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Tomamos la parte por el todo

No ocurrió. Ni en la Puerta del Sol ni en Times Square se produjo el temido apagón que algunos esperaban. No ha habido catástrofes. El efecto 2000 informático ha tenido poco efecto. Al menos hasta ahora.Quizá deberíamos preguntarnos por los miles de millones de pesetas que han costado los planes de contingencia. Nos han dado seguridad a un alto precio. Y la única explicación posible de ese gasto es el temor y la preocupación que nos da el saber lo poderosa que es la Ley de Murphy en la informática. Ése es un campo en el que es casi imposible garantizar que un programa esté libre de errores, y esta vez sabíamos con certeza que había programas con errores en el tratamiento de las fechas y que no todos habían sido corregidos.

Pero la gran explicación es que, una vez más, hemos tomado la parte por el todo. La parte son esos programas informáticos que hacen cálculos u ordenaciones con fechas en las que el año todavía se representa con sólo dos dígitos. El todo es esa informática que en los últimos años ha casi invadido nuestras vidas. No sirvió de nada que los especialistas recordaran que el efecto 2000 sólo se presentaba en un porcentaje pequeño (del 5% al 10%) de la informática de gestión, y en un porcentaje ínfimo de la informática de control de procesos (los programas de una lavadora actúan con independencia del año en curso: no sufren el efecto 2000).

El milenarismo agorero había predicho desdichas sin cuento que, simplemente, no se han producido. No ha habido colapso de civilización ni apagones eléctricos ni se han desmandado los misiles o las centrales nucleares. Nuestras desdichas siguen siendo las de siempre. Por ejemplo, que uno de cada cinco humanos vive en la pobreza más extrema según nos recuerda las Naciones Unidas. Ése sigue siendo el verdadero reto del 2000.

En cualquier caso, era ingenuo imaginar que la mayor incidencia del efecto 2000 debería apreciarse en Nochevieja. El efecto 2000 no ha terminado. Seguramente pase a ser una realidad cuando, por ejemplo, una pequeña o mediana empresa lance su primera facturación semanal del año el viernes 8 de enero. Es casi seguro que ese día alguna factura o, mucho más posiblemente, algún vencimiento tendrá errores. Como lo tendrá alguna que otra contabilidad no revisada cuando se ordenen por fecha los movimientos contables. Hay efecto 2000 para varios meses. No parece demasiado grave. Pero las pequeñas incomodidades que nos reserva el verdadero efecto 2000 están todavía por llegar.

Los agoreros dirán ahora que el año 2000 es bisiesto y que la informática (el todo que siempre intentan confundir con la parte) desconocerá la existencia del 29 de febrero del 2000. Tonterías. El año 2000 es bisiesto por ser la excepción (uno cada 400 años) de la excepción (son bisiestos los años múltiplos de 4 excepto los acabados en 00). Pero la gran mayoría de programadores no atendieron ni siquiera a la excepción. En las necesariamente escasas rutinas que he tenido ocasión de investigar, ninguna calculaba la excepción. En mi opinión, la inmensa mayoría de los programas vigentes son incapaces de saber que el 1900 o el 2100 no son años bisiestos. Así, por pura casualidad, imaginan que el 2000 es bisiesto, no por ser la excepción de la excepción, sino, simplemente, por ser múltiplo de cuatro.

Por tanto, congratúlese conmigo (¿o no?) de que no haya habido un colapso de civilización, dispóngase a esperar pequeños efectos 2000 a lo largo del año y, por favor, no haga caso a falsas voces de Casandra que quieran ahora transmitir el temor al 29 de febrero del 2000. Ya hemos hecho el ridículo una vez.

Miquel Barceló es profesor de Informática de la Universidad Politécnica de Cataluña

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