Centuria de la democracia
Para unos el siglo XX ha sido el de las guerras y los totalitarismos; para otros, el siglo americano o el de la liberación de la mujer. Algo debe haber de todo ello. Pero el balance político de esta centuria incluye la más amplia y espectacular difusión jamás observada de las formas suaves de gobierno basadas en las libertades civiles y la elección competitiva de los gobernantes. Si en 1900 había en el mundo sólo nueve países democráticos con sufragio universal masculino (sólo en Nueva Zelanda podían votar las mujeres), actualmente hay casi diez veces más: 88 países democráticos con sufragio masculino y femenino y libertad política y civil. Si hace un siglo la democracia reinaba en menos de un 20% de los países reconocidos como independientes, en los cuales vivía sólo un 10% de la población mundial, hoy hay democracia en un 46% de los países, en los cuales habita un 40% de la población. Desde hace tres años, y por primera vez en la historia, una mayoría de los humanos disfruta de formas moderadas de gobierno si se cuentan también los países con democracias electorales parcialmente libres, según los informes anuales de la agencia Freedom House, cuya más reciente edición se ha publicado hace unas semanas.La democratización del mundo se ha ido acelerando a lo largo del siglo XX y ha venido acompañada por una extensión del pluralismo y la prosperidad. La mayoría de las nueve democracias de hace cien años se basaban en sistemas electorales mayoritarios al estilo británico, es decir, en instituciones restrictivas en las que sólo un par de partidos pueden competir efectivamente por llegar a gobernar. Con esta fórmula, el Gobierno suele estar formado por un solo partido, a menudo apoyado en una minoría de los votos populares y dejando a la mayoría del electorado en la oposición. Pero la adopción de esta fórmula simple y con alta concentración del poder en países grandes con sociedades complejas dio una tasa muy alta de democratizaciones fracasadas. En una clara mayoría de países en los que la democracia se ensayó con un sistema mayoritario, muchas de ellos ex colonias británicas en África y en Asia, el ensayo no duró. La exclusión total de los perdedores no suele ser aceptada en sociedades multiétnicas, multilingües o multirreligiosas y el consiguiente rechazo de las fórmulas institucionales mayoritarias puede provocar un escaso apoyo a la democracia como principio general. En contraste, la adopción de instituciones que favorecen el multipartidismo y el consenso explica algunos éxitos democráticos excepcionales en su área, como el reciente de la multiétnica África del Sur. El modelo institucional mayoritario de tipo británico sólo está en vigor en menos de un sexto de las democracias y es objeto de reforma incluso en Gran Bretaña, donde ya se ha iniciado la descentralización y el cambio del sistema electoral.
La democracia ha sido más duradera en la mayoría de los casos en que se ha establecido con fórmulas pluralistas basadas en la división de poderes o la representación proporcional. En casi la mitad de las democracias que existen en el mundo hay elecciones separadas del presidente y de la Asamblea y frecuentes mayorías distintas en las dos instituciones, lo cual mueve a la cooperación interinstitucional y a pactos multipartidistas. En el tercio restante rige el típico sistema europeo occidental con Gobiernos parlamentarios de coalición multipartidista basados en la representación proporcional. España es una excepción en esta última categoría, ya que es el único país de Europa continental en el que ha habido siempre Gobiernos de un solo partido, aunque tras las dos últimas elecciones con apoyo parlamentario plural.
Si se compara el informe sobre la libertad política de Freedom House antes mencionado con el informe sobre la libertad económica del Fraser Institute, cuya edición anual acaba también de aparecer, la correlación es altísima. Las democracias se casan con los mercados, mientras que las dictaduras se amanceban con los controles económicos. Sólo un quinto de los países del mundo escapa actualmente a esta correlación. El espejismo de conseguir prosperidad económica con los regímenes burocrático-militares en América Latina o con los tigres autoritarios asiáticos ha quedado atrás. El pluralismo y el consenso, la difusión del poder y el Estado de derecho crean mejores condiciones para la innovación tecnológica, la educación, la inversión de futuro y el crecimiento a largo plazo que la arbitrariedad de los gobernantes autoritarios, por enérgicos que en éstos puedan parecer. El mejor balance de los últimos cien años es la confirmación de que a mayor libertad política y económica, mayor crecimiento colectivo y más prosperidad personal.
Josep M. Colomer es profesor de investigación en Ciencia Política en el CSIC.
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