ARTE Y PARTE Perspectivas para la educación ORIOL BOHIGAS
Después de las últimas elecciones los acontecimientos políticos de Cataluña están cambiando sutilmente hacia nuevos caminos que parecen iniciar la mejoría de algunos sectores. La mejoría de mayor importancia está en el nuevo papel ejercido por la oposición. Como alguien ha dicho recientemente, Maragall no sólo no se ha esfumado del campo político esperando otra ocasión para acceder cómodamente a la presidencia, sino que ya está operando de manera muy eficaz. Ha encontrado una posición estratégica que le permite mandar, corregir, insinuar o exigir desde el Parlament, quizá con más iniciativas que el propio Gobierno. Pero el Gobierno también ha dado muestras de algún cambio de ruta que quisiéramos ver consolidado y del que esperamos resultados plausibles. La lista de nuevos consejeros no fue un espectacular golpe de timón, pero, por lo menos, indicó alguna perspectiva sugerente que habrá que comprobar en los próximos meses. Un hecho positivo fue la eliminación de algunos personajes siniestros que habían molestado de manera persistente y que ofrecían una escasísima solvencia. Otro fue la inclusión en algún departamento de personas con una visión más progresista que la que hasta ahora parecía imperar. En esta línea, por ejemplo, es muy esperanzadora la presencia de Carme Laura Gil en el Departamento de Enseñanza y lo es, sobre todo, después de leer algunas de sus recientes declaraciones.Creo que es la primera vez que se ha dicho desde el Gobierno de la Generalitat que "la educación no puede tener nunca un discurso de derechas". Ya sé que la afirmación es casi una tautología porque, en realidad, no existe un discurso de derechas para la educación pública. Para la derecha, el único discurso -si se le puede llamar así- sería la reducción al mínimo de la enseñanza pública, igualitaria y laica, y la potenciación de las diferencias elitistas. Me ha parecido que, de momento, la nueva consejera no ha explicado con detalle cómo lograr una igualación entre las distintas condiciones económicas, personales y sociales de la escuela pública y la privada concertada, diferencias que, en una situación tan poco radical como la nuestra, son muy difíciles de superar. Pero ya ha indicado con acierto algunos aspectos de los temas de más evidente gravedad que hasta hoy parecían poco explicitados. Por ejemplo, cuando afirma que no puede haber diferenciación entre las escuelas porque sería hacer una diferenciación en la educación y, por tanto, favorecer una definitiva distorsión social. Por ejemplo, cuando promete enfocar de manera decisiva la grave acumulación discriminatoria -y a veces casi exclusiva- de los inmigrantes en las escuelas públicas, para lo cual reclama un "compromiso colectivo" partiendo de una "generosidad con estos nuevos catalanes". El tono de la afirmación hace pensar que la consejera, con su empuje institucionalista, pondrá en marcha ese compromiso, no a través de la ideología de la generosidad, sino con medidas políticas tan radicales como nuestro sistema permita. Por ejemplo, cuando dice que "educar élites es muy fácil porque se trata de personas con una determinada capacidad genética o un currículum invisible que parte de un ambiente socioeconómico, mientras que educar a todo el mundo es muy difícil". Por ejemplo, cuando reconoce las dificultades del profesorado -quebrada con la dictadura una especial tradición pedagógica autóctona- y las que añade una Administración acostumbrada durante un siglo a gestionar torpemente la educación, sin otro compromiso que el burocrático.
Me parecen igualmente interesantes sus opiniones sobre la marcha de la LOGSE, el reconocimiento de sus aciertos y la necesidad de modificar puntualmente algunos aspectos negativos, sin emprender una nueva reforma radical como parece vislumbrarse en los tanteos programáticos del PP, unos tanteos que parecen dirigirse hacia el retorno a fórmulas todavía más elitistas y diferenciadoras. No hay duda que este tema -si el país toma una clara conciencia colectiva- puede ser un punto básico en la próxima campaña electoral, y espero que Carme Laura Gil, desde su posición, sabrá defender los aspectos progresistas del sistema o, por lo menos, mantenerlos en el área escolar de Cataluña fuera del desorden centralista y de la "máquina anquilosada, fuerte, dura y con engranajes que son como grupos de presión".
El compromiso de hacer una firme política de guarderías infantiles fue un tema recurrente en la campaña de Jordi Pujol. Carme Laura Gil no ha rechazado el embate, y no puede rechazarlo si afirma que la educación no puede tener un discurso de derechas. Ni un discurso machista. El retraso que tenemos en este sector se debe sin duda a la persistencia de unos prejuicios de derechas y a un desprecio a la lucha por la libertad de las mujeres.
Decir que "la educación es la herramienta privilegiada para hacer una sociedad mejor" no es seguramente una novedad porque los políticos lo han repetido hasta la saciedad en periodos electorales, incluso los que no creen en ella. Pero esta vez la afirmación aparece en términos más programáticos y por lo tanto más creíbles. Sólo falta que para ello se tomen medidas contundentes -desde las económicas hasta las científicas- y para ello se requiere la toma de conciencia de todo el Gobierno y el apoyo de la oposición. Aglutinar un gran pacto sobre la educación es seguramente lo más importante para el futuro de Cataluña. Que se sepa de una vez: nuestro gran problema no es ni la producción industrial, ni la cultura, ni la ordenación del territorio, ni los equilibrios económicos, ni siquiera la reivindicación nacionalista. El problema del que parten todos los demás es la continuada deficiencia de la enseñanza pública, gratuita, obligatoria y laica.
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