"Es imposible improvisarse improvisador"
El trío Jacques Loussier inaugura hoy en el Auditori de Barcelona un ciclo bautizado Visiones Bach y concebido con motivo de la conmemoración de los 250 años de la muerte del músico. Visiones Bach forma parte de la programación propia del Auditori, la preparada al margen de la orquesta titular. En este caso, los grupos invitados, además del de Loussier, son los Swingle Singers, el sexteto de Uri Caine, la pareja Ludovica Mosca y Manel Camp, el Concert des Nations de Jordi Savall y Les Musiciens du Louvre, dirigidos por Marc Minkowski."La verdad es que causa una cierta satisfacción participar en un ciclo de este tipo, en el que, de seis conciertos, cuatro proponen visiones modernas de Bach, lecturas de su música desde una sensibilidad jazzística, gospel o fusionística. En 1959, cuando grabé Play Bach, esto era inimaginable", dice Loussier. En su actuación barcelonesa tocará el piano acompañado del batería André Arpino y del contrabajo Benoit Dunoyer de Segonzac. "El trío es la formación perfecta, al menos para mí, porque permite una homogeneidad que es como si tocase una sola persona manejando tres instrumentos".
Descubrir las posibilidades jazzísticas de Bach no le parece ningún misterio. "El bajo continuo de Bach es un cojín perfecto para la improvisación, aunque hay que tener en cuenta que las gamas y las armonías de Bach son mucho más complejas que la del jazz y su casi eterno si bemol. Cuando te lanzas a improvisar a partir de un tema de Bach sabes que el aterrizaje es complicado, que no puedes tomar tierra en cualquier momento. Vamos, que es imposible improvisarse improvisador". De ahí que Loussier considere fallidas sus colaboraciones con otros músicos, como Stephane Grappelli: "No funcionó porque él no tocaba Bach, sino Grappelli".
Loussier no es tan sólo pionero en la relectura de Bach, sino también compositor a partir de temas propios o inspirados en Satie, Vivaldi o Ravel. "Y estoy trabajando sobre Debussy. Dentro de un año quiero grabar un disco sobre él. De momento los oigo en la cabeza, hago variaciones mentales sobre ciertos temas. La verdad es que hay cosas que salen enseguida y otras que necesitan muchísimo trabajo, algunas que las oyes mentalmente de inmediato y otras que hay que tocar y modificar, tocar y modificar, una y muchas veces, hasta llegar a un resultado satisfactorio. Cuando grabé mi visión de los conciertos de Brandeburgo me equivoqué, y he tardado años en hallar la solución. Vivaldi también se me resistió al principio y pasaron meses hasta que hallé cómo hacérmelo mío".
A Loussier le agrada que le traten de precursor del posmodernismo en la medida en que no dudó en mezclar épocas y estilos. "Es un análisis justo. Creo que puede hacerse todo, que se puede mezclar todo, pero hace falta calidad y rigor. A Mozart no le puedes poner una batería electrónica de fondo. Es horrible. Cada música, cada composición tiene su secreto. He tocado Bach decenas de veces de forma canónica, me lo sé de memoria, he llegado a aburrirme de haberlo leído y tocado tanto, y es a partir de ese aburrimiento, de la fatiga de hacer lo mismo, que puedo comenzar a inventar, a cambiar, a improvisar, a divertirme".
Cuarenta años de oficio permiten tener una mirada serena sobre el propio trabajo y el de los demás. "Un músico no siempre es bueno, no todo lo que hacemos vale la pena, pero hay que embarcarse en ello para saberlo. Incluso un gigante como Bach no estaba siempre inspirado. Por ejemplo, El arte de la fuga es muy importante como estudio del contrapunto, tiene un gran valor técnico, pero no puede decirse que sea una música inspirada. Y eso que en Bach el porcentaje de perfección es altísimo".
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