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ELECCIONES EN CHILE

Lagos convoca a la derecha a trabajar juntos para culminar la transición en Chile

Antonio Caño

Ricardo Lagos, el presidente electo de Chile, se verá obligado a una difícil negociación con sus aliados democristianos en el Gobierno y con una oposición derechista más sólida que nunca para sacar adelante las profundas reformas que ha prometido en el terreno de la modernización política, en el progreso económico, la lucha contra el desempleo y la acción de la justicia por los crímenes cometidos durante la dictadura. El candidato de la Concertación hizo por eso, nada más darse a conocer su triunfo, una invitación a todos a "trabajar juntos por un Chile mejor".

"Aquí hay espacio para todos. Nadie sobra en Chile", prometió el hombre que asumirá el próximo 11 de marzo la tarea de concluir la transición democrática."Quiero trabajar junto con aquellos que hasta ayer fueron nuestros adversarios para construir este país nuevo que los chilenos nos han encomendado. A aquellos que no votaron nuestra opción los invito a trabajar y a deponer desconfianzas o rencores y sumarse aquí y ahora a esta hermosa tarea que los convoco", manifestó Ricardo Lagos, de 61 años. Dirigentes de la coalición derechista anunciaron ayer en Santiago que mantendrán una "colaboración vigilante" con el Gobierno de Lagos.

Como su antecesor socialista, Salvador Allende, Lagos llegará al palacio de La Moneda con un respaldo electoral claro, pero insuficiente para aplicar su programa sin el apoyo de otros partidos. Allende ganó por 30.000 votos de diferencia. Lagos lo ha hecho por una ventaja de 180.000, que representa el 51,31% de los votos válidos emitidos. El candidato de la coalición de dos partidos de derecha, Joaquín Lavín, se quedó en el 48,69%. Este margen es superior al que se pronosticaba días antes de las elecciones. Pero no hay que olvidar que Lagos se vio obligado, por primera vez desde la vigencia del sistema democrático, a acudir a una segunda vuelta, y que Lavín obtuvo la más alta votación alcanzada nunca por la derecha.

La autora del crecimiento

A eso hay que añadir que, tras el susto de la primera vuelta, en la que la ventaja de Lagos fue de menos de medio punto, el candidato socialista tuvo que poner su campaña en manos de una dirigente política democratacristiana de gran prestigio, Soledad Alvear, que ahora aparece públicamente como la autora del crecimiento electoral logrado en la segunda vuelta.

Ricardo Lagos no es, por tanto, un presidente fuerte. Su éxito se observa altamente hipotecado. Y no sólo desde la derecha. También la militancia comunista se puede sentir hoy parcialmente responsable de la victoria del candidato socialista. De los 150.000 nuevos votos que el domingo optaron por Lagos, es muy probable que una buena parte corresponda a muchos de los 230.000 que en la primera vuelta se pronunciaron a favor del Partido Comunista. Incluso entre las filas socialistas, Lagos ha empezado a sentir ya la presión del ala más izquierdista, que no quiere borrón y cuenta nueva con el pasado.

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El grito unánime de "¡Juicio a Pinochet!" que Lagos escuchó el domingo por la noche en la plaza de la Constitución, es el recordatorio de que el candidato socialista tiene un compromiso pendiente con un importante sector de la sociedad chilena. Para ellos, Lagos prometió "avanzar para resolver los dolores que quedan todavía del siglo pasado". "En mi Gobierno, los juicios los resuelven los tribunales de justicia, y haré respetar las decisiones de los tribunales de justicia", contestó Lagos al clamor de justicia para el ex dictador.

Ése será, por mucho que Ricardo Lagos haya tratado de situarlo en un lugar rezagado de su agenda, uno de los primeros y más delicados problemas a los que tendrá que hacer frente desde el palacio de La Moneda. Respetar las decisiones de la justicia es un mensaje de aliento al juez Juan Guzmán, que instruye más de medio centenar de querellas por los crímenes del régimen militar, pero es un mensaje preocupante para las Fuerzas Armadas, que quieren encontrar un camino para poner fin a la petición de responsabilidades por la actuación de los militares.

Ricardo Lagos está obligado, por tanto, a buscar un difícil consenso con el fin de garantizar la estabilidad que ha prometido. Necesitará, en primer lugar, un acuerdo con la Democracia Cristiana para garantizar la supervivencia de la coalición que ha funcionado desde 1990 y para constituir un Gobierno que represente el equilibrio de fuerzas de esa coalición, dominada por los democristianos.

Reformas constitucionales

Lagos necesitará, en segundo lugar, el respaldo de los dos partidos de la derecha para sacar adelante las reformas constitucionales que se requieren con el fin de acabar con los lastres dejados por los militares en el sistema político chileno.

Lagos se encuentra con un Parlamento en el que los partidos de la Concertación cuentan con una mayoría de 69 diputados frente a 51 de la oposición, y con un Senado dividido al 50% entre los partidarios del Gobierno y los de la derecha. En esas condiciones, el nuevo presidente no podrá aprobar nunca medidas como la eliminación de los senadores designados, el nombramiento por el Ejecutivo de los jefes militares o la ley de divorcio sin el apoyo de parlamentarios de la derecha.

Y Ricardo Lagos necesitará, por último, la comprensión de la izquierda en su propio partido. Por mucho que el candidato socialista haya prometido justicia, en los tribunales y en la distribución de riqueza, los obstáculos para cumplirla serán considerables.

"Mi primera promesa", declaró Lagos el domingo, "es hacia aquellos rostros humildes, esas manos esperanzadas que se extendieron porque creyeron posible un mundo mejor: trabajaré incansablemente para no defraudar, para que esas manos encuentren otras manos solidarias". Los proyectos del Gobierno de hacer una reforma laboral que proteja a los desempleados es, sin embargo, un objeto prioritario de hostilidad por parte de los empresarios.

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