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LA VISITA DE AZNAR A CEUTA Y MELILLA

Aznar carga en Melilla y Ceuta contra toda la oposición ante sólo 2.000 simpatizantes

Javier Casqueiro

Melilla "Dije que vendría y aquí estoy. Estamos en Melilla, y yo soy el presidente del Gobierno de España". Los aplausos que recogió esta frase de José María Aznar, ayer por la mañana en un pabellón polideportivo de la ciudad norteafricana, no sonaron atronadores. Apenas 1.000 simpatizantes se concentraron en un aforo que había sido preparado para que 4.000 melillenses escucharan el mitin del segundo presidente del Gobierno de la democracia que visitaba la ciudad autónoma. En sus menos de dos horas de estancia en Melilla, adonde llegó en helicóptero, Aznar arremetió contra los "caudillitos de tres al cuarto que no pueden salir de su calle" y "los grupos que sólo piensan en amasar dinero como sea" -en alusión al alcalde, Mustafa Aberchan, y el GIL- y el "barullo indeseable" del PSOE. Por la tarde repitió el acto en Ceuta ante un número similar de seguidores.

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José María Aznar se esforzó ayer en desmentir que su presencia tanto en Melilla (60.000 habitantes) como en Ceuta (72.000) no era sólo como líder del PP, pese a que así lo habían subrayado desde su propio partido y desde La Moncloa, sino también como jefe del Gobierno. Pese a ello, rehuyó participar en actos oficiales y limitó su estancia en Melilla a dos horas y a otras dos en Ceuta. Aún así, el alcalde melillense, Mustafa Aberchan, líder de Coalición por Melilla, acudió a recibirle.El hecho más relevante de la visita de Aznar no se encontró precisamente en el mensaje que llevaba preparado contra la oposición en pleno en disputa de los dos únicos escaños que corresponden a Ceuta y Melilla en el Congreso de los Diputados -se ciñó, además de descalificar a todas las formaciones, a prometer la creación de 1,8 millones de puestos de trabajo en la próxima legislatura, la aprobación de la Ley de Humanidades y la reforma de la aún sin estrenar Ley de Extranjería-. Hacía 19 años y un mes que un jefe del Ejecutivo no se desplazaba a estas plazas norteafricanas, y él quería ser el siguiente. Adolfo Suárez lo hizo en diciembre de 1980.

Aznar tenía memorizados estos datos cuando ejercía como aspirante a La Moncloa y se lo reprochaba constantemente a su antecesor, Felipe González. Lo recordó hace cuatro años, en la anterior campaña electoral de las generales, cuando prometió en Melilla que regresaría ya como presidente del Gobierno. Ayer cumplió esa promesa. Pero sólo le vieron en persona un millar de entregados simpatizantes del PP y un restringido grupo de autoridades locales que le recibieron en el aeropuerto a pie de escalerilla. Incluso a la hora de almorzar optó por regresar a Málaga.

El avión privado en el que viajaba aterrizó en Melilla a las 12.11. En la pista le aguardaban, además de su coche y su chófer oficial y presidencial, enviados desde Madrid por barco, el delegado del Ejecutivo, Enrique Beamud; el comandante general de la zona, Francisco Díez Moreno; y el alcalde-presidente, Mustafa Aberchan. El regidor había expresado días atrás severas críticas al deseo de Aznar de llegar a Melilla sólo como líder del PP. Ayer las reiteró. Eso sí, después de empeñarse en saludarle y de decirle dos cosas en persona.

Aberchan había convocado a la Corporación una hora antes del inicio del mitin para prepararle una recepción oficial en el Ayuntamiento e invitarle a firmar en el libro de oro. A las 11.30 decidió, sin embargo, presentarse en el aeropuerto con su coche oficial. Allí llegó y se dispuso a saludar a Aznar en cuanto el presidente, su esposa, Ana Botella, y su hijo menor, Alonso, bajaran del aparato. Consiguió estrechar la mano del jefe del Ejecutivo e intercambiar unas frases con él. Según relató Aberchan a los periodistas, le inquirió por su decisión de no acercarse oficialmente al consistorio. Aznar le contestó, siempre según la versión del alcalde-presidente, que "los presidentes no tienen por costumbre firmar en los libros de oro de los municipios". Este detalle le sirvió a Aberchan para reprochar a Aznar "su falta de respeto a las instituciones", tanto a la que representa el alcalde de Melilla como a la que ostenta el mismo Aznar, y su talante poco democrático y de otros tiempos.

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Aznar se subió al coche oficial y no pisó más suelo melillense que el del moderno polideportivo Ciudad de Melilla, con capacidad para 4.000 espectadores. Su primera visión al acceder al pabellón le sorprendió: gradas y asientos vacíos, público desperdigado, ambiente más bien frío. Los oradores que le precedieron tampoco caldearon mucho. El presidente local del PP, Antonio Gutiérrez, pese a sus primeras buenas palabras y mejores intenciones, no pudo hurtarle a Aznar la realidad de la ciudad autónoma. Admitió que padecen muchos problemas, y uno especialmente grave: el del transporte.

Los melillenses se sienten lejos. Y tras los últimos conflictos vividos en el Consistorio, con mociones de censura y acuerdos más que polémicos entre todo tipo de partidos, incluido el GIL, se muestran desilusionados con la política.

Aznar empezó recordando su promesa: "Dije que vendría y aquí estoy...". Luego se jactó de su felicidad por ser el líder nacional que más ha visitado la ciudad. Aludió incluso a las críticas que había recibido por hacer esta visita como dirigente del PP. Lo negó. Y lo negó a pesar de que el viernes el portavoz del Gobierno, Josep Piqué, había anunciado que Aznar viajaría el lunes a las plazas norteafricanas como presidente del partido. Aznar estaba allí, dando aquel mitin, dijo al millar de asistentes, siendo el presidente del Gobierno de España. Lo repitió luego en Ceuta, donde estuvo una hora con otros mil seguidores y cinco minutos con el presidente de la ciudad.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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