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La muestra reúne 75 cuadros de veinte autores Pamplona acoge una de las más completas retrospectivas de la Escuela de Madrid

La Escuela de Madrid no tiene en su haber ni un manifiesto ni una declaración de intenciones estéticas. Hay quien llega a dudar de su existencia. Pero resulta indudable que un importante grupo de pintores y escultores españoles de este siglo se reconocen como miembros de la misma. Hasta 75 obras de una veintena de estos artistas forman una de las más completas exposiciones de las últimas décadas sobre su trabajo, presentada esta semana en Pamplona.

La exposición, organizada por Caja Navarra, reúne en el centro de cultura Castillo de Maya de la capital navarra (Castillo de Maya, 39) no sólo a numerosos exponentes reconocidos de la Escuela de Madrid, sino obras de sus dos máximos maestros aglutinadores, Vázquez Díaz y Benjamín Palencia, además de trabajos de pintores que ejercieron influencia sobre el grupo o cuya obra fue, a su vez, influenciada por las corrientes de Madrid.Según Julián García, comisario de la muestra, ésta es la más completa de la escuela madrileña que se ha organizado en las últimas décadas y supone además una excelente oportunidad para poder ver numerosos cuadros que pertenecen a colecciones particulares de los propios artistas o de compradores privados que casi nunca se exhiben al público.

En Pamplona, se cuelgan hasta el 9 de enero lienzos de Pedro Bueno, Benjamín Palencia, García Ochoa, Menchu Gal, Juan Guillermo, Francisco Sanjosé, Francisco Arias, Díaz Caneja, Agustín Redondela, Rafael Zabaleta, Ortega Muñoz, Álvaro Delgado, Pedro Mozos, Pascual de Lara, Pancho Cossio, Eduardo Vicente, Cirilo Martínez Novillo, Gregorio del Olmo, Vázquez Díaz y Vaquero Palacios.

La nómina de artistas aglutinados en torno a esta escuela es tan variable como sus tendencias evolutivas. Fundaron un grupo histórico sin proponérselo, basado en la admiración y el ejemplo de tres pintores que les precedieron: Solana, Vázquez Díaz y Palencia. De Solana tomaron la sinceridad y una realidad idealizada que huía de los tintes negros. De Vázquez Díaz partieron quienes evolucionaron en pos de un cubismo reelaborado y con Palencia se produjo la incorporación de lo surreal y una nueva valoración cromática de paisaje y materia.

Pero todos ellos tuvieron en común el hecho de vivir la rebelión contra una forma de hacer pintura y escultura impartida por la Escuela de Bellas Artes de San Fernando y merced a la cual pervivía el más rígido academicismo. Su vértice se llamó Escuela de Vallecas, creada a principios de 1939 y desaparecida escasos meses después, que canalizó un magisterio de libertad expresiva y búsquedas plásticas que renovó la más rigurosa tradición pictórica desde el espíritu creativo de Benjamín Palencia.

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La guerra civil y la Segunda Guerra Mundial trajeron la dispersión de muchos de sus artistas y el aislamiento de otros. Pero para entonces el revulsivo de la aparición de Vázquez Díaz ya había dado sus frutos. Los jóvenes de la Escuela de Madrid aprendieron de él a componer de forma distinta, el motivo pictórico, el gusto por lo natural, la pasión por el color frío y arbitrario y la reducción a ejercicio geométrico, matemático, de la pintura, bajo el axioma de que el todo se compone de partes; el volumen, de líneas y las líneas, de puntos.

La lista de obras reunidas en esta amplia muestra da fe de esa enseñanza, así como de las influencias de Palencia, Cossio o Caneja, éste último con su sobriedad intimista del paisaje. Con esas referencias previas se fraguaron los estilos de los grandes pintores de la época en España: Ortega Muñoz, Vaquero, Palacios, Zabaleta, Eduardo Vicente.

Sobre la escuela se pudo sustentar inicialmente la Academia Breve de Crítica de Arte y los Salones de los Once. Después vino la primera Bienal Hispanoamericana de Arte. Sin este conjunto de artistas, como señaló Julián García, no hubiera sido posible el renacimiento del arte español en pleno siglo XX.

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