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Tiempos nuevos

JOSÉ RAMÓN GINER

He leído, estos días pasados, que la revista norteamericana Time ha escogido a Jeff Bezos como personaje del año recién acabado y este suceso de apariencia trivial esconde una trascendencia extraordinaria. Bezos es el fundador de Amazon.com, la famosa librería de Internet, y Time, con su decisión, ha querido destacar la importancia que el comercio electrónico y hombres como Bezos han adquirido en nuestra sociedad, donde se han convertido en los nuevos impulsores de la economía.

Que Bezos, un empresario cuya mejor acción, hasta el momento, consiste en palear millones de dólares, sea equiparado a personas tan relevantes como Einstein, Gandhi, Mandela o Luther King, ya nos indica el nuevo rumbo de los acontecimientos. Pero, nos haremos una idea más completa del asunto al saber que Amazon, la empresa de Bezos, pierde dinero desde el momento de su fundación. Este año pasado, sin ir más lejos, la librería perdió 350 millones de dólares que es, a todas luces, una cifra de respeto.

Tal caudal de pérdidas, sin embargo, no parece afectar a los accionistas, rendidos a la esperanza del futuro. De hecho, la cotización de la empresa no ha dejado de subir en todo este tiempo, hasta el punto que el valor de sus acciones ha convertido a Bezos en uno de los hombres más ricos del planeta. ¿No resulta extraordinario? Que una empresa incapaz de ganar una sola peseta desde el día que abrió sus puertas, convierta a su dueño en millonario es, desde luego, una de las grandes revoluciones de nuestra época y anuncia un futuro innovador.

Pues, bien, yo creo que la admiración despertada por un hombre como Bezos explica muy bien a nuestro presidente, Eduardo Zaplana, y hace comprensibles sus numerosos éxitos. Zaplana, como el propietario de Amazon, ha intuido que estamos en los albores de un mundo nuevo y ha sabido vender ilusión, proyectos, futuro, confianza, todos esos intangibles con los que ha comenzado a construirse la historia estos años recientes.

Algunas personas atribuyen los triunfos de Eduardo Zaplana al buen momento de la economía y a la crisis de los socialistas valencianos. Son factores a tener en cuenta, desde luego, pero no los considero exclusivos. SÓlo quienes insisten en otear la política desde las distancias cortas, no habrán advertido la inteligencia natural de este hombre que ha sabido captar, como pocos, las aspiraciones más íntimas de los ciudadanos.

Para todas ellas, en uno u otro momento, ha encontrado Eduardo Zaplana un proyecto, una ensoñación, una quimera. Si, por cualquier motivo, ésta se extinguía o se mostraba irrealizable, una nueva acudía a sustituirla de inmediato. Así, hemos visto desfilar academias de la lengua, saneamientos del Segura, ciudades de la luz, del cine... Y todo se ha mostrado ante nuestros ojos y a un tiempo, real y fantástico, inmaterial y tangible, impreciso y concreto. Y para que creyéramos en ello, no ha sido necesario mostrar un papel, redactar un documento, extender una firma. Tan solo ha bastado que Eduardo Zaplana, como Jeff Bezos, señalara el camino de la tierra prometida. Un respeto.

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