería. No parece grave, pero se encuentra fuera de combate, al menos durante diez días. Lo raro es que todo el conjunto relojero había sido reparado tan sólo hace 15 meses.
La avería fue detectada el pasado 28 de diciembre. El estropicio no ha sido causado por un frigolito súbitamente sobrevenido del cielo. Tampoco lo ha provocado un ave de gran envergadura que hubiera anidado sobre la saeta horaria y se balanceara divertidamente sobre ella, canturreando. No. Como siempre que de electricidad se trata, la avería de la esfera del gran reloj del Palacio de Comunicaciones "obedece a un cortocircuito", dicen fuentes técnicas.
El circuito que alimenta el sistema relojero no es precisamente corto. Más bien es largo y complejo. Veamos cuál es su disposición: un modelo de reloj patrón, de la marca Patek Philippe, conectado a una antena, envía la señal de la hora exacta a una máquina que transforma el pequeño impulso horario en un movimiento mecánico fuerte, capaz de desplazar el eje de las dos grandes agujas, de 1,56 metros de longitud la minutera y de 1,05 la de las horas, que giran sobre las esferas del reloj de Correos. Cada una de las saetas tiene sendos tubos de gas neón que otro motor alimenta de noche. El gas noble ha de ser excitado, obviamente, para entrar en ignición. Lo hace mediante una corriente eléctrica inducida.
Pero los cables de suministro a la iluminación no pueden girar al compás de las saetas. Se enredarían durante su desplazamiento. Por ello, el eje que acciona las agujas lleva abrazados dos anillos o colectores. Los anillos reciben tensión mediante unas escobillas. Por ellas cruza la corriente y, por un cable conectado a su vez a los anillos, penetra en el gas neón y lo excita. La saeta se ilumina y refulge verdosa en la noche. Ahora bien: los anillos abrazados al eje de la esfera no deben hacer contacto directo con su tronco metálico. Para impedirlo, llevan unas junturas aislantes que evitan la fuga desviada de corriente eléctrica, el malhadado cortocircuito.
"La humedad ha causado la avería", dice Rafael Jiménez, de la Unión Relojera Suiza; esta empresa supervisa desde hace décadas el funcionamiento de las esferas de Correos. "Como las pantallas blancas de cada reloj tienen dos niveles, uno exterior peraltado, donde se encuentran las muescas de los minutos, que sobresale encima de otro interior, más pequeño, se crea un desnivel entre ambos que señala un hueco. Por este hueco se ha filtrado humedad abundante. Ésta ha dañado las junturas aislantes", dice. El cortocircuito, en su chisporroteo, ha conectado entre sí los dos anillos y la corriente se ha desviado dejando apagados los tubos de neón.
El reloj de Correos, sin agujas, ha dejado de ser un enigma, pasto de descarnadas pesadillas.
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