Regalo de navidades XAVIER BRU DE SALA
Si no la primera, la de esta semana es, con toda probabilidad, la mayor alegría que el Parlament ha dado a Cataluña en 20 años. No digo que la promesa de cambio de modelo en los medios públicos sea la decisión más importante de nuestras/os señoras y señores diputados -su misión es representar y legislar-, pero sí la que más ha alegrado muchos corazones, instalados por la fuerza de Jordi Pujol en un desagradable y profundo escepticismo. Sistemáticamente escarmentados por el método de tenernos que tragar las ilusiones convertidas en sapos mediante el oportuno toque de su cetro, habíamos dejado de segregarlas. Por eso, a más de uno le habrá costado convencerse de que no está alucinado o se encuentra ante un espejismo. Otros recelan; cuando lleguen las rebajas, la cosa va a quedar en casi nada. Tranquilos, va a ser difícil que los tío Paco del núcleo duro consigan cerrar la puerta abierta por Xavier Trias y Pasqual Maragall. Creo incluso que se abstendrán de intentarlo, por lo menos en público.Confieso que el regalo me ha pillado a contrapié. La oposición había difundido la especie de que estaba todo pactado entre el PP y CiU, que a cambio del apoyo a la Ley de Extranjería y la ayudita en algún marrón que otro en Madrid, los de Aznar se portarían como corderos. Por si fuera poco, los estrategas de CDC habían preparado un argumento irrefutable -debemos defender a toda costa el único instrumento catalanizador exitoso frente a los que, bajo pretexto de independencia y pluralismo, sólo pretenden cargárselo y acabar así con la anomalía del nacionalismo- y más de un incauto se aprestó a esgrimirlo con saña digna de mejor resultado: "ellos tienen la prensa, nosotros la Corporación, de modo que cada cual manipula lo que puede", como si la patrimonialización política de lo público, siempre por parte de los mismos, no fuera a medio plazo un factor de división interna y por tanto desnacionalizador.
Los países pequeños tienen escasas posibilidades de doblar instituciones, a diferencia de los grandes y los muy ricos, que pueden permitirse el lujo de multiplicarlas hasta dar con la más eficiente. En éstos, la calidad proviene, por estadística, de la cantidad. En el grupo que incluye a Cataluña, la calidad proviene del acierto en el buen uso de los muy escasos instrumentos disponibles. En este sentido, uno de los factores que a la hora del balance final contarán más en el pasivo de Pujol es haber preferido, después de sus primeros momentos, la obediencia ciega y la ausencia de criterio a la capacidad y la idoneidad. Así, su Administración se ha llenado de tontos que le adulaban, o de listos serviciales, que viene a ser lo mismo. Por palmario error de observación, la mentalidad del president ha sido descrita como feudal cuando es en realidad absolutista, ya que dispone de sus subordinados prescindiendo de la carolingia relación de mutua fidelidad. De ahí que, en lugar de un país de calidad, haya hecho lo posible por legarnos una Cataluña sumida en la mediocridad, el silencio cautivo y el conformismo, y sin vías de escape señalizadas.
¿Cómo se entiende, entonces, que su mano derecha en la Generalitat, el hombre en quien más ha podido confiar para que le vacíe la mesa dos veces por semana interpretando sus intenciones antes de conocerlas, haya consensuado lo último que cabía compartir? Interpreto la actitud de Trias en clave de regalo de despedida. Los analistas tendemos a valorar poco el carácter, la manera de ser y actuar de cada político. Maragall es un intuitivo amante del azar y el billar político. Imagino que por lo menos tenía calculado que, al poner en marcha el proceso, conseguiría vencer las inercias de los suyos, cambiar el modelo de BTV, controlada por su fiel hermano en la trastienda, y de la COM, en la que inevitablemente, sin que el presidente de la Diputación, Manuel Royes, pudiera evitarlo, se ha colocado Enric Sopena, el más listo y conspicuo de los periodistas adictos a la causa progre. Los cuatro grupos que no son CiU estaban dispuestos a presentar batalla, si bien dándola por perdida antes de empezar. Lo que fue, con toda probabilidad, un intento con previsible desenlace fallido -cuyo coste cabría cargar a CiU- resultó a la postre una sorprendente victoria de la renovación y el cambio. El desencadenante es Maragall. Factores concomitantes hay muchos, entre ellos el hecho de que la amenaza del cuatro contra uno se lo pusiera fácil, pero el determinante es sin duda Xavier Trias. Desde su época de lidiador sindical en el Clínico, Trias no ha dejado de ser una singular encarnación del secular pactismo catalán. No nació con Cataluña entera en la cabeza, como tantos redentores de patrias que le rodean, sino conciliador. Ahora que los masovers ya no pueden devolverle la pelota puesto que le han echado hacia el lugar que menos aprecian (pero que va a resultar clave, más que en la época de Miquel Roca) les ha dejado un buen regalo navideño de despedida. La televisión y la radio públicas del futuro inmediato dejarán de estar a su exclusivo servicio. Todo es empezar. El inmovilismo convergente ha sido desvirgado. Los perjudicados no se lo agradecerán, el resto de catalanes, sí. Por lo menos algunos.
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