El exprimer ministro socialista Craxi muere en Túnez prófugo de la justicia italiana
La oposición italiana tiene ya un mártir: Bettino Craxi. El ex primer ministro socialista italiano, caído en desgracia por su implicación en numerosos casos de corrupción política y económica a comienzos de los años noventa, murió ayer fulminado por un ataque al corazón en su villa de "exiliado", como se autocalificaba él mismo, en Hammamet (Túnez). En febrero habría cumplido los 66 años de edad. Craxi, milanés, el hombre que guió el Gobierno más duradero de la República Italiana, entre 1983 y 1987, fue uno de los principales implicados en el escándalo de Tangentopoli.
Tangentopoli fue destapado por los jueces del movimiento Manos Limpias a partir de 1992, y barrió de la escena política a la Democracia Cristiana y al Partido Socialista Italiano (PSI). En un gesto sorprendente, el Gobierno italiano hizo público su deseo de otorgar al fallecido honores de rigor con un funeral de Estado. Pero su hija declaró que será enterrado en Túnez, "porque este país se ha convertido en su patria". "Mi padre no ha muerto, lo han asesinado", declaró ayer entre sollozos Stefania Craxi, que se encontraba junto a él en el momento del fallecimiento, en torno a las cinco de la tarde. Enfermo de diabetes desde hace años, la salud de Craxi no había dejado de empeorar, hasta que en noviembre una crisis cardiaca le obligó a ingresar en el hospital militar de Túnez, donde sufrió la extirpación de un riñón. Precisamente la recaída del exlíder socialista provocó un movimiento de solidaridad entre amplios sectores de la política italiana. El propio primer ministro, Massimo D"Alema, se mostró de acuerdo en acoger al huido por "razones humanitarias".
Dos condenas firmes
La maquinaria judicial se puso en marcha en un intento de suavizar la situación penal del ex primer ministro sobre el que pesaban dos condenas firmes que sumaban casi 10 años de prisión, y otras cuatro causas abiertas. Pero Craxi se negó en redondo. Para el que fuera brillante político socialista (al frente del PSI desde 1976) todo el episodio de Tangentopoli no había sido sino un compló judicial urdido para barrer del poder a la antigua clase política y sustituirla por otra. Lo único que estaba dispuesto a aceptar era una revisión de todos y cada uno de sus procesos y la apertura de una investigación a tumba abierta sobre Tangentopoli.
La muerte de Bettino Craxi provocó una enorme conmoción entre la clase política italiana y un aluvión de declaraciones. Las primeras palabras de condolencia llegaron del Papa, Juan Pablo II, quien a través de su portavoz, Joaquín Navarro Valls, recordó la contribución del fallecido a la mejora de las relaciones entre Italia y la Santa Sede. Craxi firmó la renovación del Concordato con el Vaticano. Por su parte, Claudio Martelli, uno de los más estrechos colaboradores del fallecido declaraba con amargura: "Ningún personaje político ha sido tratado de forma tan injusta en toda la Historia italiana", en clara referencia al cerco judicial que decidió a Craxi a quedarse en Túnez y no regresar a Italia en 1994. Silvio Berlusconi, líder de la coalición de oposición, se limitó a expresar su "dolor", sin querer entrar en valoraciones políticas. D"Alema y su compañero de partido Walter Veltroni coincidieron también en rendir homenaje al desaparecido líder socialista reconociendo su estatura de hombre público y su "personalidad de relieve" al que, dijeron, "la historia se encargará de juzgar".
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